Durante este tiempo mi intención ha sido analizar los problemas sociales que adolece el país a partir de una cosmovisión cristiana. Ciertamente es legítima la oposición a una reforma que tiene como propósito expandir el poder impositivo del Estado a través de los tributos, aun cuando la historia reciente nos ha dado lecciones tan amargas, sin embargo, las razones para oponerse son diversas, incluso dentro de un mismo colectivo opositor. A partir de ello, después de pensar el tema he llegado a las siguientes conclusiones:
Primero, considero que una oposición a la reforma es completamente legítima, y como egresado de la facultad de derecho tengo claro que el derecho a la protesta, mientras sea pacífica y sin armas, debe ser respetada y no está sujeta a permiso de autoridad alguna.
Segundo, respecto al uso de la violencia como factor esencial de todas las revoluciones, me opongo. Me entristece ver cómo una visión de la historia sostenida por Hegel y posteriormente por Marx está tan enraizada en tantas personas; lo que esa idea postula básicamente es que “sólo sería posible la reforma y el progreso social por medio de las revoluciones violentas que poco a poco irán transformando la humanidad” [i]. Contraria a esta visión, la Biblia enseña que es función jurisdiccional de la administración de Justicia ejercer justicia al malhechor, tanto si es quien oprime como si es quien responde ante la opresión de forma ilegítima (Rom 13:4), por lo tanto la vía correcta es el clamor de la aplicación correcta de la justicia con el mismo rigor a todos (atendiendo a los hechos y no al autor) y no la respuesta injusta ante la injusticia ¿Quién define lo justo? Dios, y la forma correcta de reprimir la injusticia es por medio de la pronta ejecución de la justicia.
Unos ejemplos de movimientos contra sistémicos que se levantaron pacíficamente son:
– William Wilberforce contra la esclavitud Inglesa (1833)
– Mahatma Ghandi con la desobediencia civil no violenta para liberarse del dominio del imperio británico (1944)
– Martin Luther King Jr, en la revolución por los derechos civiles de los negros en los EE. UU. (1955)
Tercero, sobre las responsabilidades sociales tengo que decir lo siguiente: he percibido que muy a pesar de lo dicho por los memes y la prensa, la Constitución Política de Colombia de 1991 es una constitución socialdemócrata y desde el año de su expedición, Colombia ha venido desarrollándose bajo esos postulados. Este sistema político es uno en el que el Estado no ejerce el rol únicamente de sujeto activo para castigar el fraude y al malhechor, sino que es sujeto activo en la economía, este dicho se puede corroborar en el aumento del gasto público que pasó de ser 17,69 % del PIB en 1991 a 31,88 % en el 2019 [ii]. Bajo ese entendido Constitucional se despliega la siguiente lógica: A: Existe un problema social. B: Se hace nominalmente responsable al Estado del bienestar social, C: por ende, los problemas sociales existen porque el Estado no cumple con su responsabilidad nominal, ya sea por acción, omisión o extralimitación. Bajo este esquema el responsable de solucionar todos los problemas sociales es el Estado, o al menos aquellos problemas de los que se le haga nominalmente responsable, sin embargo ¿qué nos dice la Biblia acerca de problemas como de la pobreza? y ¿sobre la ayuda al necesitado?
La Biblia enseña básicamente que “los individuos capaces tienen la primera responsabilidad de cuidar de sí mismos; que cualquiera que se rehúse a trabajar no debiera esperar ser alimentado por otros; que las familias tienen la responsabilidad de cuidar de aquellos miembros incapaces de cuidarse a sí mismos; que la Iglesia y otras organizaciones voluntarias tienen la responsabilidad de cuidar de aquellos que sean incapaces de cuidarse a sí mismos cuando no haya cuidado disponible de parte de sus familias; y que la renuncia a esta responsabilidad significa abandonar al pobre al Estado y a otras instituciones, lo que invariablemente resulta en amenazas para la libertad y la propiedad (1 Timoteo 5; 2 Corintios 8-10; 1Tesalonicenses 3).” [iii] Y es precisamente en este último estadio en el que nos encontramos, creo que es una buena hora para pensar en cómo estamos asumiendo las responsabilidades que Dios nos da y ante esa pasividad cómo estamos sufriendo las consecuencias de un Estado con funciones cuasi-ilimitadas.
¿Cuál es la solución? Rendirnos ante Dios y asumir nuestras responsabilidades legítimas, de esa forma existirá una amenaza latente en contra de la burocracia innecesaria y se producirá verdaderamente un progreso social. Un Estado rebelde ante la sabiduría de Dios es un Estado que tarde o temprano traerá ruina a sus administrados.
Mi última reflexión es que es más sabio, antes de lanzar una protesta, mirar si como individuos creados con un propósito estamos siendo responsables con aquello que se nos ha ordenado. Mi crítica con estas reflexiones no es únicamente a un Estado que asume responsabilidades que no les corresponden sino también a un país que ha sido negligente y pasivo en ignorar las responsabilidades que le corresponden. Humildemente lo único que le pido a Dios es que traiga arrepentimiento y cambio en esta nación, desde adentro hacia afuera, un cambio legítimo que le dé gloria a Él.
Por: Juan José Castillo Romero
[i] Cruz Suárez, A., 2009. Sociología. Viladecavalls: Clie, Editorial, pp.157-168.
[ii] datosmacro.com. 2021. Colombia – Gasto público 2019. [online] disponible en:: <https://datosmacro.expansion.com/estado/gasto/colombia> .
[iii] Cosmovisión Cristiana de la Economía – Beisner, Bosqguit.