¿Cuántas veces te ha pasado que tras una emoción o circunstancia surge una idea, un plan, un negocio, un proyecto de vida, una necesidad de cambio, una decisión, un viaje, un romance, un hijo, una familia?
¿Te has detenido a pensar si lo que estás haciendo y lo que estás planeando es lo que Dios, el universo o esa fuerza infinita quiere para tu vida?
Si de verdad crees que el norte es al frente y el sur es atrás, ¿por qué tomas camino por la izquierda?
Seguro porque se ve más despejado y el paisaje está bonito. Y como te gusta, no preguntas si esa es la vía correcta para llegar a tu destino, porque hay algo que no te permite abrir a tiempo el mapa o la bitácora de vuelo; es el orgullo y la terquedad. (son primas hermanas).
Todo esto para definir que nacimos para vivir en un laberinto de oportunidades y tenemos tantos caminos como opciones para llegar a nuestro destino. ¿Cual destino? ¿El éxito, el triunfo, el reconocimiento, la fortuna, el placer, el poder, la familia ideal?
Si te imaginas que la vida es un pasatiempo lleno de juegos para descifrar, piensa en que no importa cuántas equivocaciones puedas tener para resolver cada uno de ellos. Al final tendrás la certeza de que las respuestas están en la última página del libro de la vida.
¿Por qué no preguntar la dirección al camino correcto?
¿No es acaso esto lo más inteligente, prudente, sabio, elemental o primera línea del sentido común?
Ahora la pregunta sería: ¿Que nos preguntamos?
¿A dónde quiero ir?
¿Quién está allá?
¿Dónde queda ese lugar?
¿Cuánto tiempo demoro en llegar?
¿Por qué quiero ir?
¿Qué hay allá que me pueda servir?
¿Qué otras opciones tengo?
¿Qué riesgos hay en el camino?
¿Cuáles son mis recursos para hacerlo?
¿No será que por un momento seremos capaces de NO tomar una decisión para dejar a Dios ser Dios en nuestra vida?
¿No será a que a Dios no le interesa eso que estás pensando que es la solución de tu vida?
Porque si hace parte de su plan, verás que fluye para que se realice. Así funciona.
Si hacemos cuentas, crecimos con una serie de creencias impuestas por la tradición social y nos dictaron una cantidad de condiciones imperativas para ser felices. Entonces de niños nos dijeron:
Debes obedecer
Debes estudiar
Debes ser mejor que los demás
Debes graduarte con honores
Debes estudiar para ser profesional
Debes comprar tu auto nuevo
Debes viajar por el mundo
Debes casarte y tener familia
Debes tener casa propia
Debes tener títulos
Debes triunfar
Debes cuidarte de los demás
Debes asegurar tu futuro
Debes irte
Debes quedarte
¿Cuándo nos dijeron: “Debes ser Feliz”? Con lo mucho, poco o nada que tengas, debes ser feliz. Nunca nos enseñaron que la felicidad es una opción; que no debería depender de nada ni de nadie.
Que una persona puede ser feliz por el solo hecho de vivir y respirar por el tiempo que dure de paso por esta vida.
Son creencias que gobierna la sociedad para la satisfacción colectiva del ego y nuestra inocente etapa infantil nos contaminan con tanta información que se aleja de lo simple, de lo elemental, de lo básico.
Es muy probable que quien lea esta reflexión sea una persona muy preparada con títulos y rótulos sociales y profesionales muy elevados.
Aun así, debo advertir que estas líneas no son tan estructuradas.
Simplemente surgen de una humilde filosofía de vida basada en una experiencia personal.
Pero si decides guardar por un rato tus conocimientos y abrirle la puerta de salida al niño o niña que hay dentro de tu corazón, y que te pide a gritos dejarle salir a gritar, reír, correr y gozar, te invito a que te sueltes la corbata, te retires la pashmina, te quites los zapatos y dejes volar la imaginación sana y pura de ese infante que hay dentro de esa persona tan importante.
Claro. Yo comprendo que el ser humano está programado por el ego para conseguir aprobaciones de sus actos. Que también le gusta los reconocimientos y le teme a los errores.
Entonces nuestro mundo se llenó de asesores, de psicólogos, de guías espirituales, o ahora último, de coaches motivacionales que, en resumen, te recuerdan que el poder está en ti.
Solo quiero aportar algo que pueda sumarse a todas las ayudas que estás buscando para salir del fango en el que te metiste, o para tomar una decisión importante.
Sí. El poder está en ti. Eso es cierto. Está adentro, no afuera.
Entonces no lo busques afuera en otra persona. Búscalo en lo más profundo de tu ser.
Es el poder que tienes para discernir, para analizar, para pensar, para sentir, para perdonar, para no juzgar, para aceptar cambios sin temores, para vencer los miedos, para iluminar tu vida, para proyectar nuevos ideales, para soltar ataduras del pasado, para creer en ti, para quererte más y valorarte, para vivir y actuar desde el amor. Para tomar decisiones que tu vida necesita.
Tú tienes todo ese poder, porque tienes a Dios en tu corazón.
Entonces antes de preguntarle a alguien que seguramente tampoco tiene su vida perfecta, pregúntale a tu corazón; pregúntale a Dios y consúltale tus planes.
Estoy seguro que te mostrará el camino y te dará la respuesta.
Quizás no sea la que estás esperando, ni la que tu ego quiere. Pero con toda seguridad, será la que tú necesitas.
Recuerda que, desde el amor, Dios se ríe de nuestros planes, porque muchas veces Él tiene otros para nosotros.
Hakuna Matata