Cuando sepamos lo que sirve servir, serviremos para servir.

Bendigo el día en que encontré la diferencia entre trabajar y servir.

Ese día cambié mi perspectiva acerca de nuestro desempeño diario llamado trabajo.

Todo comenzó preguntándome una madrugada, de camino al aeropuerto para tomar un avión rumbo a dictar una conferencia, si eso de levantarme aún de noche, de escribir en los aviones, de dormir en hoteles y comer solo, era parte de mi trabajo.

La repuesta se hizo visible cuando cerré los ojos, visualice mis rutinas y me vi sonriendo mientras repasaba cada evento cotidiano.

Así comprendí que disfrutaba lo que hacía. Y que eso que hacía, era mi trabajo.

Es que no puede costarnos trabajo nuestro trabajo.

Revisa bien, si esto ocurre es muy probablemente no estés haciendo lo que te gusta, sino lo que te toca.

Si una persona sonríe mientras te sirve, esa persona está disfrutando lo que hace… O trabaja en Disney donde es requisito sonreír.

Hoy, honro en estas líneas a quienes nos sirven, a esas persona cuyo oficio para ganar su sustento es servir a los demás sin recibir siquiera nuestra gratitud por la indiferencia en la que vivimos, quizás por vivir inconscientes por el mundo y estar muy ocupados teniendo éxito.

Honro al mesero que nos sirve con una sonrisa unos exquisitos platos que quizás nunca habrá probado.

Honro a la empleada doméstica que organiza el desorden en nuestra casa y en silencio observa nuestros derroches.

Honro a la enfermera que sufre con nuestro ser querido procurando sacarlo adelante cuando, seguramente, su madre también está enferma.

Honro a la señora que cuida a nuestros abuelos con ternura y paciencia y vuelve a casa a atender a sus hijos.

Honro al portero del edifico y al vigilante de nuestros sueños seguros que poco duerme.

Honro al maestro que corrige a nuestros hijos para  complementar su formación.

Honro las mujeres de servicios generales que limpian los baños para que los encontremos agradables.

Honro a quien me sirve para que yo sirva.

Sirviendo a los demás se alimenta el espíritu y se llena nuestra alma con la gratitud y la sonrisa de aquellos beneficiados por nuestra entrega y nuestro tiempo».

Se sirve sin condiciones, sin expectativas y, lo mas importante, sin esperar nada a cambio; ni siquiera el reconocimiento, dado que servir con humildad y en silencio es de grandes, y al hacerlo de manera individual se hace más valioso el acto.

Recordemos que esta acción tan poderosa para la trascendencia del alma debe ser entre tú y Dios, no entre tú y los demás.

A través de la meditación, la oración, la contemplación y el silencio nos comunicamos con Dios, pero es solamente a través del servicio a los demás que el espíritu regresa a su esencia en el amor y es ahí cuando experimentamos verdaderamente a Dios en nuestro corazón.

Servir es compartir. Compartir conocimientos, sabiduría, experiencias, aprendizajes para evitar a otros la caída o la elección de un camino equivocado que nosotros ya vivimos o, que simplemente, sabemos que existe.

Servir es dar la mano al oprimido, ofrecer un apoyo al débil y dar una mano al caído.

Servir es sonreír al triste, consolar a quien sufre dolor, y dar una voz de aliento a quien ha perdido la esperanza.

Servir es compartir la experiencia de fe y recordar a quien se siente perdido que Dios existe en su interior y es Él quien repara todo si le permitimos actuar con su amor abriendo las puertas del corazón.

Servir es dar, con una sonrisa, afecto, cariño, comprensión, buen trato y amor.

Dedicar tiempo para hacer sentir mejor a una persona ofreciendo una solución temporal o transitoria.

Servir es compartir un plato, ofrecer un pan al hambriento, acompañar al enfermo, escuchar al confundido o abrigar del frío a quien sufre.

Para servir de verdad no existen condiciones y no se repara en el pasado de la persona, ni se culpan sus actos revisando las causas de su condición.

Servir es, simplemente, la mayor satisfacción que le puedes dar a tu corazón.

Y es justo en ese instante cuando comprendemos que la diferencia entre trabajar y servir está en que quien sirve espera como recompensa una sonrisa y luego recuerda que tiene un cheque por reclamar. Mientras quien simplemente trabaja sin sentir que está sirviendo, solo deposita sus expectativas en el día del pago de su salario.

Realiza tu trabajo honrando tu tiempo de preparación y el desarrollo de tus talentos y habilidades.

Has que tu obra sea servir a través de tu trabajo y ganarás inmensas provisiones de salud, prosperidad y abundancia de amor.

A la ley de la compensación le encanta registrar la gratitud de aquellos que reciben nuestros servicios y le cuenta en secreto a Dios acerca de nuestros actos de nobleza.

Que cuando pregunten por ti en unos años, la gente responda: «Ese si sirve»

Nuestro legado no es dejar una herencia. Nuestro legado es dejar huella con nuestro paso por la humanidad; y en ese caso, la sandalia que más marca el camino, es la que llevamos para servir.

Deja de llamarle sacrificio a lo que ofreces; sirve sin expectativas y déjate sorprender por la vida.

«El que no sirve para servir, no sirve para vivir». Madre Teresa

Hakuna Matata !

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