Tengo 28 años, me llamo Milena, soy colombiana. Después de terminar una relación muy tormentosa y de la cual no me había recuperado por completo, decidí por sugerencia de una amiga registrar mis datos en una página de internet para encontrar amigos, pero nunca me imaginé que encontraría algo más que una amistad.
Un día, alguien en esa página llamó mi atención, era un hombre de Turquía llamado Serkan, de 32 años. Cuando empezó a escribirme, no era el hombre a quien yo buscaba.
Al comienzo le huía, ya que no me sentía cómoda con el inglés que manejaba en aquel momento. En su foto de perfil aparecía un hombre rubio, que igual no me gustó. Días después me dijo que si me podía enviar sus fotos reales, porque la que aparecía en el perfil no era la verdadera, por lo que en ese momento perdió mi confianza y me lo imaginé poco atractivo. De todas formas, ya me caía muy bien de tanto hablar con él por el chat.
Así pasamos varios meses hablando por chat y conociéndonos un poco con solo palabras, hasta que un día me escribió al correo personal, donde me envió sus verdaderas fotos. Yo, sin el más mínimo interés y después de casi tres semanas abrí el correo, fue un flechazo a primera vista: ese hombre sí que me gustó. Desde ese momento para acá se nos hizo cada vez más común e indispensable saber acerca del uno y del otro, y no solo eso, también acerca de nuestras familias y amigos.
Él es una persona muy decidida por lo que quiere. Lo digo porque por ejemplo de una vez me propuso matrimonio, cuando tan solo nos veíamos por la cámara del chat. Yo acepté, pues ese hombre cumplía con todos los requisitos que yo tenía en mente de un hombre. Él estaba muy contento de que yo hubiera aceptado, entonces, cuatro meses después decidió comprarme los tiquetes para que viajara a Turquía a conocerlo, yo acepté y me fui. Me pareció un hombre maravilloso, encantador y de sentimientos puros.
El tiempo nos premió a los dos, porque él está feliz de conocerme y yo estoy encantada de tenerlo cerca de mí y pendiente de la que será su esposa muy pronto. Ha pasado un año y ya comparto con su familia, pues me aceptaron inmediatamente y se portaron muy cariñosos conmigo. Él y yo queremos conformar una familia y ser felices.
Ya estando allá, nos casamos simbólicamente delante de Dios. Pero aún falta el matrimonio real.
Ahora estoy en Turquía, viviré aquí, mis sueños se están cumpliendo, nos casaremos pronto. Ya puedo decir que nuestra historia de amor y a distancia tuvo un final feliz.
**Gracias a un lectora.
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