El covid-19 ha sido el tema más hablado, informado y controvertido durante los últimos meses en el mundo. Todos hablan acerca de sus efectos, consecuencias, cómo afectará nuestras vidas en el futuro y cuales son las mejores maneras de combatirlo. Algunos países han optado con medidas de cuarentena obligatoria que han llevado a la paralización de las principales actividades económicas, como Colombia; mientras otros han optado por otro tipo de medidas.

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Miremos el caso Helvético, Suiza ha sido uno de los países más afectados con el virus; en su momento más crítico ocupó el octavo lugar en el mundo con más casos por número de habitantes. En efecto, a finales de abril llegó a tener 29.705 casos, lo cual es una cifra alta si consideramos que tiene una población aproximada de 8.500.000 personas; es decir, uno de cada 286 habitantes tenía el virus. Sin contar que además, tiene frontera con Italia y Francia; los cuales han sido de los países que más han sufrido los estragos del covid-19.

Por su parte, Colombia tiene una población aproximada de 48.258.494[1] personas, de las cuales hay 33.354 personas contagiadas y 1.045 han muerto[2]. Aunque es posible que hayan muchos casos no diagnosticados, los datos oficiales indican que hay una persona contagiada por cada 1.446 personas y la cifra de muertes representa solo el 0.002% de la población del país. Con lo anterior, no quiero decir que cada persona que haya contraído el virus o muerto, no sea sumamente valiosa.

Sin embargo, pese a la compleja situación del virus en el país helvético, es asombroso que ahora ocupa el puesto 28 después de Suecia. En efecto, desde el 27 de abril inició su primera etapa de normalización con la apertura de ciertos comercios y servicios médicos. La segunda etapa comenzó el 01 de Mayo, donde se reiniciaron las clases y fue abierto todo el comercio minorista, además de museos y bibliotecas[3].

En este punto, nos preguntamos ¿en qué consistió la efectividad de sus medidas? ¿cuál es el secreto del éxito suizo contra la pandemia? He tenido la oportunidad de pasar la evolución de la crisis del virus en este país y para sorpresa de muchos jamás hubo una “cuarentena obligatoria”, sí se suspendieron las escuelas y actividades comerciales no esenciales por un tiempo; así como las iglesias y las reuniones de gran número de personas. No obstante, lo más impresionante es que, lo que hicieron la mayor parte de los gobiernos cantonales fue solamente dar recomendaciones sencillas que las personas han seguido hasta el presente. Recomendaciones como mantener 2 metros de distancia, lavarse las manos, toser y estornudar en la curva del brazo, permanecer en casa si tiene fiebre y evitar tocar los ojos, nariz y boca en la calle; han sido de las medidas más exitosas.

Creo que más allá de la efectividad de las medidas, la solidez de la economía o el buen sistema de salud, que de hecho puede ser una gran ventaja; ninguna medida o política sanitaria, por efectiva que sea, será exitosa si las personas no tienen esa conciencia de que deben seguir instrucciones o hacer lo correcto, aunque no haya un control externo que los obligue a cumplirlo o a abstenerse por el temor a recibir una consecuencia. Es como un pensamiento colectivo impregnado en la cultura, que lleva a las personas en su rutina diaria a cumplir con las normas de tránsito, reciclar, respetar los turnos en las filas, pagar el tiquete del transporte público sin que alguien controle la entrada o pagar unas flores en el campo sin que nadie vigile si está dejando el dinero; entre muchas otras situaciones.

Algunos autores le han dado diferentes nombres a este fenómeno y muchos otros le han adjudicado diferentes causas; personalmente prefiero atribuirlo a algo llamado autogobierno, término que es usado por el autor Bill Burtnees[4] para explicar por qué en algunos países, especialmente en aquellos que tuvieron la reforma protestante en el Siglo XVI, se enseñó a las personas que, cada individuo puede gobernar su vida de acuerdo a lo que la norma superior (Biblia) le enseña, y puede hacer lo que es correcto; aun si no existiera un control externo, o una sanción que lo obliga.

Esta “conciencia” le ha ayudado no solo a Suiza sino también a otros países que tuvieron la reforma protestante, a desarrollar el concepto de la ética protestante del trabajo, a impulsar el desarrollo tecnológico y construir democracias estables basado en el autogobierno y la responsabilidad personal desde el más bajo nivel.

Finalmente, podemos preguntarnos si en realidad es necesario tener una cuarentena obligatoria o podemos aprender de la experiencia de otros países; protegiendo nuestra libertad individual, pero al mismo tiempo haciendo buen uso de ella a través del autogobierno y la responsabilidad que implica sobrellevar esta crisis. ¿Estamos preparados para ello?

Por Dayana Buendia V

[1]ttps://www.dane.gov.co/index.php/estadisticas-por-tema/demografia-y-poblacion/censo-nacional-de-poblacion-y-vivenda-2018/cuantos-somos

[2] https://ncov2019.live/

[3] https://www.swissinfo.ch/spa/coronavirus–la-situaci%C3%B3n-en-suiza/45592694

[4] La tercera alternativa: El autogobierno cristiano. Bill Burtness con Patrick Buttler. Editorial Libertad. 2018.