“Acepto” puede ser una palabra para arrepentirse toda la vida
Y no me refiero al matrimonio porque pienso que en ese caso sí hay más dulces que castigos.
Me refiero es a los términos y condiciones que uno casi nunca lee cuando se afilia a cualquier sitio en internet y que le pueden costar desde plata hasta la pérdida de la privacidad.
Y es que como la mayoría de los usuarios de internet aceptamos los términos y condiciones sin leerlos, caemos en trampas con juegos de palabras como “www.haremos-cualquier-cosa-con-tus-datos.com podrá modificar el presente reglamento en cualquier momento”; o “al aceptar los términos y condiciones entiende que nosotros o nuestras filiales podremos usar sus datos de acuerdo a nuestras políticas de privacidad” (Y si uno no lee los términos y condiciones, mucho menos se va a leer el mamotreto de políticas de privacidad).
El primer caso es el que recientemente ocurrió con Facebook; que cambió sus políticas de tratamiento de datos y al parecer ahora todo lo que uno publique podrá ser tomado por sus filiales para uso publicitario sin autorización (aunque realmente al abrir la cuenta uno ya los autorizó) y, por supuesto, sin pago ni reconocimiento de autoría (lo que resulta indignante para los que vivimos de la creación de contenidos como fotografía, producción audiovisual y expresión escrita, por ejemplo). Facebook dice: “Solamente proporcionamos datos a nuestros socios publicitarios o a nuestros clientes después de haber eliminado tu nombre u otros datos que puedan identificarte, o bien después de haber combinado tus datos con los de otras personas de manera que dejen de estar asociados contigo”. Así pues, si mi “interpretómetro” no me falla, podría pasar que si usted publicó una foto de su reciente paseo familiar (o de lo que sea), se la pueden suministrar a los socios publicitarios solamente quitando de ella su nombre y no tiene derecho a la protesta porque ya dijo “Acepto”.
Las políticas de Facebook: https://es-es.facebook.com/about/privacy/your-info
Nota sobre el tema en la página cooperativa.cl:
El segundo caso es el más clásico: uno se suscribe a alguna página, entrega los datos personales y acepta sin leer. Como por arte de magia, un tiempo después empieza a recibir correos publicitarios y en la mayoría de los casos muy acordes con los gustos personales. ¿Pero cómo carajos supieron que yo estaba buscando un posgrado en economía, una cámara sub acuática o una muñeca inflable para practicar reanimación cardiaca? Fácil: los motores “memorizan” lo que uno busca, los datos uno mismo los suministra al suscribirse a cualquier cosa en internet, y el permiso para combinar las dos cosas uno lo “firma” cuando presiona “acepto”.
El tercer caso me pasó al afiliarme a una página de compras promocionales que se llama Groupon. De una vez aclaro que esta empresa no hace nada ilegal porque todo está claramente consignado en sus términos y condiciones. El que cometió el error fui yo por no leerlos.
Resulta que las promociones que se publican en esa página tienen una duración de unos 3 días para adquirirlas, o antes si se agota el número de cupones emitidos. Ante la tentación de un buen producto o servicio a muy buen precio, los compulsivos nos apuramos a comprar antes de que se cierre la oferta, aunque no necesitemos lo que estamos comprando (por eso somos compulsivos, algunos patológicamente).
Con la idea de que “eso tan bueno y tan barato” había que aprovecharlo y que algún día lo habría de necesitar, resulté comprando cupones para muchas cosas y los fui guardando en una carpeta de mi correo. Cuando decidí hacer uso de los cupones, todos fueron rechazados por estar vencidos. Traté entonces de recuperar mi dinero exponiendo el caso ante la empresa, pero no fue posible porque en los términos y condiciones dice que “En el caso de los groupones vencidos, se devolverá el Groupon siempre y cuando la devolución sea solicitada durante las primeras dos semanas después de la fecha de expiración. Si la solicitud de devolución se hace después de ese período esta no podrá ser efectuada”… ¿Y qué creen? Yo di “aceptar” sin leer cuando me afilié. Entonces pagué los cupones, no recibí los productos ni los servicios por los que pagué y tampoco recibí de vuelta mi dinero. Sentí como que si al comprar un televisor y uno se pasa de un mes para destaparlo ya no lo puede usar; pero como dirían los bogotanos clásicos: ¡Chupe por pendejo!
A propósito: al haber leído esta columna usted aceptó mis términos y condiciones, pero todavía no los he pensado. Les contaré cuando se me ocurran, pero recuerde que usted ya los aceptó.