Estática, apoyando los sueños de alguien más, viendo a otros crecer mientras a mí me dominaba el miedo, encerrada en una zona de confort, con sueños frustrados y un estado de quietud constante.
Todo cambió el día que, revisando los apuntes del pregrado, encontré una notita que decía: «si no escribes, si no publicas, no existes». Entonces, el querer hacer se convirtió en un estoy haciendo y las letras que ocupaban espacio en el ordenador o en aquella libreta de la mesa de noche empezaron a salir a la luz.
Hace un año tener un blog dejó de ser utopía, hace un año empezó este proyecto de reconstrucción y descubrimiento. Hoy estoy cargada de agradecimiento con estos 12 meses de letras, de retos, de aprendizaje, de oportunidades que han ido apareciendo en el camino, gracias a los lectores, a sus mensajes y críticas constructivas, gracias por cada enlace compartido que ha contribuido a que la familia Historiarte siga creciendo.
Es una fuente de energía para mí saber que ahí afuera hay alguien intimando con el firmamento de palabras e ideas que voy tejiendo, dejando un pedacito de mí en ellos y un pedacito de ellos en mí. Reafirmando mis objetivos compuestos por ingredientes del alma.
¡Gracias, gratias, gratus!