Un buen lugar para comenzar a leer la vida de un hombre es su epitafio:
El cuerpo de Benjamín Franklin, impresor, -al igual que la cubierta de un libro, sus páginas destrozadas y sus letras borrosas-, yace aquí, como comida para gusanos. Pero su trabajo en sí no se ha perdido porque aparecerá, -como él lo creía-, en la edición cada vez más depurada, revisada y corregida por el autor.
I
Practicó una dieta vegetariana
A la edad de 16 años cuenta que encontró un libro, este describía las ventajas de practicar una dieta vegetariana. La asumió con entusiasmo pese a las críticas de su hermano mayor y de algunas personas cercanas. Esto dio lugar a que aprendiera algunas nuevas recetas.
Una de las razones que lo llevó a tomar tal decisión, fue, dice: el simple hecho de pescar le parecía un asesinato injustificado ya que ningún pez nos hace nada que justifique esa matanza. Sin embargo, con el tiempo vinieron las dudas, y con ellas nuevas razones que le hicieron cambiar de dirección. Con cierta dosis de humor, plantea, que cuando iba a la bahía en el interior de los peces grandes se podían encontrar otros más pequeños. Y eso lo llevó a razonar que: Si ustedes se comen unos a otros, no veo por qué no voy a comérmelos.
II
Tres grandes errores que cometió
Como cualquier hombre, también cometió errores. Errores que deseó no cometer nunca o tener el poder para corregirlos de inmediato. En su autobiografía señala los tres principales. El primero: aprovecharse de un contrato que firmó con su hermano. Esto lo hizo, según explica, a modo de venganza por las veces en que su hermano que era mayor lo golpeó para imponerle su voluntad. El segundo estuvo relacionado con el uso inapropiado del dinero. Malgastó el dinero de un tal Vernon. Cabe decir que era joven y estaba influenciado por otra persona. Pero aun así él lo considera un error. Y, por último, y tal vez el peor de su vida, olvidar su compromiso con la señorita Read. Después de que se embarcara en un viaje con fines comerciales hacia Inglaterra, le escribió una carta a la joven, en la que le advertía que iba a tardar. De ese modo la liberaba para que pudiera casarse con otra persona.
Aunque el autor solo señala esos pocos errores, ello no significa que no cometiera otros. Camilo Cruz en el prólogo a la autobiografía de Franklin nos advierte: Cerca de sus 30 años de edad, en uno de esos momentos de profunda reflexión, Franklin se dio cuenta de su falta de dirección en la vida.
III
Vivió una novela amorosa
El encuentro de Benjamín Franklin con la que sería su futura esposa fue cuanto menos vergonzoso. Su aspecto era propio de un vagabundo, estaba sucio y cansado de un largo viaje en bote. Llevaba dos panes debajo de sus brazos porque en sus bolsillos no cabían y en sus manos, uno, que iba mordisqueando en medio de la calle sin importarle siquiera quién podría estar observando. Apenas tenía 17 años de edad cuando la señorita Read lo vio pasar por delante de su casa en esas condiciones.
En el segundo encuentro, Benjamín, tenía un mejor aspecto. Lo cual provocaría en la señorita Read una reacción favorable. De poco en poco se fueron acercando. Él llegó a proponerle matrimonio. Pero la madre se opuso, en parte por la juventud e inexperiencia de ambos, en parte porque este pronto viajaría a Inglaterra y probablemente pensaba que el mar desvanecería el sentimiento. El día de la despedida, le prometió regresar. Parece una novela, ¿cierto? La señorita Read, al ver la demora de su prometido y recibir esa carta en la que su prometido se negaba a regresar pronto, aceptó el consejo de su madre y se casó con un alfarero apellidado Rogers. La relación colapsó tan pronto como se supo que ya estaba casado. Por tanto, dicho matrimonio era nulo. No obstante, la vergüenza y el dolor acompañaron a la dama por algún tiempo.
Finalmente, Benjamín tuvo oportunidad de corregir uno de sus tres grandes errores. El 1 de septiembre de 1730 la tomó por esposa. Cuenta: Nuestro cariño de antes revivió. Y como si escribiera un cumplido para la posteridad añade: Ella demostró ser una compañera buena y fiel, me ayudó a atender el negocio, prosperamos juntos y siempre tratamos de hacernos felices el uno al otro.
IV
Creencias
Benjamín Franklin proviene de una robusta rama de antepasados protestantes. Por lo que no ha de sorprendernos que fuera criado como presbiteriano. A la edad de 15 años, sin embargo, comenzó a cuestionarse varios aspectos de su fe, particularmente la revelación. Dejándonos de paso un episodio un tanto tragicómico.
Por aquellos días leía unos libros contra el deísmo, (creencia que afirma que Dios echó a andar el mundo y lo dejó a suerte) cuando se percató de que los argumentos del deísmo eran más convincentes que los de su contraparte. En pocas palabras, los libros produjeron el efecto contrario al esperado. Durante esa etapa también argüía que: si los atributos de Dios son sabiduría, bondad y poder infinitos, entonces nada puede estar mal en el mundo, y el vicio y la virtud son distinciones huecas, ya que tales cosas no existen. Dicha concepción en algún punto de su juventud dejó de parecerle tan convincente y terminó rechazándola. En cambio, confiesa: nunca viví sin principios religiosos: nunca dudé, por ejemplo, de la existencia de Dios que creó el mundo y lo gobierna con su Providencia. Conservó unos apuntes que conforman su credo en los que enuncia sus creencias en Dios más claramente.
Conclusiones
Es cierto que la vida no consiste solo en comer, pero no se puede hablar de la vida de un hombre sin señalar lo que le gusta y en este caso la comida ocupó un lugar significativo en los gustos de Franklin. Aunque solo se tratara de un tipo particular de comida y en una etapa definida de su vida. Los errores son parte de la vida, pero como dice la Biblia, y en la biografía de Franklin se ve con indiscutible nitidez, el amor cubre multitud de errores. Y así fue. Por último, Dios, a quien Franklin interroga, pero nunca omite, sabiéndolo una presencia fiel en toda su vida.
Todas las observaciones son tomadas de su autobiografía.
Por: Lázaro Del Valle