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Fotografía tomada de Pixabay

“Las cosas buenas son fáciles de destruir, pero no son fáciles de crear”, escribió el filósofo inglés Roger Scruton. La relevancia de la frase salta a la vista cuando pensamos, por ejemplo, en los hechos violentos que tuvieron lugar durante el Paro Nacional. ¿Cuántos negocios fueron vandalizados? ¿Cuántos medios de transporte terminaron dañados? ¿Cuántas vidas pérdidas y personas lesionadas? En muy poco tiempo y en más de un lugar en Colombia, la seguridad y la prosperidad corrían el riesgo de ser destruidas. Al menos en aquella ocasión, la mayoría de los colombianos sabía que vandalizar y agredir estaba mal; en cambio, hoy muy pocos tienen una valoración negativa de la justicia social. Que en cierto sentido se asemeja a un carro que se aproxima a gran velocidad por detrás nuestro y del que no tenemos ni la más mínima idea. Cuando nos percatemos, si es que lo logramos, será demasiado tarde como para esquivarlo. Me gustaría, por tanto, presentar una razón por la cual deberíamos mirar con sospecha a este ídolo posmoderno. 

Digamos que la justicia social socava la concepción clásica y judeocristiana de justicia, mientras que fortalece la utópica visión social-comunista. Baste recordar que la concepción clásica y la judeocristiana dieron lugar a la Civilización Occidental. En cambio, su contraparte trae consigo hambre, muerte y destrucción en distintas proporciones, pero sin ninguna excepción a la totalidad de los países que abrazan su ideología. 

Visión clásica de justicia

Si ubicamos el concepto de justicia social en una línea de tiempo podríamos notar que debido a su reciente formulación resulta imposible que pueda formar parte de la concepción clásica; y por clásica me refiero a los filósofos grecolatinos. Dicha idea la extraje de uno de sus libros sagrados: <<Justicia social en un mundo abierto: el papel de las Naciones Unidas>>. Cito: <<Ninguno de los grandes filósofos de la historia, ni Platón o Aristóteles o Confucio o Averroes o incluso Rousseau o Kant vieron la necesidad de considerar la justicia o la reparación de justicia desde una perspectiva social>>. En otras palabras, los pensadores más prominentes de la historia no consideraron la justicia social en ninguna de sus reflexiones, sin embargo otros a los que la historia no ha conferido el honor de la prominencia, sí vieron esa posibilidad. La pregunta que me surge es: ¿quién está equivocado? ¿Los grandes filósofos? También ellos se pueden equivocar. ¿Pero todos? Siendo la justicia un tópico recurrente dentro del quehacer intelectual, resulta probable que la omisión no sea casual. ¡A buen entendedor con pocas palabras basta! 

Visión judeocristiana

Hablar de la visión judeocristiana de la justicia sin mencionar que la fuente usada en igual medida por judíos y cristianos es la Biblia, sería inadmisible. Dicho esto y sin ánimos de profundizar demasiado, permítanme mencionar 3 creencias que necesitamos tener en cuenta mientras avanzamos en la lectura. La primera es que el punto de partida para la justicia radica en Dios. En segundo lugar, todos los seres humanos somos injustos. No sólo potencialmente, sino activamente. Esto puede explicarse  si consideramos que rechazar a Dios significa también rechazar la justicia y, por consiguiente, el concepto aunque debido a su secularización cobra un nuevo significado, pierde su esencia. Y por último, una cuestión fundamental, el nexo entre Dios y los hombres: la ley como instrumento divino para dar a conocer tanto la justicia de Dios como para limitar la injusticia humana (específicamente los 10 Mandamientos). En Deuteronomio aparece un texto que resume estos puntos. (16-17) 

Tres visiones de la Civilización Occidental 

El historiador Christopher Dawson responde claramente la inquietante pregunta: ¿cómo fue posible que un imperio al borde de la extinción, debido entre otras causas a los saqueos de los pueblos del norte, pudiera subsistir y volver a experimentar cierto esplendor? La respuesta es: gracias a la nueva comunidad espiritual que surgió en torno al cristianismo. La cual acogía a civilizados y bárbaros. 

Por otra parte, el politólogo Samuel P. Huntington se toma el trabajo de agrupar las características principales de la Civilización Occidental. Solo mencionaré 3 de las 7 que presenta porque en ellas descansa el eje central de este texto: Primeramente la que describe como <<la más importante de la civilización occidental>>: el cristianismo. En segundo lugar, el legado clásico, que contempla la filosofía griega, el derecho romano, el latín. Y en tercer lugar, el imperio de la ley al que todos por igual deben subordinarse. 

Hasta este punto de la historia de la civilización Occidental existía un consenso moral avivado por las llamas del cristianismo y la existencia de Dios. El pensador Jürgen Habermas nos ubica en otro contexto, distinto, contrario, ajeno, que supone el reemplazo de la comunidad espiritual así como de sus normas por lo que algunos han convenido en llamar post cristianismo. Dice:  <<Los intentos de explicar <el punto de vista moral> recuerdan que los mandamientos morales tras el colapso de una imagen del mundo <católica> vinculante para todos, y con el paso a una sociedad pluralista por lo que hace a las concepciones del mundo, ya no se pueden justificar públicamente desde la perspectiva trascendente de Dios>>.

