¿Puede una mujer cristiana ser feminista? Por supuesto que es posible en la práctica y seguramente muchas lo serán. Sin embargo, el feminismo y el cristianismo difieren esencialmente, y no por la etiqueta de “machista” con que muchos intelectuales han adjudicado a la cristiandad, sino porque sus bases conceptuales son radicalmente polares. Déjame compartir contigo algunos pensamientos al respecto.
El machismo es una cosmovisión heredada no solamente de nuestros conquistadores sino también de nuestros ancestros indígenas. Desconocer la existencia de esta problemática es una canallada. La lucha de las feministas es absolutamente legítima, el asunto es que este movimiento enraizado intelectualmente en la teoría marxista encarna tres de sus características esenciales y nocivas:
La lucha antagónica
Cuando escucho los cantos de las feministas, cuando leo sus murales y pancartas y reviso a sus referentes intelectuales, podría concluir que el discurso feminista contemporáneo está lejos de ser un llamado a la reconciliación y el entendimiento mutuo; todo lo contrario, parece ser una proclamación de odio contra el hombre heterosexual, en especial si su piel es blanca. La generalización tiende a ser mentirosa y poner a todos los hombres en una misma bolsa es una exclamación anti-intelectual. Esto no solo aviva las brechas entre el hombre y la mujer, sino que tampoco brinda una solución práctica al complejo problema del machismo. ¿Por qué no se consideran otras variantes que encrudecen el abuso contra la mujer? El alcoholismo, la falta de voluntad de las víctimas para denunciar, la impunidad y la inefectividad del sistema judicial, las prácticas matriarcales, los problemas económicos etc.
Contrario a la igualdad, se pretende alcanzar la supremacía y la eliminación reduccionista de lo que se considera el problema, destituyendo cualquier indicio de responsabilidad personal. Bien lo dijo la filósofa feminista Chantal Mouffe: «la política feminista debe ser entendida, no como una forma de política diseñada para la persecución de los intereses de las mujeres como mujeres, sino más bien como la persecución de las metas y aspiraciones feministas dentro del contexto de una más amplia articulación de demandas”. Engels, en su libro El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, uno de los principales textos ideológicos del marxismo, no titubea en afirmar que “en la familia, él es el burgués, la mujer representa al proletariado”. Obreros contra empresarios, mujeres contra hombres. La solución típica del marxismo: la eliminación del otro.
“Cuando una mujer llega al orgasmo con un hombre lo que hace es reproducir el sistema del patriarcado”. Sheila Jeffrys
“Bajo el patriarcado cada hijo de una mujer es su traidor potencial y también un violador o explotador inevitable de otra mujer”. Andrea Dworkin
El igualitarismo
¿Por qué marchan las feministas? ¿Por la igualdad? Pero si la igualdad ante la ley es una realidad en Latinoamérica en todos los sentidos jurídicos y existe un código penal que castiga la violencia contra hombres y mujeres, ¿qué tipo de igualdad buscan?
El feminismo expresa su descontento ante los estereotipos que, según ellas, ha subyugado el “ser mujer”. La maternidad y la feminidad son, supuestamente, una imposición de la cultura patriarcal. ¿Es la maternidad una construcción social? ¿No es más bien una consecuencia natural de nuestra esencia? Ahora, ¿hay leyes que obliguen a las mujeres a ser madres? ¿Existe una norma que demande a la mujer a usar vestido en lugar de pantalón? ¿Hay algún decreto que exija a la mujer cortarse el vello de sus axilas y usar brasier? No, no existe tal cosa. Entonces, ¿cuál es el problema? El problema es la presión social. ¿Quieres decir, entonces, que necesitas que la sociedad te apruebe para ser auténtica? ¿Debemos pensar todos de la misma forma para poder convivir?¿La identidad de la mujer debe ser un patrimonio social y colectivo?
Paradójicamente, no percibo mucha diversidad como expresión natural de la libertad, lo que percibo es una tendencia a la uniformidad, parece que la propuesta es ir en contra del estereotipo construyendo uno nuevo: la mujer feminista ideal debe tener bello en la axila, no usar brasier, pintarse el pelo, no tener hijos, y, si es lesbiana, mejor. Todas iguales, todas uniformadas, no hay lugar para la diferencia. ¿Habrá lugar en el movimiento feminista para aquellas que no comparten sus visiones, aquellas que aspiran a ser madres, esposas, modelos y amas de casa?
Estatismo
El feminismo canta que el “Estado opresor es un macho violador”; sin embargo, esperan que éste sea su salvador. Tal como el marxismo busca que la planificación centralizada de la sociedad materialice sus ideales, este colectivo busca imponer su visión del mundo a través de la intervención en el Estado. No buscan penas más altas para los violadores y asesinos (incluso se han opuesto a ellas), militan para educar a la próxima generación a su imagen y semejanza. ¿Qué más debería hacer el Estado de derecho sino castigar al malhechor? Cualquier iniciativa educativa desde el sector público es una amenaza para la libertad intelectual.
Ya vemos algunos avances con propuestas políticas vigentes profundamente desiguales como la categoría penal del “feminicidio”, o las leyes de cuotas que demandan al Senado reservar obligatoriamente puestos exclusivos para féminas. ¿Será que las mujeres somos tan incapaces que debemos asegurarnos esos cupos? Si somos mayoría poblacional, seguramente no llegamos a los puestos de poder porque las mujeres no están votando por mujeres; y sobra decir que están en todo su derecho de elegir a quien deseen, puesto que, por ejemplo, en Colombia, el voto es programático y los programas no tienen sexo.
