Con el fuego a sus espaldas, corriendo por su vida, el hombre desconocido que escapa de la columna de humo y llamas ve a otro hombre desconocido detenido en la contemplación. Este mira con sanos ojos y a través de su cámara, la belleza del fuego que sube al cielo. No se ha dado cuenta que estando tan cerca otra explosión lo puede alcanzar, no ha hecho caso al denso vapor que hace que su cuerpo sude y sude. Solamente está ahí dominado por la curiosidad. Pero cuando el primer hombre desconocido pasa por su lado y le grita: “¡Oye, muchacho, corre, estás a tiempo!”, es cuando se le aflojan las piernas y el temblor de las manos hace que el teléfono casi se le caiga. El calor antes soportable se vuelve cortante, invasivo, lo siente en sus pulmones corrompiendo el poco oxígeno que es capaz de respirar y solo entonces se da cuenta que tiene que escapar, tiene que correr.
Solo han pasado dos segundos desde que la frase llegara a sus oídos y algunas horas hasta que este escritor detrás de una pantalla, y a más de 500 km ve el mismo video, se sumerge en la misma contemplación, pero que lejano al peligro piensa en su país, piensa mucho en él.
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Después de dos días, hoy Chernóbil anda cerca, anda como un presagio, como un temor arraigado. Sé que muchos lo piensan, sé que hay miedos parecidos debajo de la piel. Hoy Chernóbil se parece mucho a Cuba, hoy Cuba se parece mucho a Chernóbil. Hay algo cuarteado en la estructura, una subyacente verdad que el fuego está dejando ver. Envueltos en el manido discurso de siempre los líderes llaman, arengan, gritan que el triunfo está cerca, que pronto se tendrá la victoria, pero el fuego viene cada noche para derrumbar cada palabra dicha, cada confianza plena que se ha levantado en el hombre.
Hoy Cuba humea como una pira de carbón, quemándose desde la entrañas, abrasiva bajo la tierra, con una pequeña marítima chimenea que expulsa todo lo tóxico de este país. El negro que sube al cielo se ve en los cuatro puntos cardinales, y todos los hijos esperan que la lluvia llegue, que la ayuda llegue, que alguien proclame a voz en cuello no una propaganda, sino una solución.
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Sentado a la mesa, viendo como cielo se nubla sobre mí me es inevitable pensar en el pueblo de Israel, en los largos años que pasaron en el desierto por su desobediencia, en los reyes de Judá e Israel que se inclinaron ante los dioses paganos y dejaron a un lado a Jehová de los Ejércitos. Pienso en todas las correcciones que tuvo que darle Dios al pueblo hebreo para que ellos enderezaran la senda. Esto me hace establecer lazos, hacer algunas comparaciones con mi país, con los años en que la Iglesia ha sido vilipendiada, cohibida de crecer. Pienso en nuestros líderes, en su afán por alejarse de Dios, en su búsqueda de la maldad promoviendo leyes que los haga verse modernos. Pero no soy capaz de entender por qué desecharon al Creador, se hicieron “laicos” y rescataron la idolatría como tradición.
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Tendido bajo una escueta sombra el bombero revisa los huecos de su traje, lo chamuscado de su casco, siente que tiene fiebre, que se le corta la respiración. Tiene miedo. No muy lejos sube al cielo la columna de humo, no tiene fin, no la detiene nada, no la encauza ni el viento, ella se gobierna, ella conquista lo que quiere, consume lo que quiere. El bombero necesita un traje nuevo, necesita respirar bien de nuevo. Pero el hijo de la nube lanza llamas hacia las alturas, anda como león rugiente buscando a quien devorar.
- Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal;
- Porque yo te mando hoy que ames a Jehová, tu Dios, que andes en sus caminos y guardes sus mandamientos, sus estatutos y sus decretos, para que vivas y seas multiplicado, y Jehová tu Dios te bendiga en la tierra a la cual entras para tomar posesión de ella.
- Mas si tu corazón se apartare y no oyeres, y te dejares extraviar y te inclinares a dioses ajenos y les sirvieres,
- yo os protesto hoy que de cierto pereceréis; no prolongaréis vuestros días sobre la tierra adonde vais, pasando el Jordán, para entrar en posesión de ella.
- A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia; (…)
Deuteronomio 30:15-19
Reina-Valera 1960
¿Será que Dios quiere decirle algo a mi país?
Por Lester F. Ballester