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“Un inmigrante es alguien que está aquí, pero viene de allá. Su identidad pierde su territorio, la nostalgia es el único camino de vuelta y el pasado se convierte en un mito: recuerdos que se agrandan, silencios que se inventan, ciudades reconstruidas sobre la memoria de cada cabeza.”
-Pilar Vargas y Luz Marina Suaza

Es casi insostenible cuando se trabaja la historia de Santa Cruz de Lorica dejar de lado la presencia árabe en esta población, porque dentro del elemento cultural actual está presente como dispositivo dinámico y pensado como propio, hoy alcanza a estar representado como un refugio en la memoria patrimonial y colectiva.

El municipio de Santa Cruz de Lorica está ubicado al norte del departamento de Córdoba, entre la parte baja del río Sinú y el mar Caribe. Gracias a su ubicación geográfica, Lorica fue el primer puerto significativo sobre el río Sinú desde finales del siglo XIX hasta la década de 1950[1].

Por su ubicación favorecida sobre el río Sinú y su cercanía al mar Caribe, Santa Cruz de Lorica se conservó como la localidad de bajo Sinú más eficiente en el siglo XIX y comienzos del XX, esto ayudó a que se radicaran “forasteros”, especialmente comerciantes sirios y libaneses.

Alrededor del siglo XIX y en las tres primeras décadas del siglo XX, los políticos e intelectuales del país sostuvieron la idea de que la manera de conseguir un progreso en la economía y en el proyecto civilizatorio era la visita y asentamientos de inmigrantes venidos de Europa[2]. Ya que estos no solo “purificarían” la raza, sino que también pondrían en marcha la rentabilidad del país. “Sabiéndolos escoger los inmigrantes son una fuerza poderosa y expansiva, que inyectaría dinamismo en nuestra perezosa economía.”[3]

La idea utópica de inmigración emerge como consecuencia de un pensamiento europeizante de la modernización, una ideología que va a acompañar a todos los países de América Latina del siglo XIX que de una u otra manera buscan cumplir este ideal, “la inmigración es ciertamente el más importante, siendo, como es evidente, que las grandes sociedades son las que presentan más fuerza, i en las cuales se desarrolla mejor la industria i la civilización.” Decía a las cámaras legislativas en 1844, el aristocrático Joaquín Acosta.[4]

Pero contrario a lo que se esperaba, la historia nos va a mostrar cómo ese sueño de inmigración es un fracaso en la Colombia del siglo XIX por múltiples razones que aparecen fácilmente ante cualquier mirada:

Conocimiento precario del país en Europa, bajo nivel de la actividad económica, antigua ocupación de las mejores tierras, dificultades geográficas y climáticas, dificultad de desmonte en medio ecuatorial, ausencia de flujo de inmigración que pudiera iniciar el proceso, debilidad de las finanzas públicas que no pueden reducir los gastos de instalación de los inmigrantes, guerras civiles frecuentes, y competencia de países más prometedores para los inmigrantes (Estados Unidos, Argentina, etc.)[5]

Colombia jamás fue un país abierto a la inmigración, por el contrario tomó una posición de exclusividad a la hora de promover la llegada de extranjeros, quienes debían ser blancos, rubios, de sangre noble y con un capital considerable, obviamente, semejantes deseados no venían a Colombia, nación pobre, dividida por tres agresivas cordilleras, estremecida por constantes conflictos armados, salpicada de enfermedades, un destino no ideal para la residencia o la inversión.[6]

En este orden de ideas los sirio-libaneses, al no cumplir con los requisitos anhelados por la elite colombiana, fueron considerados como inmigrantes indeseables, sin embargo, se instituyeron en el espacio latinoamericano entre 1880 y 1930. Colombia hizo parte de los países testigo de la venida de miles de inmigrantes originarios de Siria y Líbano, forzados por las crisis económica y demográfica que vivían estos países, la cacería religiosa y la opresión que el Imperio Otomano practicaba sobre esas regiones del Medio Oriente[7].

