Mi esposa es de las que piensa que paso demasiado tiempo pegado al ipad, y tal vez tenga razón. Pero ayer para colmo de males, me sorprendió hablando solo y pensó que definitivamente había perdido la cordura. Sin embargo le expliqué que estaba hablando con Siri, la nueva herramienta de Apple que te permite interactuar con una persona alojada en algún lugar de la nube dispuesta a realizar cualquier tarea que le asignes. Basta con hacerle cualquier pregunta para obtener al instante una respuesta de los inagotables anaqueles de Internet. A pesar de que en Colombia aún no se le puede sacar el máximo provecho a esta herramienta, Siri con su voz quimera se ha convertido en una eficiente ama de llaves en el mundo moderno.

Lo cierto es que Siri es una mujer de carne y hueso, quien a diferencia de los fastidiosos intérpretes de la «marcación incorrecta» y del «buzón de mensajes» ha trascendido fronteras y hoy es casi una celebridad. Su nombre mundano es Karen Jacobsen y es una profesional del habla australiana que ha optado por prescindir de sus propios servicios pues no tiene ni ipad ni iphone. Por más de 50 horas grabó toda la combinación de palabras posibles que le permiten al sistema armar cualquier respuesta como un pintor que tiene toda la paleta de colores a su disposición. Lo paradójico es que en este experimento la parte mecánica la hace un humano y el que piensa es el computador.
Pero Siri en la vida real no es tan sumisa y abnegada como los  millones de usuarios de los aparatejos de Steve Jobs creen. Por el contrario es una mujer de armas tomar que no depende del telepronter, dicta conferencias de superación y hasta publicó un libro. Su historia personal le ha dado tanta fuerza a la aplicación como la aplicación misma a su historia personal. La herramienta se ha vuelto tan famosa, que inspiró un capítulo de la célebre serie gringa The Big Bang Theory como el amor platónico de Raj quien tras cortejarla fantasea con conocerla. En un trance onírico se encuentra frente a frente con la idealizada mujer quien finalmente le suelta una propuesta indecente q lo fulmina hacia un indecoroso balbuceo. El capítulo es estupendo porque lleva a otro nivel el devaluado valor sentimental que se solía sentir por los objetos y de paso nos muestra con lucidez la sutil diferencia entre la comedia y la comicidad.
Pero esto parece ser la excepción a la regla, pues el consumismo frenético ha erosionado el apego moral que se podía desarrollar por los elementos no humanos. Es imposible encariñarse hoy en día con una bicicleta nueva si antes de terminar de dar la vuelta a la manzana sale una nueva versión. Por eso debemos ser cuidadosos pues el auge vertiginoso de la tecnología nos puede dejar en bancarrota y con un baúl lleno de chécheres obsoletos.

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