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Además de compartir un territorio y símbolos (Escudo, Bandera e Himno), ¿Qué es lo que nos identifica como partícipes de una Nación determinada?
¿Son los intereses económicos y políticos dentro de un elemento estatal o territorial los principios más importantes en el proceso de la formación de la Nación?
Cuando se habla de Naciones inconclusas, se hace referencia a las naciones latinoamericanas. Un problema que tiene su raíz en el S. XVIII. , debido a que los criollos no construyeron Estados nacionales apoyados en razonamientos étnicos o culturales como la lengua, la historia, cultura o religión. No podían hacerlo, pues en aquel entonces no existían “nacionalidades” diferentes, sino una sola (la española) [1], usual para todos los representantes americanos y españoles. “La identidad americana era cierta y unitaria sólo en relación con la España peninsular y en este sentido fue muy operativa durante las guerras de independencia”[2]. Este planteamiento es reafirmado en Los pioneros criollos, donde se expresa que, la creación del nacionalismo en los nuevos estados americanos de los siglos XVIII y XIX es atractivo porque no puede exponerse en significaciones lingüísticas, ya que se articulaban en la misma lengua que las metrópolis de las que se independizaron [3].
En ese marco de ideas, la americanidad no se lee como una noción consistente para la constitución de una nación propia. Al designarse americanos, los criollos planteaban una determinada categorización, de la cual resultaba una delimitación frente a los españoles, delimitación que es explicada por Benedict Anderson, y que consiste en que a diferencia del español, el criollo no podía acceder a todos los cargos y no podía pasar de ser comisionado de una colonia a serlo de otra, así mismo, se presenta el siguiente silogismo: “nacido en las Américas, no podía ser un español auténtico; ergo, nacido en España, el peninsular no podía ser un americano auténtico” [4], lógica que formó una dinámica emoción de diferencia.
En síntesis, sí, la construcción de la Nación moderna en América Latina es inconclusa, gran parte de ello se debe a que en el siglo XVIII, no se había engendrado, ni en España ni en las colonias, un perfeccionamiento tecnológico y económico, una representación que se refiera a una colectividad de seres humanos etno-culturales politizadas como unidad, capaz de mantener una comunidad imaginada. Proceso que sigue siendo el principal reto en nuestros días, forjador de dicotomías, fraccionamiento, falta de empatía, reconocimiento, identificación y participación de los individuos en la sociedad imaginada y proclamada como Nación.
FUENTES:
[1] Guerra, François Xavier, “Mutaciones y victoria de la nación”, en: Modernidad e Independencias, Ensayos sobre las revoluciones hispánicas. Madrid, MAPFRE, 1992, pág. 347.
[2] Ibíd. p.348.
[3] Anderson, Benedict, “Los pioneros criollos” en: Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y difusión del nacionalismo, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, pág. 78.
[4] Ibid. p. 92.
Y todo ello nos devuelve al punto de partida de doña Mariana. Con estos enfoques se puede justificar por qué América es diferente de la España peninsular, pero no por qué Ecuador o Venezuela son diferentes de Colombia.
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La segunda, que las naciones americanas son muy antiguas, anteriores al surgimiento del nacionalismo moderno. Sorprendentemente, en lugar de desarrollar un concepto propio de nación (como si hicieron en EEUU) en muchos casos intentaron adaptar ideas nacionalistas europeas y buscar una base étnica para su justificar su especificidad. Al final, en eso consiste en indigenismo, tan popular desde el siglo XIX (por cierto, en la península y en Canarias también existió y existe un cierto indigenismo).
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Muchas gracias por este comentario tan sugerente. Un par de ideas que se me ocurren sobre la marcha. La primera, que la misma lógica de predominio del interés local sobre el general que condujo a la independencia de América se encuentra también tras la independencia de los distintos países. Curiosamente, en la península se vivió un fenómeno similar durante el periodo cantonal, aunque (quizá por el tamaño relativamente pequeño del país) no llegara a cristalizar.
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