Comencemos por hacer un striptease de los paradigmas que hasta ahora tenemos de lo que significa la innovación. Despojémonos uno a uno de todos los prejuicios, arquetipos y clichés que conocemos sobre el término y colguémoslos por un minuto en el tendedero.
Ahora repensemos lo siguiente:
Innovar no implica exclusivamente la creación de una solución revolucionaria en el campo tecnológico. Innovar se entiende también como encontrar una mejor manera de hacer las cosas que ya existen. Por ejemplo, podría implicar hacer lo mismo que antes se hacía con la diferencia en que ahora se realiza mientras se preserva el medio ambiente.
Sin embargo, quienes han transitado por los laberintos del proceso creativo entienden que para avanzar muchas veces el camino es retroceder. Y ahí está el quid del asunto.
¿Qué pasa si pensamos que innovar también puede implicar volver al pasado? Parece que hemos llegado al punto en el que el ciclo se ha agotado y la única salida que queda es presionar el botón de RESET. Así como quienes llegan a la vejez vuelven a comportarse como niños, la vieja fórmula de comenzar de nuevo parece inevitable.
La mala noticia señores es que SI hay que volver a inventarse la rueda. O por lo menos darle otra vuelta a sus tuercas porque entre otras cosas, el medio de transporte del futuro, llamado a mandar la parada es la bicicleta. Como el desarrollo es caprichoso, tenemos que encontrarnos atascados en un trancón para comprender la urgencia de regresar a la forma más primaria de transportarnos: a pie.
Si supuestamente la punta de lanza con la que estamos acostumbrados a referenciar la modernización es la que se da en el ámbito de las estrategias de guerra. ¿Cómo es posible que el Servicio Secreto Ruso acabe de adquirir 20 máquinas de escribir como la herramienta más segura para redactar documentos secretos? A este ritmo se cotizarán los criadores de palomas mensajeras que se han resistido a desaparecer y el próximo premio nobel se lo llevará quién invente un nuevo código Morse.
Aunque el fenómeno se podría explicar por la vulnerabilidad de la información que consignamos en medios magnéticos, lo que más llama la atención es que un camino recurrente está en regresar a herramientas más seguras del pasado.
Si abrimos un periódico nacional de hoy podemos encontrar tranquilamente las mismas noticias de hace más de un siglo. -Que la apuesta está en la navegación fluvial, que el futuro está en el ferrocarril-. Con esta perspectiva, el innovador del siglo XXI estará en quien consiga un lugar más seguro para guardar su plata que debajo del colchón.
El misterio de la innovación lo encierra una pintoresca caja de resonancia en donde retumban las palabras del maestro Gaudí. La originalidad no es más que volver al origen. Allí tenemos que tener sintonizados nuestros sentidos pues para poder montarnos en el vagón del progreso también hay que estar atentos para escuchar el silbato del tren.
fuente: imagen tomada de Google
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