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Los colombianos siempre hemos querido una reforma estructural. Sobre la reforma que está aprobándose, se supo que nació como parte de un estudio realizado en el 2015, en el que se propuso básicamente la unificación de muchas tarifas y hacer un monotributo.

En dicho estudio, también se recomendó fortalecer los mecanismos para la lucha contra la evasión y elusión fiscal -dos conceptos de los cuales el primero se refiere al no cumplir con las normas y el segundo a mirar, de acuerdo a la ley, cómo nos podemos beneficiar de esta-, con el fin de materializar algo que ha sido aspiración de muchos colombianos de bien: castigar con la privación de la libertad a los que no cumplen con sus obligaciones tributarias.

Por estar basado en un documento técnico, se podría pensar que el proyecto de reforma que hace tránsito en el Congreso es serio y diferente, no como los de otros años que se veían hechos a la carrera, con el objetivo de tapar el hueco fiscal del momento, sin lograr una solución de largo plazo.

Desde el punto de vista técnico, sobresale, por ejemplo, que en el proyecto que dio lugar luego a la reforma estructural el concepto de contabilidad transaccional ya no está, siendo reemplazado por el de contabilidad financiera, de manera congruente con la aplicación de las NIIF que hoy son obligatorias por ser los libros oficiales en Colombia. Así, se mencionan aspectos como el costo amortizado, el valor razonable, el impacto de activos biológicos y el impacto en empresas de propiedades de inversión.

Además, en la medida en que se apliquen las NIIF, se presume que el patrimonio siempre será mayor; se podrían realizar avalúos más recurrentes con base en la definición de su política contable. Esto se verá representado en los cálculos del impuesto diferido por el efecto de las diferencias temporarias y temporales, o permanentes.

Con este cambio conceptual, se hace visible la repotenciación del rol del contador público dentro de la organización, siendo crucial su capacidad de análisis y buen criterio, lo que equivale a eliminar la percepción de un contador de ‘mangas y visera’.

Otro aspecto interesante que se contempló en la reforma, es el referido al de las entidades sin ánimo de lucro, a las cuales se las ‘mete en cintura’. Dentro del proyecto se establece que todo lo que estas entidades trasladen o paguen hasta tercer grado de consanguinidad y cuarto de afinidad, será transferencia de utilidades, siendo grabado con impuesto a la renta del 20%.  Si bien se esperaba algo más fuerte para estas entidades que, hoy por hoy, recaudan mucho dinero que luego es trasladado a los mismos dueños desvirtuando la naturaleza sin ánimo de lucro, lo contemplado en la reforma ya es un paso muy importante.

Pero aunque esa reforma parezca seria no nos deja conformes, y todavía hace falta considerar varios puntos para que sea lógica y efectiva. Por ejemplo, en lo relativo al impuesto de patrimonio, este se mantiene siendo que, a nuestro juicio, debía haberse eliminado. Hay países en el mundo que no tienen impuesto al patrimonio sino a la riqueza, a la renta, lo cual resulta lógico pues así se evita una tributación múltiple. Este cambio implicaría que la gente deje de pagar impuestos al patrimonio cada año aliviando la economía de las personas.

De otro lado, para que la reforma sea efectiva se requiere que haya sanciones fuertes a los infractores, razón por la cual la cárcel a los evasores es algo fundamental. Pero tal como se ve el panorama hasta hoy todo parece ser un espejismo, algo difícil de alcanzar.

El Fiscal General de la Nación, ya señaló por su parte, esta semana, durante la aprobación de la reforma,  que “la norma antievasión que se está proponiendo es un saludo a la bandera” (Lea la noticia), pues la evasión solo acarreará multas, haciendo impracticable cualquier acción penal.  Según el Fiscal, se debería pensar en un castigo representativo y de autoridad.

Queda claro entonces que la reforma sigue sin dientes, y que la intensión de castigar a los evasores y ladrones del erario no se ha concretado. No hay una acción concreta, dentro de la reforma tributaria, en la que el Estado le garantice a la gente que, a pesar de que se van a meter la ‘mano al bolsillo’, el gobierno ayudará con medidas fuertes de control, que su cumplimiento sea general como debe ser. 

