Hace un par de días publiqué un estado en mis redes sociales que enunciaba lo siguiente; Ante la proximidad de un nuevo proceso electoral en nuestro país, es preciso cuestionarse si el abstencionismo y la no participación política es, o no, una manera de inexcusable neutralidad. Vale recordar la frase de la Divina Comedia:
“Los confines más obscuros del infierno están reservados para aquellos que eligen mantenerse neutrales en tiempos de crisis moral”.
Pues Bien, de Dante se infiere que elegir y equivocarse es mejor que no hacerlo. De esta manera por lo menos habría un criterio debatible. Si bien es cierto que ningún tiempo es favorable para ser neutral, en particular, estamos atravesando un momento difícil como para elegir serlo, hay mucho en juego para resguardarse tras el discurso apolítico.
Es una obligación moral accionar sobre las cosas importantes, bien sea política o razones de sensibilidad social. En consecuencia, además del sufragio, hay distintos medios participativos. En el preciso momento en el que se reúnen algunas personas a debatir sobre los asuntos sociales se está haciendo política. Exponer una opinión pública es otra manera de hacer y participar en política, claro que esto no es del agrado de los ciudadanos ansiosos por presumir «mayor intelectualidad» criticando y despreciando todo aquello que pueda ser relacionado con el quehacer político que como partícipes de un tejido social debemos seguir construyendo.