Sus pasos, a veces lentos, a veces rápidos, marcan una línea que divide el binomio contradictorio ausencia-existencia.
Su corazón está partido en dos; un lado no quiere ver a quien fue parte de su vida en esa tumba anónima, conserva la esperanza de volver a ver a esa persona viva.
El otro lado de sus maltratados sentimientos quiere parar con el sufrimiento y por eso anhela saber que por quien ella está muriendo ya descansa en paz.
Cada vez que la pala extrae tierra de la fosa, ella quisiera que se la arrojaran en su corazón para sepultar sus penas.
Es el momento en que ‘María’ deja de ser persona para convertirse en espíritu, y como tal recibe el código que le revela el Propósito de Dios: La tumba está vacía.
Esa fue la Primera Señal que Cristo nos dio para que supiéramos que Dios lo había resucitado.
Que nuestra esperanza siempre sea volver a ver a las Víctimas Directas de Desaparición Forzada vivas, que nunca nuestra Fe deje de ser la de creer que morir en Cristo es ganancia, y que todos los días la muestra de Caridad sea entregar nuestra vida a la causa de Dios con la esperanza de ver a Colombia reconciliada y en paz, marchando bajo las banderas de una misma fe y con los corazones llenos de la caridad de Dios para que nadie nunca más vuelva a sentir el dolor que causa el horror de las masacres ni la tristeza de ser desplazado de su tierra o exiliado de su patria.
No lloren por las víctimas, trabajen para que nadie más sea una víctima.
**Gracias a un lector.
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