Usualmente lo que hace dura una carrera no es solo la dificultad de su recorrido, a veces la dureza de una carrera radica en las situaciones que se van a presentar, las que usualmente no están en el plan de nadie. Inicialmente la Vuelta del Porvenir de este año no parecía ser extremadamente difícil, con su recorrido completamente llano, pero al ser de las primeras carreras con etapas en línea que corría y con un lote de más de 230 corredores, las situaciones complicadas se podían presentar y así fue.
(Foto: Eder Garcés, Fedeciclismo)

La primera etapa y desde la presentación por equipos fue una combinación de muchos sentimientos, los nervios y la incertidumbre de todo lo que podía pasar en los 130 kilómetros que íbamos a pedalear ese día era fuerte, aunque todo eso se olvidó cuando se dio el pitazo de salida, ahí empezó la verdadera carrera, donde los más de 230 que estábamos ahí, con las mismas esperanzas, con los mismos sueños empezamos a luchar por las mejores posiciones; todos, con la misma orden de estar adelante en el grupo.

Para mí, el panorama inicial no fue el que esperaba, cuando el gps marcaba 500 metros desde la salida tuve la primera caída de las cinco que tuve durante las primeras tres etapas, caídas que eran producto de la tensión en el lote por mantener un buen lugar en la etapa, y un poco de mala fortuna, pero desde ahí son solo excusas. Aunque en esas etapas perdí tiempo, sin duda, fue una lección del ciclismo, tener que levantarse después de cada caída con el mismo coraje, a pesar del dolor, de las raspadas y todas las consecuencias de una caída.
En una carrera más mental que física, llegué hasta la tercera etapa, cuando ya solo quedábamos cerca a los 200 en carrera, el día de la contrarreloj, 13 kilómetros planos contra el viento y el dolor de las piernas, una modalidad que me apasiona, y que sirvió para probar realmente en qué nivel estaba físicamente, con respecto a los mejores del país, pude finalizar esa etapa entre los 70 primeros a 1’25” del ganador. El resultado de ese día, la sensación de pelear contra el viento en las despejadas y largas rectas, y un sol de tres de la tarde fueron la recompensa de haber superado los percances de las primeras etapas y estar a sólo una etapa de finalizar.

De esa última etapa, recuerdo que en mis compañeros de equipo veía cansancio en sus caras, que con el incesante sol que habíamos recibido durante las etapas, se mezclaba con la piel más morena, aunque probablemente yo me veía peor. Realmente no quería más caídas, había tenido suerte de llegar hasta ahí sin ningún consecuencia grave, pues los golpes no fueron cualquier cosa y los otros rivales que habían caído, eran pocos los que seguían en carrera, solo tenía en mi cabeza que nada iba a ser más fuerte que levantarme para seguir. Así que ese día la consigna fue simplemente divertirse, no dejar nada en las piernas y vivir el sueño que habíamos luchado todo el año, y quizá solo fue percepción mía o quizá la cabeza se empieza a acostumbrar de a poco a estar en un lote, pero ese día no había la misma tensión, aunque todos querían estar adelante, supongo que la carrera también se había seleccionado y ese día logré estar todos los 84 kilómetros en ese lote, que en etapas anteriores fue inalcanzable, ese lote que te tumba al pavimento las veces que sean necesarias, ese lote en el que solo están cobijados aquellos que se levantan de las caídas. Luego, de la primera hora a 50 kilómetros por hora, el ritmo se calmó hasta que faltaban 7 kilómetros y el líder sabía que ya casi era campeón, solo quedaba la disputa de la etapa, recuerdo llegar a las primeras 40 posiciones a falta de 4 kilómetros, habían codos empujando a lado y lado, a 60 kilómetros por hora y en el sexto paso por meta se terminó la etapa, por primera vez sentí lo que es estar dentro de un sprint, me di cuenta de la sangre fría y de la técnica que se necesita y aunque no es lo mismo que estar en uno de una carrera como el Tour de Francia, estoy seguro que se parecen mucho.

(Foto: Eder Garcés, Fedeciclismo)

Con eso terminé la Vuelta del Porvenir, la misma que vio nacer a Rigoberto Uran, Miguel Ángel López, Nairo Quintana y muchos más; acabé la experiencia más difícil de mi corta carrera deportiva, el ciclismo te enseña y a veces duele, son pocos los que están dispuestos a someterse a esta enseñanza, pero de lo único que estoy seguro es que me voy de aquí un poco más profesional, un poco más ciclista y con toneladas de experiencia que antes no tenía, por esto, objetivo cumplido. Sin dudas, estoy viviendo la experiencia completa.

Sobre la carrera hay que decir que hay poco que reprochar sobre la organización, las vías en su mayoría en perfectas condiciones, cubrimiento de diferentes medios locales y galerías diarias de las etapas. La presentación de equipos bien organizada; sobre la charla antidopaje previa a la carrera me parece una iniciativa importantísima, en especial por la categoría, pero como crítica constructiva, creo que podría ser mucho más amigable y más cercana para que el mensaje llegue mejor. También creo que es muy valioso el hecho de que esta haya sido la edición 34 de esta carrera y tengo la certeza de que puede crecer, creo que sería importante la apuesta de convertirla una carrera UCI, y que los requisitos como traer equipos extranjeros no son tan difíciles de conseguir, sería una bonita inversión para nuestro ciclismo juvenil, que tanto nivel tiene.