Después de mucho pensar y darle vueltas al mismo asunto decidí, por fin, plasmarlo en un lugar donde siempre que me sintiera perdida pudiera venir a encontrar un poco de luz.

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Plasmar en algún lugar y que se quede para siempre.

Siempre que he necesitado luz recurro a los libros para encontrar una cita que me ayude a salir de la confusión en la que me encuentro, quizá si alguien revisara mi disco duro o mi nube pensaría que soy alguien eternamente perdida, ya que libros tengo y muchos. Unos de autoayuda, lo acepto, otros un tanto románticos, pero en su mayoría son libros con los cuales me inspiro y cada vez que llego a ellos me hacen suspirar y volver a empezar.

Hoy, una situación, una persona, un libro y un sentimiento me llevan a escribir esto. No es fácil, ya que hace muchos años no escribía, no exteriorizaba aquello que me quitaba el habla o me nublaba la mente y me hacía dormir para no pensar.

Vamos en orden. La situación, de solo pensarla, me hace un hueco grande en el estómago. ¿La razón?, son 5 años en los cuales esa situación me sigue como una sombra y de la cual he intentado alejarme, irme, poner tierra y hasta mar de por medio, ¡y nada!, como lo leen, ¡nada!

Si en su mente creen que esa situación tiene nombre, apellido y cédula, ¡tin tin tin!, le atinaron: es una persona la que me genera esta situación. Dicha persona se ha encargado de estar de manera constante en mi vida, a veces con intermitencia, otras de forma permanente, pero siempre está y eso me saca de mi estado zen, me desestabiliza porque tal situación es una duda permanente. He intentado escapar, pero es imposible. Incluso, he decidido dejarme llevar y no pensar, pues haga lo que haga el resultado es el mismo: todo igual.

Ante esta situación, que ni yo encuentro cómo explicarla, creí que escribir me ayudaría a organizar la idea, pero no. Me sigue dando vueltas el mismo pensamiento. La situación es el debate entre olvidar a alguien o seguir esperando.

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Olvidar para mí se ha vuelto fácil, lo he hecho todo el tiempo: personas, lugares, acciones, direcciones, etc…, es un mero acto liberador del equipaje de más. No obstante, esta maleta de mano no logra irse, no deja venderse, siempre regresa con más fuerza y su contenido me pone de nuevo de cabeza.

No sé si mi impedimento para olvidar es que esta situación reúne una serie de requisitos para volverme loca o tal vez nunca le he logrado encontrar un pero bien grande para mandarlo al carajo y sin tiquete de regreso.

Esta persona tiene el apodo de ‘Quinto’, este ser intermitente en mi vida es el generador directo de la situación en que me encuentro; es que, claro, las mujeres siempre nos enrollamos con aquellos que nunca nos prestan atención o nos dejan ahí, tibias. Yo no estoy genéticamente diseñada para soportar  que no me presten atención, mejor dicho, los mando para ‘la porra’ en el mismo momento que comienzan a ignorarme o se dejan ver con otra, porque ese acto de María Magdalena a mí no me queda. Por otro lado, los tipos tibios no me han representado mayor problema, pues puedo buscar otra entretención fácilmente, pero este ‘%·$%·$%·$’; ¡es que de sólo pensar en su tibieza me hierve la sangre!, por él y por mi pendejada de no ser capaz de dejarlo atrás.

Ya teniendo claro mis encontrones de amor y odio con este sujeto, les resumo la historia: recién entré a la universidad lo conocí, nada especial, yo todavía tenía la máxima idea de que  primero estaba mi carrera. Durante los 6 meses que duró el semestre, ‘Quinto’ no hizo más que ‘pedir pista’ y yo con el aeropuerto cerrado. Y entonces cuando yo quise, él ya no quería y diciéndome “yo no me siento querido” se fue.

En ese momento tomé mi dignidad, mi amor (el que le tenía y el propio) y abordé un avión a Londres durante tres meses, en los cuales bebí cual camello, lloré al punto de la deshidratación y  lo maldije como obrero en construcción. Sin embargo, regresé con la esperanza de no volverlo a ver, pero ¡oh, sorpresa!, resultó ser mi nuevo compañero de curso. Cuando me di cuenta de esto, casi me hiperventilo, duré varias clases sin entrar porque me quedaba encerrada en el auto tomando té de tilo para los nervios y repitiéndome mil veces que la procesión se lleva por dentro.

Nuevamente vi que no se iría de mi vida y no lo hizo, por ende debía hacerme a la idea de la amistad que me ofrecía, ya que hasta novia tenía. Así continuaron varios semestres en los que además él empataba novias con una facilidad impresionante. Yo, siempre soltera, mas no disponible, plato de segunda, ¡jamás! Aunque de vez en cuando se le alborotaba el amor, con lástima para él se encontraba con el muro de mi dignidad, la cual le repetía: ¡Segundona, no!

‘Quinto’, soltero, decidió que la siguiente relación sería con él mismo, aunque pasado un año de esa soltería empezó a abusar de su intermitencia conmigo. Un día, vaya Dios a saber por qué, tuve la valentía suficiente para encarar dicha situación y coger al toro por los cuernos: hablar frente a frente. Entonces, en dicha conversación se resumió toda nuestra historia y concluimos que ninguno de los dos sabía qué pasaba, sin embargo, siempre hubo algo, hay algo y quién sabe hasta cuándo habrá algo.

Entre sus palabras, varias coincidían con las mías. Parecía que estábamos en un mismo canal, pero ninguno de los dos lograba concretar nada, pues él insistía en su argumento de querer estar solo, sin ninguna, ni siquiera conmigo. Por mi parte, la experiencia me ha enseñado que quien persevera solo alcanza en una película donde Ryan Gosling sea el protagonista, por lo que no me lancé a esa empresa y preferí quedarme en un lugar cómodo hasta el día que llegue uno que revuelque mi mundo y por fin logre olvidarlo, o hasta que el destino decida juntarnos para algo más que un fin de semana o una noche.

**Gracias a un lectora.

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