¡Éntrese, no respondemos por la vida de nadie! Fueron las palabras que nos gritó uno de los soldados que estaban disparando desde el frente de mi casa a los guerrilleros, quienes también respondían con fuego. Este fue uno de los muchos enfrentamientos que tuvo el ejército contra la guerrilla, en una interminable disputa por  “recuperar el territorio”.

Fotografía tomada de Pixabay

Mi pueblo fue uno de los corregimientos que perteneció a la zona de despeje de San Vicente del Caguán. Ellos siempre estaban armados y eran quienes legislaban, judicializaban y ejecutaban las leyes. Desde muy pequeña se me enseñó que, si tenía algún problema, ellos lo solucionarían, sobre todo si se trataba de plata o de comida.

Uno de los días que más recuerdo fue cuando se anunció el fin de la zona de distensión, nunca vi tantos helicópteros y aviones sobrevolar mi pueblo, la gente corría de un lado para otro y algunos padres estaban en gran preocupación por sus hijos que viajaban todos los días a otro pueblo para ir al colegio. En ese momento me pregunté: ¿quiénes son los malos? La guerrilla siempre se mostró amable, pero cuando el ejército aparecía, había enfrentamientos, muertes y mucha intimidación por parte de los dos bandos. Quizás era muy pequeña para entender las razones de esa guerra.

En diciembre pasado estuve allí por varias semanas y tuve tiempo para meditar en algunos temas, uno de ellos fue el hecho de haber crecido bajo un gobierno ilegítimo, es como si te robaran el sentido de pertenencia por tu patria; y la otra, que tristemente muchos crecimos creyendo una gran mentira: ¡quienes gobiernan tienen que suplir mis necesidades!

Crecí creyendo que esta idea funcionaba, nunca se me ocurrió preguntarme: ¿de dónde vienen las lonas de mercado que nos da la guerrilla? ¿De dónde la guerrilla saca el dinero que nos regalan? ¿Cómo se financia? No es un secreto que uno de los medios de financiación de las Farc fue la extorsión. (en los videos referenciados al final de este artículo usted podrá evidenciarlo) Es decir, ellos creaban decretos que luego comunicaban a los ganaderos, petroleros, industriales, comerciantes y les exigían el pago de una “vacuna”. Si cuando yo era niña alguien me hubiese dicho que la guerrilla robaba a algunas personas que trabajaban y se esforzaban por crear un patrimonio, obligándolas a apoyar una causa de guerra con la cual probablemente ni siquiera estaban de acuerdo, jamás lo habría creído; porque yo sabía que si alguien en el pueblo robaba, ellos lo castigarían, ya fuera que pusieran al ladrón a limpiar el cementerio o que lo amarraran al otro lado del río por algunos días. Su delito no quedaba impune.

Una de mis cosas favoritas en esa época eran las fiestas decembrinas, siempre había regalos, comida y alcohol gratis para todos por parte de la guerrilla. En algún momento recordé con nostalgia esta época, añorando la “abundancia” y “gratuidad” de esos tiempos, quizás sin conectar que el costo de todo lo gratuito ofrecido por la guerrilla lo estaba pagando algún colombiano en cualquier punto del país, que en ese momento estaba siendo siendo extorsionado y cuyo patrimonio estaba siendo derrochado por nosotros que no habíamos trabajado para obtenerlo. ¡Qué duro ha sido darme cuenta que no hay nada gratis, siempre alguien tiene que pagar el precio!

Han pasado muchos años desde que la guerrilla ya no manda en el pueblo, el conflicto armado dejó heridas que los años no han podido sanar y es inevitable evidenciar las consecuencias. Por ejemplo, tú puedes mediante la observación y un par de conversaciones darte cuenta que esa idea de que quienes gobiernan tienen que suplir tus necesidades, quedó sembrada en la mente de las personas. Aunque allí ya no gobierna la guerrilla, pero sí el Estado, gracias a los subsidios las personas siguen esperando que sean quienes los gobiernan los que suplen sus necesidades, esperando que el subsidio de vivienda llegue antes de que su casa se caiga, porque la “ayuda” que va a llegar es “gratis” y aparentemente eso es más fácil que trabajar para pagar la reconstrucción.

Me surge la pregunta: ¿realmente es gratis? La respuesta es NO, una vez más hay un trabajador que se esfuerza por tener un patrimonio en cualquier parte del país, al que el Estado le cobra impuesto por tener empresa, casa, carro y hasta por la comida. Traté de hacerle entender esto a mi tía, quien espera fervientemente cada subsidio que el Estado le da, y su respuesta fue sencilla: “A mí qué me importa de dónde viene la plata”. Ella dijo la verdad, no le importa; si le importara, su casa no sería una de las que se está cayendo y menos teniendo en cuenta que su esposo es constructor; pero las ideas tienen consecuencias y, así como mi tía, un gran número de personas en el pueblo son dependientes de lo que sus gobernantes puedan hacer por ellos, olvidando por completo su responsabilidad de gobernar y sojuzgar la tierra.

La falta de desarrollo en mi desolado pueblo no es por olvido del Estado o por falta de recursos; uno de los problemas allí es la decisión diaria de abandonar su responsabilidad personal y cederla a quienes los gobiernan. Como lo dice el autor Darrow Miller Todos los pueblos y culturas tienen una cosmovisión, es decir una perspectiva o un modelo específico del universo. Esta cosmovisión tiene más influencia en su desarrollo, su prosperidad o pobreza, que la que tiene su ambiente físico u otras circunstancias.[1]

Lo cierto es que ya han pasado más de 10 años y tal parece que la justicia no cojea si no que fue amputada, es necesario entender que no podemos ser víctimas toda la vida y que necesitamos empezar a preguntarnos: ¿Cómo puedo ser parte de la solución? Porque puede que el Estado tenga buenas intenciones, pero nunca va a ser tan efectivo como un grupo pequeño de personas que deciden unirse para generar cambios de bienestar para su entorno, solo entonces veremos desarrollo.

 

Por: Nohelia Ester Sánchez

 

https://www.youtube.com/watch?v=tNKRlsUrpz8

https://www.youtube.com/watch?v=5UqFMI2n5zg

[1] Miller L. Darrow 2001. Discipulando Naciones. Pág.32