¿Miraste tu almohada en tu imaginación?

Si es así, te auguro un buen comienzo en esta aventura que será el resto de tu vida.

Sí. Anda y revisa a ver que encuentras.

Allí está tu historia; toda. No alguna. Sino toda.

Pero antes de levantar la almohada con tu mano, haz una reflexión sencilla a manera de balance, y deja por fuera del juego a la culpa. Ella no está invitada.

Es un simple repaso de memoria para anticiparte a una limpieza de sentimientos y emociones del pasado que ya pasaron.

Ya sucedieron y no podemos cambiar el cauce que le dieron a tu vida, ni las consecuencias que te hayan traído esas decisiones o simples reacciones naturales del ser humano.

Muy probablemente vas a encontrar errores, pero tranquil@; todo está bien.

Recuerda que no nos invitaron a este paseo de la vida para sufrir tratando de ser perfectos.

Debemos honrar nuestra existencia desde nuestra perfecta imperfección.

Y esos errores o equivocaciones hay que convertirlos en nuestros grandes maestros.

Es hora de dejar de perseguir la felicidad como el niño que corretea a un conejo.

Si le dices a tu cerebro que la felicidad está adelante, el cerebro lo entenderá así y tú siempre iras atrás.

Te invito a que te sientes imaginariamente por un momento en el pasto y extiendas tus manos con los ojos cerrados respirando lentamente y lo más profundo posible.

En cada exhalación suelta las circunstancias que te tienen el cuello tensionado, y espera sin afanes.

Cuando estés en medio del éxtasis de la nada, muy seguramente aparecerá el conejo Feliciano a oler tus manos.

El momento para hacerlo es ahora. A esta edad.

No sé cuántos años tienes; solo sé que estás en tu mejor edad.

Si cuentas con más de 50 navidades, felicitaciones; estás en plena segunda juventud.

Tu alma está feliz desde que volviste a usar jeans y tenis para sentirte más cómodo, no para verte más joven.

Tu actitud está impulsada por un corazón alegre, y esa actitud se refleja en tus expresiones, en tu sonrisa, en tu frescura, en tu forma de hablar, de andar y de aceptar tu madurez en un cuerpo gastado.

A tu feliz-edad no tienes que exigirte atléticamente ni compararte físicamente con ningún aspirante a protagonistas de novela.

Tú haces el ejercicio que puedes y durante el tiempo que te dé la gana; Y si un día decides no hacerlo, porque te programaste para ver un partido de fútbol o tomar un té con viejas amigas, está bien. Muy bien.

Procura diferenciar viejas amigas de amigas viejas.

La feliz-edad consiste en hacer cada vez más lo que te gusta y menos lo que te toca.

Dile a tu corazón que estás en tu mejor momento y tu mente tratará de hacer lo mismo. Recuerda que la mente reacciona en cadena imitando a su maestro.

Por eso, ante momentos de confusión, dificultades o crisis, procura siempre ir a un espacio lejano del ruido y de la información, y en silencio consulta con tu corazón quien estará en perfecto equilibrio para darte la respuesta.  Ten en cuenta que el corazón organiza el desorden que arma la mente, que es loca de la casa.

La fórmula de la felicidad se traduce en la fórmula de la feliz-edad.

Es decir, un estado constante de alegría y bienestar en un reino de paz interior que no se deja provocar por el caos de la cotidianidad. Feliz-edad para siempre. En todas las etapas de nuestra vida.

Feliz en el andar, gozando la montaña rusa de la vida disfrutando las subidas y las bajadas, jugando a las escondidas con la economía;  armando el rompecabezas de la sabiduría; coleccionando experiencias, alimentando el espíritu de momentos, buscando oportunidades debajo de las piedras, sonriendo al amanecer, orando en la adversidad, sintiéndose seguro en las amenazas, formando hijos con principios y valores, compartiendo un parque con los nietos, honrando la llegada de la canas, aceptando las arrugas, atreviéndose a la tecnología y aprendiendo a perdonar.

Esa es la feliz-edad; aquella que no tiene fecha de caducidad. No se vence, y tampoco se da por vencida.

Ella, la feliz-edad es como la hija única; consentida, mimada, protagonista. La que siempre quiere estar en medio de todos, llamando la atención con su alegría y haciendo parte de cada escenario, proponiendo, creando, inventando, motivando, inspirando.

La feliz-edad quiere ponerle color a lo que ve gris; quiere dibujarle sonrisas a la tristeza; quiere ser el piso de tus caídas, y el bastón seguro de tus pasos lentos.

La feliz-edad solo quiere jugar y que tu juegues con ella.  Feliz-edad son las olas pequeñas para niños con baldes y palas en la playa, o las olas inmensas que mueven la energía del universo.

La   feliz-edad es un instante de pausa para sentir a Dios adentro y experimentar su paz, destellarse con su luz y obnubilarse con su presencia.

Feliz-edad es la satisfacción de servir, ayudar o apoyar al necesitado; ese aire puro que queda en los pulmones tras el retrato de amor que se incrusta en el recuerdo por una sonrisa de gratitud.

¿Ahora entiendes por qué la feliz edad está bajo tu almohada?

 

 

 

 

Imagen: Juan Manuel Correal

Hakuna Matata!

Juan Manuel Correal

@juanpapuchis