Con seguridad este título despertará emociones encontradas.
Muchos, con dolor en su corazón por la pérdida de un ser muy querido, se negarán a pasar de esta línea, no sin antes pensar que soy un estúpido, incoherente y ciego.
Créanme que no estoy pasando por encima de la pena, del sufrimiento o de la angustia de muchos… ni de la mía propia.
Ya todos hemos visto cómo se nos derrumba la economía, se frenan los proyectos, se quiebran la empresas y las relaciones; y aun así seguimos sin entender al invisible virus que llegó sigilosamente a instalarse en nuestras vidas por un periodo que pensamos que sería de 40 días, y que se quedó en nuestro mundo como un huésped permanente que se siente cómodo, y casi complacido, observando con una sonrisa de medio lado cómo cada día le damos poder con nuestros miedos, inseguridades y reacciones humanas.
Aún tienes la opción de abandonar este escrito si te ofendo invitándote a comprender el “para qué” de toda esta problemática que envuelve al planeta.
Pero para honrar tu dolor, tu angustia y la profundidad de tu crisis personal, empresarial o familiar, permíteme entonces persuadirte a que me escuches, te hablaré de la vida y no del covid.
Esto que estamos viendo y viviendo en este 2020 es la vida. Son las circunstancias que se presentan en el día a día. Es quizás, consecuencia también de nuestra inconsciencia por haber maltratado al planeta durante tantos años, y habernos maltratado a nosotros mismos como hermanos e hijos de un mismo padre a través de guerras, invasiones, injusticias y actos atroces de unos contra otros.
Desde el comienzo de la humanidad, cuando hubo un despertar de conciencia en la divina permisividad de la evolución de las especies, hasta que por un toque mágico, y también divino del creador, la mente primate le dio paso a la especie humana.
Hay registros del homo-sapiens, homo-erectus y cavernícolas que en su naturaleza salvaje tuvieron que evolucionar, aprender y convivir con esa ecuación de la supervivencia del más apto. Y en todo este proceso estuvo Dios como creador absoluto de un todo.
Ahora bien; para comodidad de los no creyentes en ese nombre podemos tratar de ponernos de acuerdo en que cada uno le llame según su creencia, o su no creencia. Para eso existen otros nombres como universo, cosmos, energía, fuerza, ser supremo, creador, el eterno, o simplemente AMOR.
Y antes de que vayas a los comentarios al final de este blog a insultarme, te digo que me disculpes. Aún más, me perdones por exponer un concepto meramente personal.
Esta reflexión la escribe la mano de un simple ser humano como tú que aceptó evolucionar y no quedarse estancado en eso que el gran oponente del amor quiere.
Entiéndase, esa esencia que también vive dentro de cada uno de nosotros.
Así como todos somos una extensión de una constelación de amor, a la que repito; puedes llamarle como quieras, también hay una esencia dentro de cada uno gobernada por esa entidad oculta en pensamientos, sentimientos y emociones como el miedo, la rabia, el rencor, el resentimiento, las ansias de poder, esa necesidad de sentirnos más que los demás. Y todo esto genera otras emociones paralelas como la envidia, los celos, la intolerancia, y el irrespeto hacia el libre albedrío que se nos fue otorgado para que, en circunstancias de la vida, bien sea adversas o favorables, podamos tomar acción desde el amor y no reaccionar desde el ego. (El Gran Oponente).
Siendo así; y si aún estás aquí, permíteme compartirte una idea que se resume en el título de este blog.
Gracias vida por permitirnos vivir esta experiencia que pasará a engrosar los libros de la historia de la humanidad.
Sí. Quisiera que lo vieras así; estamos haciendo historia.
El 2020 quedará registrado como el año en el que se frenó el planeta. Se paró la economía, se derrumbaron las intenciones de guerra, la ciencia se puso a prueba y más allá de eso. Esta situación con nombre propio vino a probar nuestra inteligencia creativa, nuestra conciencia y nuestra capacidad de unirnos y protegernos unos a otros.
Ese bicho quiso entrar a nuestras casas, pero encontró las puertas cerradas de nuestros hogares.
Podrás llamarme loco o insultarme con un adjetivo aún más hiriente, pero eso no me aleja de seguir pensando que esa esencia divina me ama tan locamente que detuvo el mundo para que yo pudiera detener mi mundo.
Es que, si te pones a pensar, todo lo del mundo exterior se detuvo para que tú pudieras introducirte en tu mundo interior. Allí, donde están tus verdades. En las profundidades de tu ser, donde te reencuentras con tu proveniencia. Y allí, en este espacio creado para nosotros, fruto de la fuerza natural de protección y supervivencia, nos invitaron a resguardarnos en casa.
A mí eso me parece maravilloso; que no nos hayan dicho que NO saliéramos de nuestras casas sino que nos resguardáramos en las paredes que conforman nuestro hogar. Que nos refugiáramos bajo el techo que nos protege y que nos arropáramos todos con la misma cobija del amor de familia.
