Vivo en país socialista. El más socialista de todos los países socialistas. Tengo un presidente socialista. Una constitución socialista. Un partido comunista con integrantes cabalmente socialistas. Además de salud, educación, economía y programación televisiva socialista. Y si creen que exagero, puede que cuando me case mi esposa tenga también algo de socialista. ¿Se puede pedir más o es demasiado?

Antes de continuar quiero agradecer a todos los socialistas naturales o nacionalizados en dicha ideología. Les debo mucho como para ignorar sus aportes. Les debo sobre todo el hecho de mostrarme el rostro humano del socialismo, ahora sé y cada día me convenzo más de que no nos parecemos. ¡Gracias!

Si una persona nace en Italia, no tiene que ser católico. Si nace en Irán, no tiene que ser islamista. Si nace en Israel, no tiene que ser judío ortodoxo. Si nace en los Estados Unidos, no tiene que ser capitalista. A esto le llamo: ejercicio básico de la libertad de conciencia para oponerse a la religión de los padres y abuelos sin ser considerado un ingrato. Y perdonen que trate el socialismo como una religión, pero es que tiene algunos elementos que me convidan a pensar de ese modo: creyentes, algunos más convencidos que otros; su libro sagrado, el Capital; su profeta, Carlos Marx, y hasta sus predicadores, nada difícil de rastrear en el Internet y por eso ni los menciono. Pero como se dice popularmente acá: «cada loco con su tema». Solo piense, ¿por qué mi caso tendría que ser la excepción? Si nací en Cuba, no tengo por qué ser socialista, con ser cubano me alcanza.

A veces me pregunto qué razones tengo para no ser socialista. Y cae sobre mí una carga insoportable que solo desaparece por completo cuando pienso que nadie puede obligarme a serlo. Entonces invierto la pregunta, ya no es por qué no lo soy sino por qué debería serlo. Les confieso que ser socialista solo porque nací en este archipiélago hermoso me parece absurdo. Tan absurdo como sugerir que debes ser panadero porque tus papás fueron panaderos y vives en Bogotá donde se cocina el mejor pan de Colombia. Quizás lo único verdadero de esta frase sea el final. ¡Le pido a Dios que nos libre de ser lo que la gente quiere que seamos y me permita comer nuevamente el pan de Bogotá!

Incluso, hoy en día, a diferencia de los años de la Guerra Fría, el panorama político se ha vuelto más diverso. Y aunque en este texto hablo solamente del socialismo cubano; no es menos cierto que hay tantos tipos de socialismo como personas que los practican. De hecho, si tomamos el controvertido caso de China podemos llevarnos una sorpresa por la inclusión de ideas propias del libre mercado. La escritora Veronica Smink en su artículo para la ‘BBC News’ ¿Cuán comunista es realmente China hoy?¹ no teme señalar que «el modelo económico introducido por Deng basado en una economía de mercado, se bautizó oficialmente «Socialismo con características chinas»».

La periodista advierte que «Deng hizo todo lo contrario a lo que pregonaba Mao: liberalizó la economía, permitiendo el resurgimiento del sector privado y descentralizó el poder, dejando la toma de decisiones en manos de las autoridades locales». La visita de Richard Nixon a China durante la Guerra Fría tendría sus repercusiones. Lo que denota una evidente flexibilidad en la manera de concebir el pensamiento político y, desde luego, el socialismo. Cabe la posibilidad de que individuos de las distintas latitudes agradezcan esta diversidad y se convenzan de que el socialismo es una opción más.

De cualquier modo, si eres socialista por nacimiento o por convicción, buena suerte, en mi caso prefiero no serlo.

Cuando viajé… ¡qué días más lindos aquellos! Días de luz y nostalgia. Aún me persiguen las imágenes de una Cartagena iluminada en Navidad. Pereira con ese tono jovial, amigable, y hasta entrenido. «Bien pueda», me decían a la entrada de una tienda como si yo fuera millonario. Bogotá y frío, una misma cosa. Mucho tráfico. Y un poco de miedo a la oscuridad de la calle. Y qué decir de Cali, la capital del sabor. ¡Salsa 100 % pura! En este momento es cuando se me escapa un suspiro por la calidez de los rostros que vienen a mi mente. Me amaron desde que me recibieron.

Viajé y no me acordé por buen rato de ese fantasma. Podía ignorar esa palabra y, si se puede decir, ser ignorado por ella. Bastante poco me importaba que se acordara de mí. En las calles de Colombia no tenía que lidiar con carteles  de «Socialismo o Muerte». Cuando más la imagen gigantesca de un elefante o un perro acompañada de la pregunta: ¿qué ves? En cambio yo me preguntaba: ¿qué no veo? ¡Ja, ja, ja!  ¡Si pudiera trasmitirles la satisfación que siento ahora que pienso en eso! ¡Gracias a Dios no veía tanta ideología! Aunque la hay, la hubo y la habrá, tuve la sensación de que no fue tan abrumadora como era mi costumbre.

En este punto, usted debe estar preguntándose: ¿tanto lío para decir esto? ¿solo esto? ¿viajar produjo ese efecto en ti? ¡Acá no hay argumentos de peso! ¡Solo el capricho de la voluntad! Y quizás esté en lo cierto. Sin duda, viajar me desmostó a nivel del corazón que podía vivir sin el socialismo. Que no le debía mi vida como me hacían creer. Y sobre todo, que las ideologías se parecen más a las amistades que a la familia. En el primer caso, tú las escoges a ellas; en el segundo, ellas te escogen a ti.

¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis…?²

Tengo otras razones, pero esas vendrán luego. Por el momento me gustaría pensar que soy libre para ser cubano sin tener que ser socialista, aunque todo el mundo lo sea. Mientras tanto mi conciencia y mi voluntad dormirán tranquilas.

Por Lázaro del Valle

Fuente:

¹https://www.google.com/amp/s/www.bbc.com/mundo/amp/noticias-internacional-49749240

²(RV1960 Ro.6:16)

Fotografía de Perla Murillo