Para que la reforma sea efectiva, el tema cultural también juega un papel importante, y es otro aspecto que debe considerar. Hay que recordarle a la gente que algunos de los impuestos que recaudamos son producto del pago de un tercero, es decir el que recauda un impuesto simplemente está haciéndole el favor de recoger ese dinero que le pertenece al Estado. Esa plata no es de él.  Culturalmente hablando, a la gente le duele devolver el IVA que le corresponde porque considera equivocadamente que es suyo, generando una mala práctica que debemos acabar.

La gente se escuda también en el argumento de que la carga tributaria, no solo en impuestos nacionales sino territoriales, es alta, por lo que no paga y, como no paga, el gobierno no recibe lo que espera, por lo que vuelve y sube las tarifas, fomentando un círculo vicioso.  Ante este panorama, no ha habido tampoco quien haga un pacto nacional por una sana tributación.

Pero, siguiendo con la crítica al proyecto, ¡dejémonos de vainas! la gente sabe que el hueco fiscal no se dio únicamente porque el precio del petróleo bajó y el dólar subió o por las otras razones que se han expuesto de forma oficial, sino porque la corrupción no ha dejado hacer la inversión y se han robado la plata. (Lea: ‘La Corrupción el impuesto más caro que pagamos’)

Otro factor que ha contribuido a ese hueco, y al que nadie quiere ponerle atención, es la ocultación de bienes en el exterior, que ha fomentado también una cultura del no pago.

Por esto, nuevamente, la parte penal, bien lo ha señalado el Fiscal General, es clave, y debería ser uno de los pilares de la reforma. Esa es la manera de empezar a generar que las personas sean responsables con el impuesto. El control a los evasores y a los corruptos debería ser tajante. 

De acuerdo con el blog  ‘Corrupción en el 2016: un cáncer que hizo metástasis en Colombia’ que hizo un muestreo simple sobre los casos de corrupción, solo durante el 2016, el costo de este fenómeno representó cerca del 50 por ciento de lo que es hoy el hueco fiscal ¡Válgame!

Pero ¿qué estamos haciendo para recuperar esos dineros y aquellos que van a los paraísos fiscales? ¿Por qué no plantearse una reforma donde realmente se controle el hueco?

Esta reforma era una oportunidad para que se hiciera una propuesta seria. La gente esperaba otra cosa, como que se controlara donde verdaderamente está la plata. Quedan muchos sin sabores frente a este tema, sobre todo cuando fue evidente la mano de los grandes empresarios que llegaron a cobrarles a los legisladores el patrocinio de sus campañas para que representaran sus intereses en esta reforma.

Alguien tiene que salir y decirle al Estado que esto no es así, que debe tomar medidas contundentes porque por ello la gente no cree en la reforma.

¿Cuándo un país puede empezar a ser próspero? Cuando se ha controlado la corrupción y todos pagan con gusto los impuestos. Por ello, la reforma estructural debería incluir algunos pilares: el impuesto como tal, segundo la forma de recaudarlo y evitar la evasión y elusión, y tercero controlar la corrupción. Si la reforma actual tiene dichos temas bien enmarcados se logra el objetivo. Mientras tanto, la reforma tributaria nunca será estructural y se podría vaticinar un escenario no muy alentador.

La reforma la radicaron de nuevo a duras penas el lunes, 19 de diciembre, y cuenta con 300 y pico de páginas por revisar. A miércoles ya se habían propuesto en la cámara baja aprobar más de 200 artículos relacionados con la canasta familiar.  A estas alturas, viendo ese avance, preocupa incluso la forma como será aprobada. Preocupa el tiempo que se tomaron en el Congreso de revisarla adecuadamente y discutirla.

No es secreto que la reforma se aprueba por pupitrazo y en medio de anananitas nana, pero ¿debemos seguir permitiéndolo? ¿fue suficiente el tiempo que tuvieron los congresistas para revisarla de la mano con sus asesores? ¿le dedicaron el tiempo y seriedad que merece? ¿favorecieron de nuevo a los empresarios que los pusieron en ese cargo?

Hagamos la paz con los impuestos. Hagamos un alto en el camino y una reforma que de verdad recoja, de una vez por todas, las modificaciones de fondo y que sean sostenibles en el largo plazo, esto para que no volvamos a vernos en el apremio, cada año, de tomar medidas para salir del hueco fiscal.
Hagamos la paz para los impuestos. No le digamos más mentiras a la gente. Evitemos decir siempre que esta será la última reforma tributaria.

Amanecerá y veremos.

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