¿Cuándo acaso hubieras tenido la oportunidad de estar en casa 40 días; 150 para ser más precisos, y descubrir que desde allí también podías ser útil para tu empresa y para el mundo; redescubrir tus talentos y reencontrarte con los tuyos?
¿Cuándo aparte de un espacio de dos semanas de vacaciones pudiste disfrutar a tus hijos y a tu esposa o tu esposo en una orden de 7/24?
Y te digo disfrutar, porque si creaste con amor ese hogar, es para que honres ese regalo de la vida.
¿Cuándo antes habías tiempo tenido tiempo para aprender a meditar, o elegir un espacio para tus lecturas y tus reflexiones personales todos los días?
¿No era antes que te quejabas porque no tenías tiempo para nada?
¿No era antes que tu relación de pareja se construía entre las siete y las diez de la noche; y quizás una hora precipitada en la mañana antes de que cada uno tomará su rumbo hacia afuera?
¿No te parece que todo esto es motivo para darle gracias a la vida porque ahora ves a tus hijos aprender desde casa y encontrar que tienen talentos maravillosos que tú desconocías?
¿No te parece grandioso que esta prueba haya venido a enseñarnos que lo esencial es superior a lo importante?
Que ahora tus gastos se resumen a lo esencial y no a las vanidades y los lujos que antes debíamos atender por cuenta de las exigencias del ego, y de un mundo exterior que pretende gobernarnos a través del dinero, el poder, el reconocimiento o el estatus social o profesional.
Yo, en lo particular, le doy gracias a la vida porque siento que esta experiencia me ha retornado a los principios de humanidad. A sentirme más real y pensar que puedo llegar a construir un mundo mejor con ideas y conceptos edificantes y constructivos.
Esta experiencia me ha traído la oportunidad de estudiar más acerca de la conducta humana; de nuestras debilidades, pero también a reconocer los grandes valores y principios de vida que tenemos a nuestro alrededor, en nuestra conciencia para construir una felicidad compartida.
Gracias al covid el planeta respira mejor, y aunque su insistente permanencia en nuestras vidas cobre como consecuencia el sacrificio de muchos, eso mismo nos lleva a tener que aprender acerca de la aceptación.
Y tendremos que seguir creando conciencia y pidiéndole a nuestros gobernantes que se inspiren y se llenen de bendiciones para que obtengan sabiduría necesaria para tomar decisiones acertadas.
Sí. Gracias, covid, porque viniste a probar nuestra capacidad de re aprender, de encontrar otras salidas, de llenarnos de paciencia, tolerancia y respeto para lograr una amable convivencia en nuestros hogares. Gracias porque a través de estos espacios íntimos, sin el afán de tener que salir a resolver nuestras vidas afuera, hemos conseguido mayor paz interior; y con ello la serenidad necesaria y suficiente para observar a nuestro alrededor y pensar en colectivo, apoyarnos, ayudarnos, protegernos, y vivir en compasión como hermanos reales que somos de una misma raza humana regida por el amor.
Gracias porque nos has fortalecido y estamos preparándonos para salir a construir un mundo mejor, una diferente manera de habitar en este planeta y vivir en comunión.
Gracias porque has venido a que como raza evolucionáramos hacia una conciencia colectiva más iluminada. Y hablo en colectivo porque creo que somos más los que queremos sumarle a las estadísticas positivas. Creo que somos más los que queremos construir con optimismo, refiriéndonos en positivo a este proceso.
Repito, el dolor que ha visitado a nuestras familias tenemos que convertirlo en maestro para aprender de él.
Y ahora, respetado covid, como sabemos que insistes en quedarte a vivir con nosotros, también te damos gracias porque esto nos obliga a ser más fuertes y más unidos como especie.
Hoy somos conscientes que te apegaste a nuestro sistema y que te alimentas de nuestros miedos.
Pero pronto se te acabará el oxígeno porque estamos también aprendiendo, gracias a tu visita, que no es con miedo sino con amor, porque queremos dejar huella en este paso histórico que trae una enseñanza para nuestros hijos y próximas generaciones por el resto de la existencia terrenal.
Todo pasa, y volveremos poco a poco a restaurar nuestras rutinas; pero me niego a pensar que volveremos a la normalidad. Porque no es normal como estábamos viviendo. Espero que ahora hayamos aprendido todos la lección y comencemos a revisar que lo que creemos que es malo trae consigo todo lo bueno.
Y así, entonces, nos quedaremos con lo aprendido. Yo, por lo pronto, le doy gracias al covid porque con su visita aprendí a hacer gelatina, picar papaya y pelar papa.
También aprendí a amar más, a conocer más de mí y valorar a mi familia.
Gracias a estos 150 días tengo una nueva conferencia y un libro llamado Cuarentenamente bien; y con mi esposa y socia de vida hemos creado más contenidos para ofrecer y un nuevo proyecto para estructurar.
Entonces, en resumen;
No es lo que te quitó el virus, sino lo que te dio la vida.
Siendo así, reitero con vehemencia: Gracias, covid.
¡Kakuna Matata!
Juan Manuel Correal
@juanpapuchis