Desde que me divorcié han sido muchos los intentos de mis amigas y amigos, también los de mi familia, por conseguirme una pareja. Citas a ciegas van y vienen, hombres muy recomendados, ejecutivos y exitosos, porque una mujer como yo, según ellos, “debe aspirar a alguien de tipo ministerial”. 

En estos años los he conocido todos: altos, bajitos, flacos, gordos, blancos, morenos; deportistas, parranderos, fieles, mujeriegos; calvos y peludos. Entonces, comienza de nuevo: alistar la pinta e ir a la peluquería para quedar hermosa. Solo Dios sabe cuánto dinero he invertido.

Llega el momento y en cuestión de segundos toco el ‘paraíso’ o literalmente me siento atrapada en un cuarto sin salida y en una cita bastante aburrida.

Cómo olvidar aquel pretendiente que me cantaba tangos; lo peor es que el tango no es que me guste mucho. Prefiero las baladas de los 80. O aquel hombre que no veía desde mi adolescencia y me invitó a almorzar para contarme que estaba estudiando mi hoja de vida, pues tenía una “vacante para esposa”. Tampoco falta el ex- novio que aún no supera la terminada y después de muchos años me insiste en que debemos tomarnos un café “para aclarar algunos temas pendientes”.

Tengo que hablar de aquel amigo que me invitó a salir. Alguien especial con el que compartí en muchas ocasiones mi época universitaria. Recuerdo cuando fue a recogerme a la casa. Me monté en su carro muy arreglada y perfumada, pero de inmediato sentí un fuerte olor a ‘pecueca’ (olor fétido que despiden los pies de una persona por falta de aireación o higiene.),  que me obligó a mantener la ventana abierta y la nariz por fuera. A pesar del fuerte olor y del mareo que sentía, logré observar el basurero que tenía en su carro. El hombre hizo todo lo posible para que volviéramos a vernos.

Por mi vida después del divorcio han pasado hombres muy valiosos e interesantes y varias propuestas de matrimonio, como la que me hizo un vecino de mis papás. Un señor de edad más bien avanzada (eso sí, con la cuenta corriente llena). En todo caso, cada vez que me lo encuentro en el ascensor no duda en preguntarme de nuevo si quiero casarme con él y me pide que le explique el por qué de mi negativa.

Pero la vida también te enseña que, aunque tengas atributos y seas una mujer profesional y bonita, no le puedes gustar a todos los hombres. He tenido también que soportar horas y horas, de día y de noche, esperando la llamada o el mensaje en el WhatsApp.

¡Sí!, es cierto que me he quedado esperando a que más de uno me llame, porque así como algunos hombres se han flechado conmigo, yo he quedado flechada con más de uno.

Quiero referirme especialmente al que me presentó una gran amiga, un ‘hombrazo’, (un gran hombre) en todo el sentido de la palabra. Divorciado, guapo, inteligente, profesional y por qué no decirlo, adinerado. Lo conocí en una fiesta y quedé encantada. Aún no sé la razón por la cual a pesar de que me pidió el número de mi celular jamás llamó. Con mi amiga hicimos todos los intentos para que lo hiciera. Lo veo en las fiestas y reuniones familiares. Aún está solo.

Es inquietante esto del amor, pues la persona que todos creen que es la perfecta para ti no es precisamente la que te gusta o viceversa. No sé si es que cuando eres divorciada y pasan los años te llenas de ‘chocheras’, (debilidad mental consecuencia de la edad) y no te acomodas con nada. Esto les pasa a las mujeres y a los hombres también. O simplemente es que no hay explicación, porque el amor es un misterio tan grande que nadie ha podido descifrarlo, solo sentirlo.

Gracias a una lectora*

 

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