A través de los años se nos ha hecho creer que uno de los principales motores del machismo es el cristianismo. Sin embargo, si echamos un vistazo al mundo (Medio Oriente, Asia Oriental, África) descubriremos que es en las naciones occidentales cuya base moral está cimentada en los principios bíblicos judeocristianos, donde las mujeres son más libres y cuentan con una mejor calidad de vida al tener garantizados todos sus derechos ante la ley.
Otra perspectiva
La Biblia, desde sus primeros versículos, establece que el hombre y la mujer son iguales en dignidad y valor delante de Dios. Génesis narra la creación del hombre y la mujer en tres capítulos distintos (1:26 / 2:7/ 5:1-2). En el capítulo 5, Génesis afirma que “… El día en que creó Dios al hombre, a semejanza de Dios lo hizo. Varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adam, el día en que fueron creados”. Adam, significa ser humano. El hombre y la mujer tenían igualdad en su dignidad y valor, pero eran diferentes en su fenotipo y en sus roles. El matrimonio es un reflejo de la trinidad, tres personas distintas, con roles distintos, que conviven en completa unidad y amor. El mismo Marx estaría de acuerdo con esta afirmación, por lo tanto, señaló a la familia como uno de los principales obstáculos para estatuir la doctrina socialista: «Si el origen de la familia celestial no es más que la prefiguración de la misma familia terrenal humana, es a esta a la que hay que destruir».
“La familia nuclear debe ser destruída y las personas deben encontrar mejores formas de vivir juntas… cualquiera que sea su significado final, la disolución de las familias es ahora un proceso objetivamente revolucionario”. Linda Gordon.
Ya en el Nuevo Testamento vemos a un Jesús que tiene relaciones estrechas con mujeres e, incluso, dignifica a algunas de ellas cuyos pecados eran socialmente reprochables. La historia de la iglesia primitiva nos testifica de mujeres que ocupaban puestos de liderazgo e, incluso, cuando el apóstol Pablo toca el tema del matrimonio, enseña que la mujer debe someterse a su marido, pero que éste debe amarla de tal forma que de su vida por ella.
La familia es el bastión de la libertad y la prosperidad económica. El liberal Ugo Stornaiolo Silva escribió en su artículo para Fundación Libre, Familia, Propiedad y Herencia: Instituciones civilizatorias y sus enemigos: “…Aquí se debe explicar el aspecto civilizador de la familia, a la que Lew Rockwell considera “una institución anárquica […] que no requiere de acto estatal para existir sino que fluye de las realidades fijas de la naturaleza humana y se refina formalmente en el desarrollo de normas sexuales y el desarrollo de la civilización”, es decir, que es una institución surgida del orden espontáneo y que, como tal, responde a las necesidades de la naturaleza humana, y más aún, permite el justo desarrollo de individuos y comunidades en cuanto se forman dentro de ese orden”.
Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Gálatas 3:28
Una visión superficial concluiría con rapidez que la literatura bíblica está colmada de machismo; pero ésta, fiel a la verdad, no cuenta la historia de la humanidad como debió haber sido sino como fue y presenta a sus personajes como humanos, con sus virtudes y defectos. Dios nunca ha querido controlar al ser humano, Dios los gobierna, y pretende hacerlo a través del entendimiento aunque lograrlo tome tiempo, permitiendo que el ser humano sea tan libre como para que tenga la opción de rebelarse contra Él para cometer actos deplorables como el oprimir a su prójimo sea hombre o mujer.
“Su predicación se centró en avivar las conciencias, en aumentar el fervor espiritual y en fomentar la práctica de una caridad universal, pero no en tomar partido sobre determinadas soluciones políticas, sociales y económicas. Un hecho tremendamente significativo es que ni siquiera se molestó en denunciar al sistema dominante, la esclavitud… salvo en el momento en el que pide a los esclavos que respeten a sus amos y a los amos que respetaran a sus esclavos… No apareció… como un revolucionario… ni como un personaje que pretendía revertir el orden establecido, aunque realmente estaba llevando a cabo la revolución más profunda de la historia. La esclavitud como tantas otras costumbres deleznables de la Antigüedad, cayó precisamente cuando el espíritu de fraternidad y amor predicado por Jesús caló de tal modo en la sociedad europea que la situación no se pudo sostener más, y se buscaron alternativas a ese sistema injusto. Jaume Aurell, catedrático de la Historia Medieval de la Universidad de Navarra – España, en su libro Genealogía de Occidente.
Dentro de esa igualdad que brotó en el corazón de occidente está la idea de que el hombre y la mujer son iguales ante la ley, igual de dignos ante Dios. Incluso, el filósofo alemán Nietzsche, que proclamó su supuesta muerte, llegó a la misma conclusión de que no existe otra base intelectual que pueda hacer evidente esta verdad, es por eso que, a pesar de los logros de la República Platónica y la Democracia Griega, su filosofía no alcanzó para certificar que las mujeres y los discapacitados eran ciudadanos: «Otra idea que también tenemos incrustada por la herencia, en las carnes de la modernidad, tremendamente absurda: el concepto de la «igualdad de las almas ante Dios». En ella encontramos el prototipo de todas las teorías de la «igualdad derechos»».
Es evidente que el feminismo actual es militante, coercitivo y radical, su base ideológica no puede germinar en otra cosa que no sea el totalitarismo. No, no soy feminista, con ser cristiana me basta. Creo que la lucha por la igualdad y la reconciliación hay que librarla, pero no al costo de la libertad individual de los hombres y las mujeres, que por años Dios ha respetado. Esta lucha de la que hablamos debería estar inspirada en el amor, sí, el amor, pues aunque ofrece el camino más largo, también es el único capaz de gestar la unidad en medio de la diversidad.
Por: Perla Murillo