El mundo ha sido generoso contigo.

Ha sido el proveedor de tus necesidades, de tus caprichos, de tus antojos; ha sido el observador de tus conductas irresponsables y de tus agresiones hacia él.

El mundo ha estado ahí, existiendo y perteneciendo al gran sistema de un cosmos que debería estar en equilibrio.

Nosotros, habitantes de este planeta, desde el origen no hemos sido conscientes del privilegio que se nos ha otorgado con todas sus bondades. Como hermanos nos hemos dividido, separado y agredido.

Unos pueblos desterraron a otros, y el ego se coronó emperador de todas las jerarquías invadiendo naciones y trazando nuevas fronteras.

Pero Dios también ha estado allí, todo el tiempo, presente a través de la conciencia; que es el conocimiento moral de lo que está bien y lo que está mal.

Y durante siglos ha tenido que ver con tristeza, como ese don de la razón ha sido utilizado por el hombre para bien y para mal. Sonríe cuando el hombre ha hecho uso de sus dones para unificar, traer justicia y servir. Pero también Dios llora cuando ve la manipulación, el odio, la inconsciencia, las ansias de poder, la creación de armas, las guerras, los ataques y la falta de misericordia.

Una y otra vez la humanidad nos hecho probar las fuerzas para levantarnos, sobreponernos y de nuevo gritar: ¡victoria en resiliencia!

Pues bien; llegó la hora de probarnos como hermanos; unidos, sin divisiones, sin fronteras y sin religiones. Todos en una misma causa; que es salvarnos. Salvarnos de esta plaga. Salvar a nuestros abuelos, proteger a nuestros niños, y cuidarnos a nosotros mismos, como primera medida. Mostremosle a Dios que somos razonables y coherentes. Demostremosle al universo observante cómo somos capaces de vencer desde el amor.

Mostremosle a Dios que somos razonables y coherentes. Demostremosle al universo observante cómo somos capaces de vencer desde el amor.

El mayor poder ya lo tenemos; se llama consciencia, que es la capacidad del ser humano para percibir la realidad y reconocerse en ella.

Y el mejor refugio es nuestro hogar. Allí es donde debemos estar, unidos, protegidos y aislados.

Ahora te recuerdo que la solución está en nuestras manos. Bien lavadas con jabón, gel antibacterial; y cubrirnos con tapabocas y si quieres con tapa rabos.

Pero te recuerdo también que el mayor poder estar en la oración.

Si cada uno desde su intimidad se conecta con el Padre, llamándole como desee, desde la espiritualidad, desde la intención, desde la conciencia; y si quieres desde tu religión, será el colectivo de una divinidad creadora la que emanará luz de sanación y protección para todos.

Con la oración en familia habrá protección para ese hogar. Con la oración personal habrá sanación para ese por quien estás elevando tu plegaria.

Si no eres creyente, pero crees en el amor, conéctate con esa fuerza con la que amas a tus hijos o a tus padres; y envíale luz al mundo que tanto necesita hoy de ti.

Ya te dio suficiente, ahora dale tú al mundo, la totalidad de tu conciencia.

Ora.

Hakuna Matata