Mi esposo y yo tuvimos una familia unida y feliz durante 20 años. Tuvimos una niña, Lucrecia, de  cabellos rizados y un color amarillo que cuando salía al sol, le brillaba como a una princesa en los cuentos de hadas. Por su mente no pasaban malas ideas y mucho menos pensar que su papá nos iba abandonar.

Él era un ejecutivo con un puesto de administrador en una gran empresa. Su desempeño fue ejemplar. Salía de la casa a las 6:00 a. m., para estar en su trabajo antes de las 8:00 a. m. Por la noche llegaba a la casa a las 7:00. Fue un padre y un esposo maravilloso, pero como dicen, “lo bueno es bueno hasta que se termina”.  Pues sí… terminó.

Un día cualquiera todo cambió, comenzó a llegar tarde a casa y algunas veces no llegaba. 

─Héctor ─le pregunté─, ¿por qué estás llegado tan tarde?  ¿Por qué a veces no llegas a la casa?

─¡Mira Mariana!, yo trabajo mucho y la empresa está pasando por un mal momento; no me molestes ahora.

Así pasaron varios días y ya no lo veíamos. Después de esto él cambió mucho. Me preguntaba qué estaba pasando con mi esposo Héctor, por lo que me dediqué a vigilarlo.

Nosotras las mujeres podemos ser cansonas, como nos dicen ellos, pero también tenemos un sexto sentido para averiguar y lograr lo que nos proponemos.

Una tarde llegó Lucrecia del colegio, le preparé su almuerzo y nos sentamos en el comedor a hablar.

─Mami ─me dijo─, ¿qué está pasando con ustedes? Yo ya no soy una niña. El próximo año entro a la universidad. Ya soy una mujer y quiero que me trates como tal. Cuéntame, ¿ustedes tienen problemas?, ya no se ven, ¿qué ha pasado? ¿Dónde quedaron esas tardes de los fines de semana cuando estábamos los tres siempre unidos?, últimamente no nos vemos.

─Lucrecia, hija, estoy averiguando qué pasó con tu padre. Nos ha abandonado y creo que hay otra mujer; voy a descubrirlo por mi cuenta.

Pasó un mes desde la conversación que tuve con mi hija cuando Héctor nos reunió a las dos para decirnos que se iba de la casa. No me dio el motivo, pero se fue.

El tiempo pasó, la niña entró a la universidad y con ella también nos dejamos de ver como antes.

Cuando me reunía con mis amigas todas estaban con sus esposos o amigos y yo siempre sola. A veces buscaba distraerme yendo de compras o arreglando los cajones de la ropa, sacándola y volviéndola a guardar.

Un día llegó mi hija con un amigo, según ella era su novio Wilson. Esa tarde tuvimos un almuerzo y conversamos mucho, contamos chistes y reímos. Hacía rato que no me sentía así de bien.

Cuando Wilson se fue, mi hija me aconsejó entrar a una página de internet para buscar amigos y así lo hice. Varios perfiles, varias fotos… No lo niego, fue una experiencia bastante buena, conversé en el chat con varias personas y con otras hablé por teléfono. Esto duró un mes hasta que un hombre llamado Nosliw me agendó una cita para vernos personalmente.

Le conté a mi hija y se emocionó mucho, tanto que comenzó arreglar mi forma de vestir para ese día. Cuando llegó el momento, me arreglé y fui a encontrarme con él al lugar donde habíamos acordado, era un restaurante. Ahí me recibió alguien del sitio y me preguntó el nombre. Le dije: “Mariana” y me indicó una mesa reservada donde estaba una sola persona. 

─Buenas noches ─dije─, soy Mariana, ¿eres Nosliw?

Él me miró,  yo lo vi.  ¡Qué sorpresa!  Era el novio de mi hija.

Conversamos y me explicó que quería una experiencia diferente a mi hija y que quería a una mujer mayor.

No lo niego, el muchacho me hace sentir bien, pero ¿cómo decirle esto a mi hija?

Coincidimos en llevar una relación en secreto, pero con la condición de que él dejara a Lucrecia para que no sufriera después.

El tiempo pasó y él y yo nos encontrábamos en lugares diferentes a nuestros hogares. Fui feliz durante el año que mantuve el secreto. No obstante, decidí contarle y explicarle a mi hija que Nosliw era el nombre invertido de Wilson, su exnovio.

Sin embargo, mi hija me dio otra sorpresa:

─Madre, no te preocupes, yo solo quiero que seas feliz y si él es para ti, yo no me interpondré. Además, Wilson pasó a la historia conmigo.

Fue así como terminé enamorada de un hombre menor que yo, que además, era el novio de mi hija.

* Condolezza quiere ser tu amiga, escribe a este blog literario y cuenta tu historia a:  condolezzacuenta@hotmail.com  Twitter: @condolezzasol.   Todas las historias serán revisadas y corregidas para ser publicadas.  Se reservarán los nombres, si lo deseas.  

Fotos 123rf.