Quizás el autor de la Teoría de la acción comunicativa sea por su vocación filosófica el más difícil de comprender, sin embargo creo que logra expresar el dilema que tenemos como sociedad y apenas nos hemos enterado. Que nadie crea que aceptar la justicia social o rechazarla no tiene graves implicaciones desde el punto de vista moral. De hecho, esa es la cuestión de fondo porque si Dios no existe, los absolutos morales que se deben a su Persona, tampoco existen. Y si no existen los absolutos morales, la justicia que hacía parte de las virtudes morales viene a ser simplemente una consideración subjetiva, incapaz de tener un significado real para otra persona a menos que ella así desee. Incluso no habría ningún motivo para considerar que la justicia es buena y la injusticia es mala. Dado que esas categorías pretenden cierta objetividad universal. Algo básico para que una sociedad subsista. Pero cómo se gobierna cuando se ha dado la espalda a los absolutos morales y cada quien interpone sus opiniones y sacraliza su voluntad. ¡Imposible! Así como un traductor no puede traducir si no domina el idioma de su interlocutor, tampoco puede un gobierno gobernar si no conoce el lenguaje moral y vinculante de la sociedad. Lo que no sería menos inquietante. Pero eso sería otro tema.

El verdadero problema, a mi entender, es la incompatibilidad ideológica entre la justicia que Occidente abrazó y el planteamiento socialcomunista de justicia que ni a fuerza de leyes y condecoraciones los organismos internacionales logra inculcar. Se enfrentan, en últimas, dos visiones del mundo, cristianismo versus secularismo, Dios versus el ateísmo comunista. Convengamos que la gente ya no acepta el cristianismo del mismo modo, pero aceptar sin más esa versión camaleónica del marxismo-leninismo me resulta poco sensato. Sobre todo si pensamos en el hambre, muerte y destrucción que han experimentado las personas cuyos países aceptaron dicha ideología.

Visión social-comunista

El término social-comunista lo uso para resaltar la estrecha conexión ideológica que comparten entre sí socialismo y comunismo ya que son  partes de un mismo proceso. Algunos ejemplos podrían ilustrar la idea. La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (U.R.S.S) estuvo dirigida por el Partido Comunista (PCUS) hasta su colapso. La República Popular China en el artículo primero de su Constitución se proclama Estado socialista y cuya dirección está en manos del Partido Comunista Chino (PCCh). Y por último, Cuba que como buena imitadora de los países antes mencionados, se declara constitucionalmente socialista y tiene un partido único que ostenta el poder: el Comunista (PCC). Ninguno de ellos hace distinción alguna entre comunismo y socialismo. Lo cual debería llamarnos la atención puesto que son la representación más concreta de las aspiraciones marxistas. En ese tono de complementariedad e inclusividad trato de emplear el término social-comunista. 

Ahora bien, volvamos a nuestro tema. El concepto de la justicia social, según su libro sagrado,  << apareció por primera vez en el pensamiento y lenguaje político occidentales a raíz de la revolución industrial y el desarrollo paralelo de la doctrina socialista>>. Y añaden que a mediados del siglo XX,  había conquistado << los programas e ideologías de todos los partidos de centro e izquierda en todo el mundo>>. Totalmente comprensible dado que el otro nombre que se le confiere a la justicia social es justicia distributiva muy de acorde a las aspiraciones marxistas con la riqueza. Aunque el principal vínculo de justicia social y el social-comunismo se encuentra en los teóricos marxistas de la escuela de Frankfurt. Quienes extrajeron del reducido marco de la economía política las conclusiones de Marx y las diseminaron por toda la sociedad. 

El material que presento a continuación puede herir sensibilidades porque subvierte la idílica imagen del comunismo como paraíso del bien, mi deber es advertirlo, aunque nadie ponga cuidado a lo que digo. 

El libro negro del comunismo enumera tentativamente un número de crímines díficiles de ignorar: la U.R.R.S 20 millones de muertos, China 65 millones, Vietnam 1 millón, Corea del Norte 2 millones, Camboya 2 millones, Europa oriental 1 millón de muertos, América Latina 150 000, África 1. 7 millones y Afganistán 1, 5 millones de muertos. Sin contar aquellos casos que involucran al movimiento comunista internacional y a los partidos comunistas sin posiciones de poder. El total de personas muertas, señala Stéphane Courtois, asciende a 100 millones. Los social-comunistas lo niegan como el mismo Pablo Escobar negaba sus conexiones con el narcotráfico. –

Conclusión

En resumen, delante nuestro tenemos dos concepciones distintas de la justicia. La clásica que a lo largo de mucho tiempo y la influencia de 4 culturas diferentes ha dado lugar a la robusta civilización occidental y la posmoderna cuyos principios guardan relación con el socialismo. Ambas visiones se contraponen y, por tanto, no podrán coexistir por mucho tiempo. Y como consecuencia la balanza que sostiene a la dama de los ojos vendados y la espada extendida se inclinará hacia uno de los lados. Espero que sea en favor de aquella concepción que ha superado la prueba del tiempo y aunque sea perfectible no deja de ser buena. Aquellos que nos quieren sumir en este experimento social en su búsqueda de lo que consideran lo mejor, olvidan que “las cosas buenas son fáciles de destruir, pero no son fáciles de crear”.

 

Por: Lázaro del Valle

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1 Comentarios
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  1. Muy clara su descripción. Lástima que como corderos nos van arrastrando hacia ese sistema, que si comprobadamente es fallido, gracias a la labor de desgaste mental que por décadas las izquierdas han hecho en las nuevas generaciones.

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