Con gran dificultad es posible afirmar que una era o tiempo cultural culminó y se encuentra sellado. Los años, los siglos y el tiempo en si afloran en nuestra memoria colectiva histórica y cultural, llena de grandes pensamientos, de hechos e ideas. Si bien es cierto que los registros que tenemos del pasado se resumen en documentos, testimonios, algunos recuerdos en la memoria y en muchas resoluciones personales. Existen recursos artísticos como la literatura y el cine que son utilizados para la recuperación de magnánimos sucesos de la historia. No obstante, en estas se puede ver claramente cómo influyen los intereses ideológicos, las concepciones y las distintas creencias. Así, por su alto grado de propagación, puede ser un elemento que produce dictámenes, conclusiones y opiniones diversas, además transmiten los pensamientos concebidos en su iniciación.
En esta cuarentena me he dedicado a releer mis libros para matar el tiempo, entre una cosa y otra se me vienen ideas que parecen descabelladas, a partir del argumento anterior, mientras leía por tercera vez el libro, ‘El Señor de los Anillos’. (The Lord of the Rings), se me ocurrió realizar un análisis deconstructivo del mismo. Para ello tuve en cuenta un suceso importante en la historia de la humanidad, como eje explicativo para crear un paralelo entre los imaginarios que tuvieron origen en la edad media, pero que sus secuelas y cenizas no barridas siguen en el aire actualmente.
Las cruzadas, uno de los mejores hechos para explicar las diferentes miradas desde las que se ha pensado el Medioevo, porque expone los términos de la crueldad lograda por Occidente, específicamente la civilización europea. Si bien, las cruzadas son concebidas como tendencias de peregrinación con el ánimo de rescate y apropiación de las tierras santas, más que una disputa entre cristianos y musulmanes significó un amplio movimiento de masas. Ciertamente el imaginario occidental mantiene caliente las brasas del perfil del musulmán falsario, ladrón indecente, etc. Este concepto viene desde la antigua Grecia, lo cristiano y musulmán, lo civilizado y lo bárbaro, lo culto y lo salvaje, dicotomías que se normalizan y resucitan con el pasar del tiempo.
Así pues, traigo a colación lo plasmado en la novela ‘El Señor de los Anillos’, escrito por el filólogo y escritor británico J.R.R. Tolkien, en un periodo comprendido entre los años 1937 y 1949, se publicó por primera vez en el Reino Unido entre 1954 y 1955 en tres volúmenes, luego publicada en español en 1978 y llevada a ambientes teatrales hasta el punto de crear una trilogía cinematográfica (2001, 2002, 2003), y en diciembre del 2014, se estrenó la película ‘El Hobbit: La batalla de los cinco ejércitos’. Pero ¿Cuál es la relación de esta producción literaria y cinematográfica con las cruzadas? Pues bien, existen tres tópicos en la novela que identifiqué como ejemplos comparativos para exponer que los imaginarios creados en determinada época siguen vigentes en nuestros días, sombras que se pensaban superados en el tiempo reaparecen como espectros invasores.
En primera instancia, se encuentra el hecho de que en ‘El Señor de los Anillos’ vemos una gran diversidad de criaturas, que refleja la diversidad tanto de culturas, etnias y religiones que existen hoy en día en las sociedades de todo el mundo, estas criaturas comparten algo en común y es que todas, por más diferentes que sean, se encuentran dominadas por el anillo del poder. Aquí viene el segundo tópico, el anillo de poder -según la novela- es ese dispositivo que resulta atrayente, que gusta a los sentidos, pero a su vez es ese elemento que destruye, que acaba y consume. ¿Acaso no es esto lo que manifiesta el pecado? El pecado, que te llama, que produce deseo, es el estimulante perfecto para introducirse en la carne débil y envenenar de a poco cada parte del cuerpo y la mente hasta el punto de destruirte y llevarte a la perdición, las religiones predican que cuando se cae en él, la manera para “liberarse” es realizar actos de penitencia que compensen la pena, “el que peca y reza empata”.
Ahora bien, desde el primer libro hay un único objetivo, destruir el anillo. Es decir, llevar ese mal que corrompe, que impone poderío irrumpiendo en el orden. En la edad media para llevar a cabo esta misión se hacían los actos de peregrinaje, un viaje penitencial hacia los lugares sagrados. Paradójico resulta que en el afán de obtener el mando sobre dichos lugares, y la incapacidad de respetar las diferencias entre una cultura y otra, se forjara una inestabilidad que respaldaba cualquier tipo de violencias y masacres sobre las peregrinaciones.
El peregrinaje en este sentido, suponía cierta abnegación, que se acoplaba con el ideal que se tenía de santidad, además, se articulaba con la necesidad de tener pleno conocimiento de nuevos sitios que estarían en la mira de la codicia y la ambición de conquista.
En el caso de la novela, este camino largo y peligroso fue recorrido por Frodo, Samsagaz y sus amigos, quienes también tuvieron que luchar contra los prejuicios establecidos entre unos y otros, elfos y enanos, etc. Todos iban detrás del poder, todos dominados por las pasiones y a la final todos débiles ante la tentación. En la actualidad, estamos tan manchados de esa tinta que es solo echar un vistazo a nuestro alrededor, cuántas personas asisten a las mezquitas, otros a los confesionarios de las iglesias, haciendo cadenas de rezos, visitando santos y demás. Y a su vez, marginando sin tener nada de tolerancia por las personas con ideologías distintas.
Finalmente cabe decir que, una novela que fue pensada en el siglo pasado, y que sigue siendo leída por las nuevas generaciones, es el reflejo de que, a pesar de los años que nos separan del pasado, los imaginarios están tan vivos como en el tiempo en que fueron concebidos.
Por otro lado, parece que la revolución y los avances tecnológicos de Occidente no han provocado una indudable civilización. Una sociedad en la cual cada persona tiene pleno conocimiento de su historia, de sus raíces, de su pasado, es una sociedad que se encuentra instruida, una sociedad culta, una sociedad que está preparada para confrontar las diferencias de otras culturas.
Desafortunadamente hace falta respeto por la diversidad y tolerancia para convivir con lo diferente.