Hace unos días entró a la calle una volqueta con un cargamento de abono para plantas. Mi mamá lo había comprado para una huerta que está cultivando en un lote al lado de la casa, desocupado desde hace muchos años. Me impresionó la montaña de abono de unos 1.80 metros de altura en la mitad del lote. Cuando la gente quiere sembrar plantas compra un saco o una bolsita de abono, no un cargamento completo de una volqueta, pensé. Le pregunté: ¿y qué vas a hacer con todo este abono? ¿vas a venderlo o qué? Y ella con el tono más normal me dijo: no, no, no, es para mí huerta, todos tenemos un hobby ¿o no? Pues este es mi hobby.
Cierto día que caminaba por el lote, enterré en la pila de abono recién comprada (ni siquiera en la huerta) la pepa del mango que me estaba comiendo, sin más, esperando que creciera un palito de mango. Han pasado tres meses y aún estoy esperando que salga…
Sabía que había hecho algo mal, teniendo en cuenta la dedicación y el cuidado que mi madre le dedica a las plantas y todo el tiempo que les invierte para que germinen y crezcan. Mira, me dice, primero se deben poner las semillas en un semillero para que germinen poco a poco, luego de que las semillas germinan cada plantica se divide en bolsitas independientes. Después de un tiempo, cuando han crecido un poco más y están más fuertes, se pasan a la huerta. Entonces supe que muchas semillas nunca germinan en el semillero, otras mueren en el proceso de trasplante a la bolsita o de la bolsita a la huerta, también supe que cada semilla germina en un tiempo diferente y que cada plantica tarda un tiempo particular para dar frutos. Mi mamá hace todo este proceso con mucha pasión y dedicación, como si se tratara del cuidado de un bebé.
Todo esto, ¿no les recuerda algo? ¿Qué pasa si comparamos a esa semilla que necesita cuidado para poder germinar con un niño pequeño? ¿Cuál sería entonces esa huerta o esa jardinera dedicada? Pienso de manera especial en la familia como ese lugar para crecer y germinar correctamente. Es en ella donde somos formados; ella marca de manera especial quienes somos.
La familia es una institución fundamental para el desarrollo de los individuos y las naciones. Stephen Mcdowell y Mark Beliles lo explican en su libro ‘Liberando las naciones’ de la siguiente manera: “La familia es el bloque de construcción básico en la sociedad; como es la familia en una nación, así es la iglesia, el Estado, la educación, los negocios, las artes y la vida de esa nación. El hogar es la primera esfera de la sociedad y no solo determina el fundamento de los componentes de esta, sino que también determina la medida en que estos prosperan.”
Cuando se trata del desarrollo y formación del ser humano “ninguna área debe recibir mayor atención que la de la naturaleza, responsabilidades, deberes e influencias del hogar.” (Mcdowell, Beliles) Como esa semilla que necesita cuidado para poder crecer y dar frutos, así, el ser humano necesita en sus años de crecimiento y formación a una familia que lo eduque y forme con disciplina, cuidado y dedicación.
¿Cuál es la condición de la familia en Colombia? Observando las siguientes estadísticas, de las cuales dos ya hemos mencionado en una entrada anterior en este blog, es preocupante el panorama de la institución de la familia en este país: según la Encuesta Nacional de Demografía y Salud del Ministerio de Salud del 2017, el 51 % de los niños y adolescente menores de 18 años no viven con ambos padres. Según datos del Dane del mismo año, el 56 % de las madres colombianas son cabeza de familia; según el reporte internacional de World Family Map del 2019, el 82 % de los nacimientos en Colombia se dan fuera del vínculo matrimonial, ocupando el primer lugar dentro de los países encuestados.
A la luz de estas estadísticas sería interesante ver los problemas que tenemos como nación, considerando las siguientes palabras: “Lo que conforma al hombre conforma a la nación; la influencia del carácter y las ideas infundidas en los hombres a través del hogar es evidenciado en los gobiernos, escuelas, iglesias, medios de comunicación y negocios de las naciones. Tendremos buenos ciudadanos cuando tengamos buenos padres” ¿Qué podremos esperar de las demás instituciones sociales si la principal institución se encuentra tan afectada? ¿Cómo podrá nuestra sociedad producir ciudadanos productivos y sanos?
¿Qué pasaría si no se cuidara con dedicación la huerta; si no se le invirtiera el tiempo necesario para que florezca, si la calidad de la tierra fuera mala, si no existiera esa jardinera que cuida con delicadeza cada semilla, que sabe cuánto tiempo tardan en germinar o cuándo dará frutos cada plantica? Si no existen estas condiciones, la huerta nunca dará frutos o será productiva.
¿Cómo podemos responder a esto como jóvenes? Durante mucho tiempo he escuchado a través de redes sociales, películas y otros medios el concepto tan bajo que se tiene del matrimonio. Evidentemente hay cosas más interesantes que hacer por Colombia; otros proyectos en los que invertir nuestro tiempo para mejorar la nación, pero, ¿hacer familia?… ¡la familia no es tan importante! ¿será que hemos creído de manera irreflexiva en estas ideas?
En fin, yo esperaba que la pepa de mango recién chupada germinara y creciera así sin más… pero no es tan fácil. Para que una planta crezca y dé frutos se necesita disciplina, cuidado, tiempo y mucha dedicación. Por alguna causa, los más jóvenes ignoramos esto. Y aunque no todos vamos a darnos a la tarea de plantar un árbol, es muy probable que aspiremos a tener una familia, y más vale que así sea.
“…porque la fortaleza de una nación, especialmente una nación republicana, está en los inteligentes y bien gobernados hogares del pueblo”. (Mcdowell, Beliles)
Por: Juan Sebastián Ruiz