Lo anterior hizo que las elites se vieran forzadas a reconfigurar la idea que tenían de inmigración, hasta el punto que los sirios y libaneses terminaron representándose como portadores del progreso y como un grupo social que estaba contribuyendo al desarrollo económico de las regiones donde estaban haciendo presencia .[8]

A ellos, los otros, los de afuera, les urgía encontrar nuevas oportunidades y mejoras en la calidad de vida. Para estos inmigrantes Colombia constituyó el lugar de un nuevo comienzo, una tierra nueva, con un idioma diferente con distintas maneras de mirar el mundo social, económica, política y culturalmente.[9]

Por lo general, los primeros inmigrantes árabes eran hombres jóvenes que viajaban solteros y sin familia, pero el panorama fue cambiando con el tiempo a medida que las esposas cortejadas por sus familias, llegaron a reunirse con los maridos. Por otro lado, se empezó a presentar una tendencia al matrimonio entre diferentes grupos étnicos, entre hombres sirio-libaneses y mujeres naturales de la región.[10]

Para los árabes en Colombia un matrimonio podía ser una estrategia de inclusión o de exclusión. Por ejemplo, el caso de un levantino casado con una colombiana, o viceversa, se puede convertir en posibilidad de inclusión en mundos que antes habían estado vedados: un libanés en una familia colombiana y una colombiana en una familia libanesa. Estos matrimonios mixtos fueron, durante los primeros años. Algo así como una prueba de resistencia que muchos se atrevieron a pasar.[11]

La conciencia de una identidad siria no objetaba precisamente su asimilación a la vida colombiana. La religión no fue un obstáculo y las dificultades del idioma se superaban con facilidad. A pesar de ello no se puede desmentir que el desconocimiento del idioma crea una barrera se quiera o no, “y es que cuando no se tiene territorio, las palabras y la comida son un tesoro muy preciado.” [12] Los árabes poseían el agravante de que su lengua materna se escribe en caracteres diferentes al español y en dirección derecha-izquierda, pero a su vez el conocimiento de lenguas latinas como francés o italiano les permitió a muchos de los inmigrantes familiarizarse con el español más rápidamente y crear relaciones en el extranjero con comerciantes que dialogaban en distintos idiomas, lo que les proporcionó preeminencias sobre muchos competidores locales.[13]

Hay que recordar que el proceso inmigratorio árabe comienza en el siglo XIX, pero este suceso se despliega plenamente a partir del siglo XX, es justamente en ese periodo de iniciación donde la representación de los árabes tiene un incremento notable en el Caribe colombiano. Buscando una estabilidad social y económica se establecían en ciudades y pueblos que les brindaran una oportunidad de reorganizarse y configurar el espacio de acuerdo a sus necesidades, sitios que no tuvieran una alta competitividad económica en cuanto al comercio que era la actividad donde mejor se desempeñaban. “De esta forma, los árabes se empiezan a establecer en otros pueblos de la costa norte, por ejemplo, en Lorica, San Bernardo del Viento, Cereté y Ciénaga de Oro”.[14]

Los sirios-libaneses que se radicaron en el municipio de Lorica, para los años de 1940, se introdujeron de manera radical en los sectores de la economía gracias a la influencia que tuvieron en la red comercial sobre todo la red fluvial del Rio Sinú y Cartagena. Ascender en el campo económico les resultó favorable por su reconocido fervor laboral, de esta manera aportaron novedades al mundo del comercio. Por ejemplo, instauraron un nuevo sistema de venta: el “crédito”, donde se fiaban los productos y se pagaban por mensualidades. Este nuevo sistema de venta revolucionó el comercio, estimulando así, el crecimiento del consumo[15].
La presencia sirio-libanesa se notaba en todos los campos del comercio local, y en las décadas siguientes en otras actividades como la ganadería, la finca raíz y la política”.[16]

Además, para la década de los 40 en Lorica se construyeron obras civiles importantes gracias al capital de los inmigrantes, igualmente el mejoramiento arquitectónico para las viviendas de los mismos, se fue transformando poco a poco el centro de la ciudad, pasando de las casas hechas de Bahareques a construcciones en mampostería.

Después de una inundación en 1938 y un incendio en 1949, [17] empezaron a cimentarse obras de progreso en el centro de la ciudad, como la avenida Jesús María Lugo, edificio de caja agraria, el Cine Martha de Moisés Jattin, se desbarataba el Teatro San Diego para proporcionarle sitio a la vivienda de Doña Bertha Chadid de Jattin, al tiempo que se edificaban a los alrededores de la ciudad el aeropuerto Barvo, el hospital regional San Vicente de Paúl y el Club Campestre.[18]

Ahora bien, si Lorica tuvo un progreso acelerado en los años 40, gracias a la influencia siriolibanesa y gracias a que poseía una ubicación estratégica a orillas del Rio Sinú, en el momento en que este se fue llenando de sedimentos y se empezó a construir la carretera Montería-Cartagena, lorica dejó de ser ese punto importante y principal mercantil del bajo Sinú.

