Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.
Mi ausencia en este espacio tiene una razón muy bonita y enriquecedora, me encuentro moldeando la arcilla de mis nuevos estudiantes. Mi atención y tiempo está enfocada en aprovechar cada potencial, encaminarlos al crecimiento y crecer con ellos. Despierto cada día con la convicción de que será mejor que el anterior, que me esperan en el aula 25 sonrisas, 25 abrazos multiplicados por 6. Lienzos dispuestos a llenarse con los colores y matices de cada uno de los profesionales que hoy tenemos la oportunidad de acompañarlos en su proceso de aprendizaje. Junto a ellos he encontrado la manera de sembrar y esparcir mis semillas.
Verbalizarlo es sencillo, pero conlleva gran responsabilidad. Enseñar es tan delicado como exigente, aún más cuando lo que enseñas es clave en la formación de individuos íntegros, que desde hoy se desenvuelven en la sociedad. Ser docente es un cúmulo de valores; Disciplina, paciencia, empatía… Es aprender en simultaneo, inquietarse y ser curioso, es convertirte en amiga, enfermera, niñera, psicóloga, nutricionista y hasta esteticista, todo en el mismo paquetito cálido y transparente.
He confirmado, además, en este ejercicio lleno de desafíos, que la Historia es una materia difícil de abordar, entre otras cosas por la dificultad que presenta para los estudiantes comprender la historicidad con exorbitantes fechas e información. Con pasión y amor, trabajo en este reto de enseñarla con una didáctica en la que se facilite la narración histórica y así edificar conocimientos e interés. Es ineludible infundir en los niños y adolescentes, sobre todo, una razón histórica que permita consentir las perplejidades, pero también apropiarse de los retos que se presentan para la resolución de problemas en lo que respecta al reconocimiento del otro en la identidad social, permitiendo así una reconstrucción de la memoria, de la Historia en mayúscula y las historias de cada uno de ellos, de la que ahora también hago parte.