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La crítica viene está vez no de un parroquiano sino, para quienes sólo prestan atención a nombres anglosajones, de James Robinson. Este profesor británico quiere intentar “despertar a la élite colombiana de su estupor”. Mi única crítica al profesor británico es que no se puede llamar élite a cualquier cosa. La gente que gobierna en Colombia no merece tal calificativo. Mientras se busca otro término, hay que apoyar la acusación del profesor contra la actitud retrógrada de los intelectuales y políticos del posconflicto. Ellos se empeñan en el anacronismo de una reforma agraria en lugar de mostrar mayor preocupación por la educación. Dice Robinson:
«Tierra y educación (capital humano) son bienes que generan ingresos para la población. Pero hay una cantidad limitada de tierras, mientras la educación es infinitamente reproducible. Dicho de otra manera, si yo tengo una tierra, tú no puedes tenerla y viceversa, pero ambos podemos tener educación. Señalé que en un país que está intentando encontrar la paz y la prosperidad, la discusión está concentrada en cambiar la distribución en un bien que es conflictual por naturaleza […] ¿Qué es mas probable para convertir a Colombia en un país desarrollado, una reforma agraria o una reforma en la educación? Ésta última es la respuesta obvia.»
No puede tomarse con seriedad una política educativa de tan corto vuelo como la de “Ser Pilo Paga”, que distrae de la discusión central y que esconde un coloquialismo ramplón, el de Ser Pillo Paga. La retórica del posconflicto –con el respeto que la retórica se merece– no ha sido sometida a las preguntas por la integración cultural. Urge subir el nivel intelectual de la discusión sobre el posconflicto. Superar el sueño de una paz idiota.
Ya que Mr. James Robinson acusa a la clasecilla dirigente colombiana de vivir en el estupor, conviene preguntarse si no ha habido cierta disminución de la actividad intelectual durante el posconflicto. A juzgar por los columnistas de opinión, sin mencionar por ahora a los novelistas de moda, se advierte mayor modorra (falta de sindéresis, falta de sacudimiento espiritual) y una mayor actitud lambiscona y despótica. L’état c’est moi, afirma cualquier periodista con poder. No se olvide que el actual presidente es ante todo un periodista.
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* Dibujo de Yolanda Pineda