“La decadencia comercial de Lorica se hizo evidente en la década de 1950, en la misma época en la que se creó el departamento de Córdoba, con Montería como capital, y se construyeron las carreteras troncales. Ante el estancamiento de las poblaciones del Sinú como Lorica, Ciénaga de Oro o San Bernardo del Viento, muchos de los comerciantes de origen árabe se marcharon a las ciudades de mayor progreso como Barranquilla, Cartagena e incluso Montería. Tal es el caso de las familias Char, Gossaín, Bechara, Bitar, Saer, Rumié, Chaljub, Namur, Calume, Dager, entre otras. Se fueron en busca de educación para sus hijos, mejores relaciones sociales, una plaza en auge para sus negocios y las comodidades del progreso como vías de comunicación, salud, agua potable, energía eléctrica y otros servicios[19].

Si bien, la formación del departamento de Córdoba en 1951 produjo obras en infraestructura, de toda índole, edificios, carreteras, puentes, calles, la mano de obra y sobre todo el dinero de los pudientes ya no estaba en el municipio.

Finalmente, la identidad de una comunidad puede sufrir cambios de instante inmediato, como especie de cisne negro. No obstante, haya cambios, solo se transfigura. Los individuos permanecen con la idea de pertenecer a una sociedad establecida, aunque esta se haya alterado o transculturizado.



FUENTES:

[1] Viloria De la Hoz, Joaquín, (2003), Lorica una colonia árabe a orillas del río Sinú, cuadernos de historia   económica y empresarial, N. 10, Banco de la Republica, Cartagena. pág. 13.

[2]Condición legal de los extranjeros en Colombia, (1908), Biblioteca Universidad EAFIT, Colección de folletos sala de patrimonio documental, Folleto, 280, clasificación, 1663; Colección de documentos sobre inmigración de extranjeros, reimpresos de la Gaceta de la Nueva Granada, (1847), Biblioteca Luis Ángel Arango, Miscelánea 707, N° 611.

[3] Revista Semana,(1947), Universidad EAFIT, Sala patrimonial,  Vol. 1. N° 19. Pág 10.

[4]Informe del Secretario de Estado del despacho de Relaciones Esteriores de Nueva Granada al Congreso Constitucional de 1844, (1844), Biblioteca Luis Angel Arango, Miscelánea 1567.

[5]Martínez, Fréderic, (1997), Apogeo y decadencia del ideal de la inmigración europea en Colombia siglo XIX, Boletín Cultural y Bibliográfico, Vol. 34, N° 44, pág. 3.

[6]Vargas, Pilar, y Luz Marina Suaza, (2007), Los árabes en Colombia: del rechazo a la integración, Editorial Planeta Colombiana S.A, Sevilla, pág. 49.

[7]Rhenals Doria, Ana Milena, (2013), Del ideal europeo a la realidad árabe: Inmigrantes sirio-libaneses en el circuito comercial entre Cartagena, el Sinú y el Atrato (Colombia). 1880-1930. Programa de maestría y doctorado en historia de América latina: afroamérica, América negra y sus mestizajes, Sevilla. Pág.43.

[8]Ibid., Pág. 198.

[9]Arango Cano, Jesús, Inmigrantes para Colombia, (1951), talleres editoriales de la librería voluntad S.A, Bogotá, pág. 20.

[10]Posada Carbó, Eduardo y Louise Fawcett, (2000), Árabes y judíos en el desarrollo del Caribe colombiano 1850-1950, Banco de la República, Vol. 35, N° 49, pág. 21.

[11]Vargas., Op. Cit. Pág.146.

[12]Vargas, Op. Cit., Pág. 73.

[13]Viloria, Op. Cit., Pág. 26.

[14] Astudillo, Néstor, (2011), Apuntes sobre la inmigración sirio-libanesa en Colombia. CSCA, WEB. Actualidad Étnica, Bogotá.

[15] Ibíd., Pág. 3.

[16]Gamero, Katya Inéso, (2008). El legado de los inmigrantes árabes y judíos al desarrollo económico de la Costa Caribe colombiana ya la conformación de su empresariado entre 1850-2000. Clío América, vol. 2, no 4, Pág. 310.

[17]Revista Semana,(1949), Universidad EAFIT, Sala patrimonial, Vol. 1, N° 116, pág. 8.

[18]Ríos Sossa, Adriano, et al. (2007). Santa Cruz de Lorica Siglo XX Historia visual, segunda edición, Alcaldía de Santa Cruz de Lorica. Pag. 71.

[19]Viloria., Op.cit. pág. 51.

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Historiadora. Lectora empedernida, apasionada. Me muevo a través del arte. Como diría Pizarnik: "Soy yo y todas las que fui".

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