Mi concepto de riqueza. Imagen: Juan Manuel Correal

 

Ese día tuve que remitirme a ese libro maestro; como la llave maestra que abre puertas. Me refiero al libro del conocimiento que contiene páginas de sabiduría y abre la mente para que se alinee con el espíritu.

Ahora puedo ir con amor a ese estado de despertar; a ese momento de transformación física, real y humana donde se encuentran la inocencia del niño con la curiosidad del joven.

Cuando se comienza a ver la vida de colores y la fotosíntesis y la metamorfosis se conjugan con el desarrollo corporal para ir juntos a la fiesta de la vida.

En ese viaje al pasado puedo ver las manos de Juancito, mi niño interior. Veo unas manos imperfectas, con uñas sin pulir, con tierra en las hendiduras y huellas de pasto en los nudillos. Manos Inocentes, sin manchas y aún puras.  Manos que así, en ese estado se juntan para orar.

De niño leí mucho, y hoy, decenas de años después, solo sé que nada sé.

Las manos de Juancito pasan las páginas sabias de libros como Mi Primer Sopena y El Libro Gordo de Petete.

En ese mismo suelo, donde mis rodillas se frotaban con el frío piso, veo también tomos abiertos de una enciclopedia cargada de imágenes llamada: Lo Sé Todo.

Otra tarde, quizás, era para hojear revistas de National Geografic y muchos espacios para revisar las historias de Selecciones del Reader Digest con sus infaltables páginas de La Risa, Remedio Infalible. Todo esto, sin dejar atrás las historietas de Periquita, Tarzán, Tío Rico, Superman, Kalimán, Arandú, o las aventuras de Roy Rogers.

De niño leí mucho, y hoy, decenas de años después, solo sé que nada sé.

Esos momentos me llenaron de conocimientos culturales, geográficos, históricos, y de ciencias naturales. Esos momentos que intuitivamente le regalé a mi alma fueron el entrenamiento para que hoy pueda abrir páginas de libros que aportan sabiduría.

Esa es mi verdadera riqueza. Lo que me dio mi pasado. Así, imperfecto. Con lágrimas y sonrisas, con caídas y más caídas.

Es en esta etapa de búsqueda de la verdad cuando vengo a valorar las sabias palabras de los abuelos y los consejos de aquellos profesores que se convirtieron en maestros.

Es la vida la que te enseña a través de lagrimas, desamores, frustraciones y decepciones.

Es Dios quien te acaricia con las manos de tu madre. Son los ángeles que te guían vestidos de personas buenas. Es el amor que te envuelve sin que tú lo comprendas.

Es cuando empiezas a ver la vida con los mismos ojos, pero de otra manera, y entonces comienzas a encontrar diferencias importantes en la vida.

Descubres que la riqueza es interior y la fortuna es material. Pero tienes la fortuna de ser rico espiritualmente.

La riqueza es lo que hay en ti de auténtico, de sincero, de verdadero, tu amor, tu creatividad, tu capacidad para meditar, tu sensibilidad. Ahí está tu autentica riqueza.

No la riqueza mundana que te ha ofrecido la sociedad, sino la riqueza de ser tú mismo.

Ser uno mismo es la mayor riqueza que se puede obtener en este mundo.

Ser uno mismo proporciona todo lo necesario para sentirse satisfecho, para que la vida tenga significado, para que sea importante. Por el simple hecho de ser tú mismo y de crecer de acuerdo a tu naturaleza se cumplirá tu destino.

Solo debes hacerle caso a tu corazón, ese es tu verdadero maestro.

La riqueza es lo que hay en ti de auténtico, de sincero, de verdadero, tu amor, tu creatividad, tu capacidad para meditar, tu sensibilidad. Ahí está tu autentica riqueza.

En el viaje real de la vida, tu intuición es tu único maestro. Porque lo intuitivo viene de tu propia naturaleza, de dentro.

Tu guía está dentro de ti, y con un poco de valor nunca te sentirás indigno.  Quizás no llegues a ser presidente de un país, ni primer ministro, ni vicepresidente o el CEO de la mejor compañía del mundo. Pero en realidad no es necesario.  No, si tú a cambio de estar escuchando las instrucciones y exigencias del ego que gobierna la sociedad, estás concentrado en tu intuición, en tu yo interior, en los mensajes que hay en el exterior, para que los capitalices en tu interior.

Quizás no llegues a ser nada de aquello, pero serás el más feliz en lo que haces.

Como yo, que después haber perseguido el poder sin conseguirlo, prefiero esta versión de Juan sin poder, para poder ser Juan.

No fui presidente, ni vicepresidente de nada, pero hoy soy un feliz mensajero.

Espero te guste este mensaje. Esa es la verdadera riqueza para mi.

Da igual ser presidente de tercera clase o mensajero de primera categoría. Lo satisfactorio es disfrutar de lo que haces. Poner todas tus energías en ello.  No desear ser ninguna otra persona, sino desear ser lo que eres y coincidir con la naturaleza en que el papel que se te ha asignado en esta obra, es el papel adecuado para ti. Y que no estás dispuesto a intercambiarlo ni con un presidente, ni con una celebridad famosa colmada de lujos y fantasías. Ese es el auténtico poder, la auténtica riqueza.

Riqueza es aprender a diferenciar entre lo que el ego te exige y lo que tu alma desea.

Recuerda siempre que el ego es la oscuridad que se acaba con la luz del amor.

Riqueza es descubrir qué lo urgente es para los demás y lo importante es para ti.

Riqueza es entender que la diferencia entre prosperidad y abundancia consiste en permitir que la abundancia visite tu vida sin afectar tu naturaleza; así conocerás la prosperidad permanente.

Riqueza es la sensación de tener tus manos vacías cuando acabas de dar lo que tenías. En ese estado de plenitud, no alcanzas a llevarlas a tus bolsillos, cuando ya las necesitas para recibir.

Riqueza es experimentar el desapego como llave a la libertad. Es tener claro que el conocimiento esta ligado a la arrogancia del intelecto y la sabiduría esta hecha para los humildes de corazón. Solo en quienes comparten las enseñanzas de la vida está la plenitud del gozo existencial.

No tienes que entenderlo, tan solo compartirlo, y serás rico… Tú me comprendes.

 

Hakuna Matata

Juan Manuel Correal – Papuchis

@juanpapuchis