Es lamentable el manejo del actual gobierno con la «cultura». Los otros no le paraban bolas. ¿Mejor? Este la ha politizado, la ha, con su estilito, «gomelizado». Además de elogiar con alardes de erudición a Holanda, unos, y otros con el cuentecito de la «paz», periodistas de grandes medios tratan de silenciar el descrédito en que ha caído el otrora evento cultural más importante de la inmensa capital colombiana, la Feria del Libro de Bogotá, donde las universidades no tienen casi ninguna injerencia. En cambio, la Feria del Libro de Guadalajara (la más grande del mundo hispano) está organizada por la Universidad de Guadalajara. Los mercachifles dominan organizan la de Bogotá. Como estamos lejos, queremos hacer eco de las críticas de dos escritores, Íos Fernández y Daniel Ángel, que desde sus perfiles de Facebook están expresando:
Por Íos Fernández:
Ya en principio ver la palabra Ecopetrol en los eventos de la Feria del Libro me resulta un poco chocante, luego del evidente desprecio de su (aún) gerente por cualquier esfuerzo intelectual. Ese tipo de detalles siempre son pasados por alto, nombrarlos es centrarse en minucias, es aguar la fiesta… pero son esas minucias las que revelan lo esencial de las cosas, la absurda hipocresía que se oculta tras los estantes, tras las abultadas cifras consignadas.
Ayer, sin ir más lejos, los organizadores de la Feria del Libro publicaron un comunicado (que fue bajado u ocultado de su página de Facebook, gracias al palo que le dieron en decenas de comentarios) en el que expresaban que la jornada del 23 de abril (día del libro) había sido un éxito rotundo, más de cincuenta mil visitantes en 152 eventos:
“La FILBo registra así una jornada de lleno total en la cual la totalidad de eventos programados registraron una asistencia masiva.”
Se jactan de la cantidad de eventos en su agenda y de la enorme acogida, omitiendo que el noventa por ciento de la asistencia se debió a jovencitos que fueron, algunos acompañados de sus padres, en busca de la firma del youtuber Germán Garmendia, y que más del ochenta por ciento de los eventos fueron un fracaso en asistencia y se llevaron a cabo sin ninguna trascendencia.
[…]
Pero el problema, por supuesto, no es el youtuber, […] No sé, a ciencia cierta, si la literatura deba aspirar a esos tumultos, ya no es más una multitud enfurecida en el puerto de Nueva York ante la no llegada en el buque esperado de la última entrega de Charles Dickens. Pero lo cierto es que, gerentes aparte, las presentaciones de libros y las charlas de escritores son (salvo contadas excepciones) por un lado sumamente aburridoras y, por el otro, poco francas, poco honestas. Ensalzamiento propio y zalamería mutua que se hace evidente en las redes sociales, exageraciones en los elogios de contraportada, amiguismos descarados, ocultamiento de quienes no hacen parte de la misma cuerda. Basura quemada que nada tiene que ver con el arte de “hacerlos oír, hacerlos sentir y, ante todo, hacerlos ver » del que hablaba Conrad. Fruslerías que no desprenden la menor luz, y que no contribuyen, al decir de Faulkner, a hacernos contemplar la oscuridad que nos rodea.
No se trata tampoco de incursionar en las lindes del recreacionismo de hotel. Aquellos que persiguen el escándalo, aquellos que usan músicos, magos, trapecistas, actores para animar la fiesta, no hacen más (como hice yo alguna vez) que acentuar el patetismo. Como si la literatura por si misma no bastara. Como si el oficio de escritor estuviera siendo ejercido por gente que lee y escribe pero no entiende nada.
Por Daniel Ángel
Lo que está ocurriendo con la presente Feria del Libro de Bogotá debe ser mencionado y denunciado porque no pueden pasar inadvertidos los malos manejos y el descaro mercantil que demuestran sus organizadores.
[….]
Harta y fuerte ha sido la pelea que ha debido dar la literatura para abrirse un pequeño resquicio en la aceptación del público audiovisual, luchando contra la facilidad que brindan los medios masivos, para que en una Feria Internacional del Libro se les dé preponderancia a estos representantes. Lo dicho hace referencia especialmente a lo ocurrido con el youtuber chileno Germán Garmendia, quien a partir de una retórica vacua, sin fondo, sin brillo, difundiendo la pesadez racional y sumergiendo cada vez más a los jóvenes en un sistema inhumano y nefasto, el pasado 23 de abril, en plena celebración del día del idioma, colapsó a la Feria, dejando sin entradas a miles de personas que deseaban ingresar en búsqueda de libros. Esto significa que los organizadores de la feria dan excesiva prioridad –desmedida– a los potentados editoriales sin tener en cuenta a las minorías, lo que en otras palabras significa que solo les importa la plata, el billete, el dinero. Tampoco quiero decir que todos los jóvenes deban empezar a leer a Shakespeare, a Víctor Hugo, a Dostoievski, a Kafka, a Rulfo, a Camus, a Mishima, a Coetzee, a Sveltlana, a García Márquez, a Vallejo y a los colombianos de ahora, a Daniel Ferreira, a Andrés Mauricio Muñoz, a Andrés Ospina y a tantos otros jóvenes que hacen el ejercicio con absoluta disciplina, sacrificio y conciencia. Pero ¿por qué no?
[….]
Panamericana se convirtió en el cacique de la feria y se apropia de stands y de pabellones a diestra y siniestra, los escritores del grupo Prisa tienen los mejores espacios dentro de la feria y los mejores horarios y a las editoriales independientes les dejan las sobras, lo que queda, las migajas que han quedado en el piso luego de la repartición del banquete. Y esto tiene una respuesta sencilla y llana: porque el que tiene el billete y mueve masas, ese tiene la prioridad. Entonces no debería llamarse feria del libro sino feria empresarial editorial. A diferencia, el Estado, el Distrito deberían preocuparse por los proyectos nacionales, deberían apoyar a las editoriales independientes que a través de esfuerzos sobrehumanos logran montar su stand en la feria, publicar sus libros sin apoyo alguno, logran llevar a sus autores y de este modo contribuir a una sociedad que cae estrepitosamente en el vacío de la mediocridad.
Y por supuesto, la vanguardia periodística llevando como estandarte sus páginas donde publicitan a los mismos autores de siempre, de las mismas editoriales. Lo que hacen es fortalecer a las grandes superficies editoriales y a sus autores ya encumbrados, y atrás, rezagados quedamos los nuevos, los que arribamos a la escena sin espacio ni oportunidad de que nos lean. Y si esto sigue pasando, las editoriales independientes y las pequeñas editoriales extranjeras, quienes en mayor proporción publican las mejores obras de la feria, desaparecerán. Parece ser que este es el deseo de los organizadores de la feria.
Por último, este es llamado a todos los autores y editores independientes para que alcemos la voz y no dejemos que la mafia corrompa uno de los pocos espacios que merecen ser vividos con libertad por los seres humanos.