De acuerdo con Wikipedia, la República de África Central es uno de los países más pobres del mundo. Clasifica muy mal en cuanto a ingreso per cápita, desigualdad, mortalidad infantil, desarrollo humano. Pero es enormemente rica en madera, diamantes…y oro.

Desde que logró su independencia de Francia en 1960, el país ha sido gobernado por autócratas, con intento de monarquía inclusive. Desde el 2012 ha sufrido violentas guerras civiles, con grandes restricciones en movilidad y libertad de prensa

El hecho es que en vista de que grupos rebeldes en el 2018 estaban cerca de apoderarse de su capital, su presidente pidió ayuda en Moscú. Al igual que como había sucedido en Siria, no les enviaron fuerzas oficiales, sino que aterrizaron por allá los mercenarios del Grupo Wagner.

Obviamente, y según aparece en un reciente documental del periodista Richard Engel en la cadena MSNBC, la participación no tendría carácter filantrópico.

El señor Engel, corresponsal en jefe para asuntos extranjeros de la cadena NBC, fue recibido por un asesor muy cercano al presidente de ese país en su complejo residencial, al cual bautizó El Palacio de Gouandjika, en honor a su nombre. Quizás tratando de imitar a los oligarcas rusos, pero al estilo puramente tropical, le contó que el complejo dispone de ochenta habitaciones, además de una completa colección de automóviles.

El objetivo de la ayuda, explica el anfitrión, fue entrenar a las fuerzas locales para acabar con la amenaza rebelde, lograr la paz, y establecer una democracia. Cuenta que proporcionan seguridad, con un trato excelente al pueblo. Los tratan como héroes, añade, hasta el punto que ya hay monumentos de ellos. Todo lo otro que se dice, repite y repite, son tan solo “fake news.”

La historia de los pocos que se atreven a hablar a la sombra es otra. Una mujer cuenta que un buen día llegaron a la mina unos blancos vestidos de caqui, y que cuando los locales -quienes se rebuscaban allá la vida- rehusaron abandonarla, fueron golpeados, azotados, y torturados. Presenció cómo su marido, junto a algunos de sus compañeros, fueron lanzados en fosas. “Estamos en manos de los rusos,” se le lamentó al periodista. “Nuestros líderes vendieron el país, y entregaron nuestra riqueza a los extranjeros.”

La versión oficial es diferente: “No hay ninguna actividad en las minas. El grupo Wagner solo vino a cuidarlas.”

El jefe del Grupo Wagner
A estas alturas del juego, es mucho lo que se nos ha informado sobre el jefe. Desde muy joven, se involucró con gente de no muy buenas costumbres. En una ocasión, uno de ellos le abrió la cartera a una mujer que caminaba sola, lo cual fue aprovechado por nuestro personaje para agarrarla del cuello, con tal fuerza que la dejó inconsciente. No desperdició la oportunidad para robarle sus aretes de oro, pero como ya estaba reseñado, lo enviaron durante diez años a la cárcel.

Al cumplir la condena, se dedicó a la venta de perros calientes. Pero ya daba muestras de su habilidad para establecer buenos contactos. Se hizo socio de una cadena de supermercados, se especializó en el suministro de comida, y en 1995 abrió su primer restaurante, el cual inicialmente fue promovido mediante bailarinas torso-desnudas. Además de ser exageradamente estricto, la comida resultó excelente, y se convirtió en un lugar muy refinado. Atendió personajes como el maestro Rostropovich, y al alcalde de San Petersburgo, quien en una ocasión llegó acompañado de un diputado de apellido Putin. En los primeros años de su presidencia, este solía llegar acompañado de dignatarios extranjeros. Entre muchos, hay fotos con George Bush y con el príncipe Carlos en una recepción en el 2003 en el Hermitage.

En Ucrania
De acuerdo con una nota en “The Guardian” del pasado 24 de junio, durante el verano del 2014, y en plena efervescencia de la primera invasión de Rusia al este de Ucrania, un grupo de altos oficiales de ese país fue convocado a una reunión con un señor de voz fuerte y cabeza rapada, a quien muchos de ellos apenas conocían como un famoso restaurantero.

Solicitó que le concedieran terrenos del ministerio de defensa para entrenar “voluntarios.” No tendrían lazos oficiales con el ejército, pero si participarían en las guerras de Rusia. Aclaró, eso sí, que las órdenes provenían directamente de quien él familiarmente llamaba “Papa.” Las decisiones tomadas ese día, explican, habrían de tener enorme incidencia sobre la política exterior rusa. Ese ejército de mercenarios vería acción en Ucrania, Siria, y en varios países africanos.

Pero desde antes de la primera invasión ya se tenían noticias sobre el Grupo Wagner. Según una nota del Washington Post en febrero 23 del 2018, grupos de mercenarios, conformados en ese entonces por ultranacionalistas y militares retirados, se hallaban peleando en este primer país, al lado de los separatistas pro Rusia. Su fundador, de apellido Utkin, había sido caracterizado por un medio investigativo ruso como un simpatizante nazi, quien había bautizado a su organización en honor al músico cuya obra era íntimamente admirada por Hitler.

En Siria
Un momento cumbre para el Grupo Wagner se produjo en el 2015, cuando Rusia decidió intervenir militarmente en Siria, en apoyo de su presidente Bashar al-Assad. Muy pronto ciudadanos rusos, que peleaban de la mano con las fuerzas gubernamentales, empezaron a aparecer en las listas de muertos. Con el paso del tiempo salió a relucir la participación de civiles, quienes no solo protegían campos petroleros, sino que además participaban activamente en combate. De acuerdo con “The Guardian,” esas empresas privadas no solo resultaban útiles para disfrazar el número de bajas militares, sino también como una negación plausible de los hechos.

El grupo Wagner desempeñó un papel prominente, mostrándose como una fuerza poderosa. Operaron con impunidad -salvo en un encontronazo con las fuerzas norteamericanas- y terminaron siendo acusados de numerosos crímenes de guerra -desmembramientos y cortes de franela entre otros. Por esa época, su jefe resultó acusado en los Estados Unidos por su participación en la guerra informática relacionada con las elecciones presidenciales del 2016.

Epílogo
The Sentry es una organización anti corrupción con base en Washington. De acuerdo con ellos, “La República de África Central se convirtió en un laboratorio de terror del Grupo Wagner. Con el apoyo del presidente, tiene total control sobre los sistemas militar, político y económico de ese país. Alegan igualmente que “Rusia ha revelado una nueva estrategia de dominación y guerra sicológica, que no es más que un nuevo tipo de colonialismo ultraviolento.” Para ellos, sus actividades en la República de África Central es apenas un aspecto de sus operaciones en ese continente, que se extiende por Libia, Sudán, Mali, Mozambique, Madagascar y Burkina Faso.

En las escenas finales del documental, y a raíz de los recientes encontronazos entre Rusia y el Grupo Wagner, aparece cómo parte del producido va a parar en lo que supuestamente es la lujosa mansión del jefe de los mercenarios, en San Petersburgo. Sobresalen, particularmente, los lingotes de oro.