Stabilitas loci –como la regla benedictina lo ordena.
El errante yerra.
– N. Gómez Dávila
I
Fugacidad, obsolescencia, inestabilidad, desarraigo intelectual. El mundo es hoy como una tormenta ideológica que arrastra a aquellos carentes de firmes raíces intelectuales. Hoy el desarraigo intelectual más el amor ardiente hacia lo nuevo se convierten en la combinación perfecta para terminar creyendo ideas estúpidas y peligrosas.
Los valores que el corazón humano posmoderno ha abrazado incentivan el desarraigo físico, el no tener raíces profundas en un lugar concreto, el de la trashumancia, el de no pertenecer a ningún lugar, el de movilizarse de un lugar a otro teniendo como principal objetivo el “éxito individual”. Desarraigo desconocido para sociedades pasadas o incluso más tradicionales.
Este desarraigo físico ocurre también intelectualmente; los valores de la sociedad contemporánea que promueven el desarraigo físico promueven también el desarraigo intelectual. Nos aburre lo mismo de siempre, nos aburre la monotonía de lo que “ya se sabe”. Este desprecio a lo conocido, a lo cotidiano, lo antiguo, es una de las causas del desarraigo intelectual. La superficialidad, la comercialización de ideas, que se ha vuelto un negocio y que hoy venden como “cultura”, también afecta cómo pensamos.
Desarraigo intelectual: ir de aquí para allá conociendo superficialmente multitud de doctrinas, ideologías, ideas, nunca conocer a profundidad nada, no radicarse intelectualmente en ningún lugar y construir a partir de esto, sino ser un trashumante intelectual. No se puede construir una comunidad en el sentido tradicional de la palabra sin arraigarse en un lugar concreto, ¿será que de manera análoga no se podrá pensar a profundidad sin arraigarse intelectualmente en un lugar concreto?
Es imprescindible el arraigo intelectual, raíces intelectuales para no ser, como dice Pablo, arrastrado por cualquier viento de doctrina. El arraigo intelectual implica profundidad, trabajo, leer, releer; implica pensar, aprender, memorizar, implica tiempo.
II
Desarraigo intelectual y físico, desarraigo espiritual.
La causa de este desarraigo intelectual es un desarraigo espiritual; el desarraigo total del hombre posmoderno es el castigo por apartarse de Dios. El arraigo intelectual implica pensar, el arraigo intelectual implica a Dios, el principio de la sabiduría y, como consecuencia, implica también pensar en los principios y valores que le dieron forma a nuestra civilización occidental.
Leyendo la historia de Israel, cuando todavía era un pueblo de esclavos recién salido de Egipto, me pregunto: ¿Por qué Dios le entrega sus palabras y su sabiduría a un pueblo analfabeto? ¿Por qué le ordena a un pueblo que no sabe leer ni escribir, plasmar en las paredes su ley para recordarla de manera diaria?
¿Por qué Dios nos invita a meditar en su Palabra? ¿No es suficiente tan solo leerla? ¿Por qué meditar en ella día y noche? ¿Por qué nos invita a ver las aves del cielo y las flores del campo? ¿Por qué nos invita a sentarnos y a meditar acerca de las cosas que pasan a nuestro alrededor y no tan solo ir en pos de la corriente de nuestros tiempos? ¿Por qué Dios nos invita a pensar?
Sin la intención de ser exhaustivo, considero como un primer paso arraigarse en Dios y en su Palabra; el principio de la sabiduría, el cimiento esencial para poder pensar es el temor de Jehová, ¿quién más que Dios para salvarnos del desarraigo total que hoy invade al mundo?
Por: Juan Sebastián Ruiz