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Lo interesante en los discursos políticos son las alusiones históricas y literarias, pues de repente resucitan fechas o nombres olvidados por la opinión pública:

“Sol, otra vez símbolo de futuro. 2 de mayo de 1808: no fueron reyes ni generales los que se opusieron a la invasión. Fue el pueblo de Madrid, ese que hoy está con nosotros. Los de abajo, los que se enfrentaron a la vergüenza y la cobardía de los gobernantes».

Así arrancó Pablo Iglesias su discurso del 31 de enero de 2015, en la plaza Sol de Madrid, frente a sus seguidores del partido político Podemos. No tenemos velas en ese entierro. Sólo nos resulta curioso que también el discurso de la derecha española, cuando lo representaba en Madrid doña Esperanza Aguirre del Partido Popular, se apropiara del 2 de mayo de 1808. ¿Qué pasó en esa fecha tan citada y manida?

Si no me corrigen los historiadores, lo desató el oscuro pacto entre el rey Fernando VII y Napoleón al permitir el paso de tropas franceses por territorio español, dizque de paso a Portugal. El pueblo madrileño de inmediato se alzó en armas contra los invasores franceses.

Las derechas insisten en que fue el pueblo tradicionalista y conservador el que luchó contra los izquierdistas de entonces, es decir, contra los afrancesados. Las izquierdas, por su parte, insisten en que fueron los revolucionarios, “los de abajo”, los que se enfrentaron a la vergüenza y la cobardía de los gobernantes, que por lo general son de derecha.

La historia es muy complicada, muy enrevesada, y a menudo impide cualquier comparación con el presente. Aun así, Pablo Iglesias insiste en que los nuevos invasores ya no son los franceses, sino  las políticas de austeridad dictadas desde Alemania, impuestas por la «vergüenza» y «cobardía» de los gobernantes españoles actuales, y que el pueblo –por él representado– busca librarse de ellas.

También desea Iglesias despojar a España de ese marketing del torito. Pues tiene mucha razón. ¿Pero cómo va lograrlo? España es el país más turístico del mundo, ¿no es así? Y el nivel de frivolidad, ante una industria sin humo que no requiere de mayor preparación intelectual, es alarmante. Se padece en la prensa —véase El País— y desde luego en las universidades españolas, que no alcanzan ni a estar en el ranking mundial de las 100 primeras.

En fin, pensamos estas cosas escuchando por YouTube el discurso de Pablo Iglesias, el líder de Podemos, del cada vez más poderoso partido político de España. ¿Podrá Podemos con España? “Hay que soñar –dice Iglesias– pero soñamos tomándonos muy en serio nuestros sueños”. Si el político es un hombre de acción, ¿por qué llama tanto a soñar?

No importa, hombre. Sepan los que pretenden reconstruir un pueblo –dijo Azorín– «que el primero, el más hondo y fundamental de nuestros deberes como hombres es la alegría».

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