Es una pregunta recurrente: ¿por qué somos tan intolerantes en redes sociales? Si no ha escuchado hablar de las burbujas sociales, en este post puede encontrar una explicación.
Voy a tomarme un atrevimiento. Antes de comenzar a leer esta entrada, usted tendrá que responder seis preguntas sencillas. ¡No es nada complicado!
- ¿Sigue usted en redes sociales personas con una posición política diferente a la suya?
- ¿De qué equipo de fútbol es hincha? ¿Suele seguir las cuentas de equipos o seguidores de equipos contrarios al suyo?
- ¿Le gustan las corridas de toros? ¿Sería capaz de seguir a un torero para ver qué es lo que publica?
- ¿Cree usted en dios? ¿Se atrevería a seguir a una persona que no crea en él?
- ¿Está de acuerdo con el aborto? ¿Podría ver un video en el que uno de sus contactos invita a abortar?
- ¿Sería capaz de seguir a Maluma en Instagram?
Tenga en cuenta sus respuestas. Tal vez algunas de ellas tengan una respuesta contundente: ¡NO! ¿Por qué? Porque en estas plataformas solemos seguir solo lo que nos interesa. Aquel tendencioso universo que nos lleva a aceptar solo lo que se nos parece.
Y no es que esto esté mal. Si uno se fuera a los orígenes, uno de los objetivos por los cuales fueron creadas las redes sociales fue agrupar a los humanos según sus intereses. No obstante, a largo plazo, esto va creando una forma de consumo en la que siempre estamos viendo lo mismo.
¡Stop! Ahora hagamos una pausa para no hacer generalizaciones violentas. Usted respondió: SÍ a varias de las preguntas y es de esa clase de personas que se interesa por leer las posiciones contrarias. ¿Ha escuchado hablar de los algoritmos? ¿Sabe que los resultados de sus búsquedas en Google no son los mismos que los míos? Pese a que usted y su pareja tienen los mismos amigos, ¿no le parece sorprendente que a ambos les aparezcan cosas diferentes en las notificaciones de Facebook?
Luego hablaremos bien de esto. Pero, nosotros no somos los únicos que escogemos. La información también está dirigida, por obra y gracia de un dios caprichoso y por cuenta de los lenguajes informáticos, a esa masa de intereses que las redes sociales tienen identificadas como parte de nosotros. ¡El universo invencible de los datos!
Es en esa ausencia de diversidad de opiniones donde se crean las burbujas sociales, un escenario común, una auténtica zona de confort, de la que cada vez nos cuesta más desprendernos. En un día frío ¿abandonaría usted la cama que le da calor?
Pese a que estas burbujas no solo son digitales y también suelen ser físicas, la atomización del el tiempo y la expansión del espacio, características propias del ciberespacio, hacen que tengan un crecimiento acelerado, provocando síntomas nefastos para el intercambio de opiniones.
Sin dejar de considerar el ego que empieza a cobijarnos, las burbujas sociales también ocasionan esta clase de delirios:
- No queremos que personas externas entren a ellas.
- Nos hacen sentir comprendidos y escuchados, como si estuviéramos arropados por una mantica.
- Imposibilidad de mirar por fuera de la burbuja.
- Escenarios de complicidad para respaldarse el uno con el otro aún sin considerar las consecuencias de los ataques en masa.
- Todo lo externo a la burbuja es susceptible de convertirse en un factor de burlas, de críticas y de odio.
- Nos convierten en militantes de una sola cara de la verdad.
Pero, ¿qué tanto daño nos hacen estas burbujas? Además de llevarnos a la renuncia irrevocable del derecho a la contradicción, nos encierran en nuestros propios intereses. Nos encapsulan, renunciando así al dinamismo y a las diferencias propias de la vida y del conocimiento.
¿Cómo evitar estas burbujas? Este será el tema de análisis de una próxima entrada de este blog.
¿Cuándo y cómo se ha sentido usted limitado o limitada por una burbuja social? Invito a compartir sus historias.