Bill Gates decidió invertir 3,5 millones de dólares en la investigación que logrará crear leche materna artificial. ¡Qué gran idea! No cabe duda que será un producto rentable. Debo aclarar que la principal motivación del magnate es reducir la contaminación del planeta, así los padres no tendrán que elegir entre cuidar la tierra y alimentar a sus hijos.

Me asombra y en algunos casos me complace ver cómo las políticas públicas, en concordancia con la ciencia y la tecnología,  le permiten hoy a los individuos el poder de desarrollarse con libertad, en aras de cumplir con sus proyectos de vida a cabalidad. Imagínate ahora las mujeres en cinco años, podrán evitar la engorrosa tarea de amamantar a sus hijos, incluso compartirán la labor en equidad con los padres.

Además, hoy día, los colectivos trabajan arduamente para que toda mujer pueda abortar a un hijo no deseado que amenace sus sueños.  Y es que el sexo ha dejado de ser tabú y los hombres y mujeres pueden experimentar su sexualidad sin ningún tipo de restricción moral u obligación social, en todo caso, el matrimonio se ha convertido en una institución superflua, incluso molesta. Tener hijos ya no es una bendición y por ende, la vasectomía es un procedimiento que ha merecido el aplauso de quienes consideran que es una práctica loable.

Existen en nuestros días todo tipo de aplicaciones que nos permiten ser quien quiera que queramos ser, frente al público inmanente tras la pantalla; podemos pasar horas en Netflix viviendo los dramas y las emociones que preferimos no experimentar en carne propia. En un mundo en el que podemos crearlo todo, el deseo se convierte en la trascendencia perdida. 

Cuando pienso en todo esto, me pregunto, ¿cuál es el mundo que soñamos? Un mundo de “libertad total”, en el que no dependamos de nadie, en el que solo nos necesitemos a nosotros mismos para ser felices. Esta idea no es nueva, los suecos nos llevan una buena ventaja, y no en vano es el santo al que le rezan los que aún creen en el paraíso socialista.

En los años setenta, el desaparecido primer ministro Olof Palme lideró un programa de Gobierno al que llamó, La familia del futuro: una política socialista para la familia. Su objetivo era “liberar” a todos los individuos de cualquier “carga” familiar, creando las condiciones para que estos fueran tan independientes que solo construirían vínculos “legítimos”, aquellos  que solo  la voluntad purgada de toda necesidad, sería capaz de crear. Suecia, por ejemplo, antes de la pandemia, contaba con uno de los bancos de esperma más grandes del mundo. Las mujeres pueden inseminarse en la comodidad de su hogar, solo deben hacer su solicitud y el gameto masculino llegara a la puerta de sus casas.

La consecuencia, una soledad endémica. En Suecia existe una entidad pública, encargada de encontrar personas que han perdido la vida en sus apartamentos sin que nadie los extrañe. El socialismo es individualismo, escribe el crítico literario de tradición marxista, Terry Eagleton.

Zygmunt Bauman, por su parte, diría que “los suecos han perdido las habilidades de socialización. Al final de la independencia no está la felicidad, está el vacío de la vida, la insignificancia de la vida y un aburrimiento absolutamente inimaginable”. 

Celebramos la diversidad, la libertad ilimitada, y cerramos los ojos ante el dolor desgarrador de aquellos que viven las inevitables consecuencias del desenfreno, porque no todo proyecto de vida conduce a una tierra prometida.

Naturaleza es una palabra que hoy día encarna la sospecha y la desconfianza, se le ha desvirtuado de toda autoridad. Todo es una construcción social, gritan los colectivos de lo políticamente correcto. Sin embargo, no podemos engañar a nuestra esencia, fuimos creados para las relaciones, no hay relaciones sin amor y no hay egoísmo en el amor.

Según la OMS y la revista Feel by Colmédica, los niños que fueron amamantados en el seno de sus madres desarrollan más rápidamente sentimientos de autoconfianza, autonomía emocional, independencia, adaptación social, habilidades de comunicación y capacidad para establecer vínculos emocionales con otras personas. Estas reacciones serán evidentes en su adolescencia y adultez. Fuimos creados para una vida de vínculos.

A dónde voy con todo esto, no lo sé, creo que Bumant tenía razón, cuando concluyó que el amor se había hecho líquido, efímero, uno que podemos encontrar y desechar. Las formas, las estructuras, las instituciones, la camaradería, la incondicionalidad, los compromisos firmados con sangre son un objetivo a eliminar.

¿Cómo se ve nuestro futuro?¿A qué morada fría y solitaria nos llevará el “progreso”? ¿Cómo te lo imaginarías sin aquellas virtudes que solo podemos aprender de las relaciones y los vínculos profundos entre los seres humanos?: El amor incondicional de una pareja, la fidelidad de una madre, la entrega de un padre, el respeto y la tolerancia entre vecinos, el perdón de un amigo, la complicidad de la abuela.

Sin duda, las relaciones son complicadas,  traen problemas, tensiones, pero ¿no son ellas mismas las que gestan los mejores momentos de nuestras vidas, aquellos que recordamos bajo una noche tupida de estrellas?

 

Por: Perla Murillo

Silar, M. (2016, 16 diciembre). Actualidad Económica. El «infernal» paraíso de la soledad sueca: Individualismo y Estado de Bienestar. Recuperado 15 de enero de 2022, de https://www.expansion.com/actualidadeconomica/analisis/2016/12/16/5853c4c6e5fdeaaf588b463f.html

Molina, X. (s. f.). Psicología y Mente. Amor líquido: la mercantilización del amor en el siglo XXI. Recuperado 15 de enero de 2022, de https://psicologiaymente.com/pareja/amor-liquido