El crecimiento desordenado y vertiginoso de muchas ciudades ha venido sepultando por años la posibilidad de contar con amplios espacios públicos, zonas verdes y parques. Es usual encontrar en ciudades de Latinoamérica indicadores lamentables de la cantidad de zonas verdes en relación al número de sus habitantes. Por absurdo que parezca, se relegó a un segundo plano los espacios que debieran ser la gran conquista de los ciudadanos y la razón de ser de las urbes.

Las ciudades modernas trabajan para revertir esta tendencia, aunque hay algunos que consideran que más allá de la cantidad cuando se trata de espacios públicos vale más la calidad. Para reforzar esta afirmación, ponen como ejemplo lo que pasa en la educación, en donde si bien la cobertura es importante, sin calidad en la prestación del servicio los esfuerzos resultan estériles.

Pero más allá de esta discusión, lo cierto es que los espacios públicos constituyen el lenguaje principal por el cual se ordenan y se educan  las ciudades. Y lo curioso es que las razones por la cual estos espacios son fundamentales para el ser humano son intangibles y por lo tanto difíciles de medir. Pues tienen que ver con valores que parecen etéreos como la recreación y la felicidad comprendidos en lo que se conoce como calidad de vida.  No obstante, con el propósito de demostrar su importancia, existen ejemplos  recientes para cuantificar y develar las vicisitudes que encierra este inescrutable concepto.

En Londres existe una aplicación que mide el nivel de felicidad de acuerdo al lugar en el que estas ubicado de acuerdo al GPS. Con los resultados se ha podido identificar como la contaminación, el clima, el ruido y las zonas verdes inciden en el estado anímico. La aplicación es gratuita (www.mappiness.org.uk) y tras la participación de más de 20.000 usuarios se ha podido determinar que los mayores índices de felicidad se registran cuando las personas están en espacios abiertos o en contacto con la naturaleza.

Con zonas idóneas de esparcimiento se promueve a la comunidad hacia comportamientos civilizados que sacan a relucir sus mejores valores. Es innegable que no hay experimento más contundente que encontrar el sosiego bajo la sombra de un árbol o al disfrutar del aire puro que se respira en un espacio abierto.

En Oklahoma City el célebre alcalde Mick Cornett (el mismo que consiguió que a través de una dieta colectiva los ciudadanos rebajaran más de 1 millón de libras), se dedicó a desarrollar amenities para la ciudad con el fin de contar con nuevos atractivos urbanos para sus habitantes. Con esa visión realizó una gran inversión en parques, revitalizó el centro histórico, desarrolló la ribera del río y sus canales, recuperó andenes y ciclo rutas, construyó un jardín botánico y un centro de convenciones. Como resultado no solamente consiguió que la gente dejara de migrar a otras ciudades sino que atrajo una gran cantidad de nuevas personas e inversiones.

La mayoría de gobernantes no le apuestan a este tipo de proyectos porque consideran que el impacto es muy difícil de medir.  Pero con esto desconocen de plano factores que en últimas son los que más movilizan a los humanos.

Barranquilla está dando pasos acertados en este sentido. A través de la Alcaldía, se están invirtiendo 60 mil millones de pesos para recuperar 60 parques. También se está recuperando un predio en donde se encuentra un batallón militar para transformarlo en un gran parque central de 38 hectáreas. Se está trabajando en la recuperación del Centro Histórico al recuperar plazas insignia y edificios patrimoniales. Se habilitaron dos malecones turísticos para mirar nuevamente al Río Magdalena, uno en una nueva zona de desarrollo conocida como Isla de la Loma que ya está listo y otro que viene de la mano del nuevo centro de eventos y ferias que se está construyendo.

Foto: Parque Suri Salcedo Barranquilla

Twitter: @alfrecarbonell