«Hoy, uno se explota a sí mismo declarándose una realización personal.» – Byung-Chul Han
En la sociedad contemporánea, dominada por la economía y los negocios, corre el riesgo de convertirse en una entidad poco reflexiva. Si nuestra atención se centra exclusivamente en el negocio –actividades constantes y laboriosas que eclipsan el ocio–, nuestra existencia podría reducirse a una mecánica de producción y consumo. Esta adoración al negocio puede relegar preguntas fundamentales sobre propósito, sentido y moralidad a un segundo plano, prevaleciendo el pragmatismo económico. Tal situación puede derivar en lo que denominaría «analfabetismo filosófico», socavando nuestra habilidad para comprender y cuestionar el mundo que nos rodea. Como resultado, nos volvemos más susceptibles a manipulaciones, aceptando ideas y comportamientos sin el debido análisis. En contraste, el ocio, concebido no como simple inactividad sino como un periodo para reflexionar y cultivar el espíritu, es crucial para la condición humana.
Byung-Chul Han, filósofo surcoreano establecido en Alemania y crítico de la sociedad del rendimiento, subraya la importancia de analizar la relación entre negocio, ocio y la sociedad moderna. Según Han, el predominio del negocio refleja la «sociedad del rendimiento», en la que los individuos se autoexplotan, esforzándose por maximizar su productividad. En tal sociedad, el ocio es subvalorado, limitándose a un mero intervalo para recargar energías. Han sugiere que debemos hallar un balance entre negocio y ocio; una armonía que valore tanto la productividad como la introspección.
Para entender el papel vital de la filosofía en la sociedad contemporánea, es esencial desglosar los conceptos de negocio y ocio. Ambas palabras, desde un prisma etimológico, ofrecen insights sobre su significado inherente. «Negocio», proveniente del latín ‘negotium’, se compone de ‘neg-‘ (no) y ‘otium’ (ocio), refiriéndose a todas las actividades alejadas del ocio. Por su parte, ‘ocio’ proviene del ‘otium’ latino, relacionado con descanso, pero también con reflexión y estudio filosófico. La antigua Roma definía ‘otium’ como el tiempo de asuntos espirituales y comunitarios, contrapuesto al ‘negotium’, periodo destinado a labores privadas y comerciales.
En una sociedad marcada por el negocio, la filosofía inyecta reflexión y análisis, equilibrando nuestra vida entre el negocio y el ocio. Remarca que somos más que simples consumidores; somos seres capaces de introspección. El ocio se convierte en un respiro necesario, permitiendo desconexión del estruendo constante de la eficiencia y propiciando la reflexión, creatividad y el juicio crítico. Dentro del ámbito empresarial, la filosofía promueve cuestionamientos sobre objetivos y métodos, alentando prácticas éticas y sostenibles. Un empresario con formación filosófica tiende a ser más crítico y consciente del impacto a largo plazo de sus decisiones. Esta visión puede impulsar un cambio positivo en los negocios y en la sociedad en general.
El progresismo, que busca reforma e innovación, conlleva dilemas éticos y morales que demandan reflexión filosófica. La ideología de género, que desafía las nociones tradicionales de género y aboga por la inclusión, también genera interrogantes éticas y filosóficas. Además, el debate sobre el aborto enfrenta derechos como la autonomía personal con el derecho a la vida y consideraciones socioeconómicas.
En resumen, filosofía, ocio y negocio son componentes interconectados de un todo mayor: la sociedad y el individuo. Si aspiramos a una sociedad equilibrada, crítica y consciente, es imperativo reconocer y equilibrar estos elementos.
Por: Miguel Bogado