Voy a volver a cometer el pecado original de hablar de emprendimiento sin ser un emprendedor consumado, es decir, sin conocimiento de causa. No tengo la experiencia de haber fracasado en una idea de negocio y tampoco me he hecho rico a partir de una idea exitosa. Lo hago porque creo que uno de los conceptos más malentendidos es el emprendimiento, aunque que concepto económico no lo es.

Sin duda, una de las formas de lograr crecimiento económico en las ciudades es promoviendo el emprendimiento. Pero limitar el emprendimiento a la creación de nuevos negocios o startups es una aproximación muy limitada. El emprendimiento tiene que ver con la creación de valor en términos de mercado así que también puede significar el crecimiento de las empresas ya existentes. El emprendimiento tiene que ver con una actitud de vida y una postura al encarar los retos que impone la selva capitalista.

En los territorios en donde existen todas las condiciones para promover y facilitar el emprendimiento en este amplio contexto se habla de que existe un ecosistema. Como cualquier hábitat natural, para que se pueda hablar de un ecosistema de emprendimiento deben existir ciertos elementos. Desde el gobierno es necesario que existan políticas públicas que promuevan el emprendimiento. A pesar de que no se puede legislar un ecosistema, a través de programas e inversiones se deben crear ambientes favorables para que estos se den y sean sostenibles. También es indispensable que exista desde la educación un énfasis uniforme y sistemático en estos temas para los estudiantes emprendedores. Igualmente, el ecosistema debe ser rentable, así que se necesitan mercados y fuentes de financiación. Finalmente, con la suma de estos postulados se puede generar una cultura de emprendimiento en la sociedad.

Pero para no quedarnos atorados con tanta teoría podemos examinar algunos casos en los que se han dado estas condiciones para crear ecosistemas de emprendimiento:

En Boston, desde hace 4 años con el liderazgo del Alcalde Menino, se consolidó un entorno de esta especie enfocado en la innovación en lo que hoy se conoce como el Innovation District. Con este proyecto, la ciudad recuperó un sector industrial deprimido que tenía la única ventaja de encontrarse frente a la bahía y lo convirtió en un flamante entorno de innovación y tecnología. Los desarrolladores inmobiliarios no creían en principio en este proyecto pues solo veían el potencial residencial y comercial para aprovechar el waterfront. Pero el Alcalde logró convencer a empresas farmacéuticas como Vertex, a centros de investigación como el Fraunhofer Center y a Universidades como Babson College para que se movieran a este sector. Con unos preceptos ejemplares de planificación, condiciones favorables de edificabilidad y movilidad se comenzó a revitalizar la zona. Con incentivos y concursos como el Mass Challenge las cuadras se poblaron de inversionistas, aceleradores, incubadores de empresas, laboratorios y centros de investigación. Al cabo de 3 años 200 nuevas empresas se han instalado en esta zona generando 4000 nuevos empleos en un ejemplo de transformación urbana hacia un ecosistema de emprendimiento.

Otro ecosistema maduro adonde podemos resaltar una estrecha relación con la academia, la existencia de ambientes innovadores y apoyos a través de capital semilla es el que existe en Dinamarca. Tan fuerte es el apoyo, que en una región llamada Midjutland, están preocupados porque el exceso de ayuda a emprendedores parece estar socavando la dinámica del mercado. Dinamarca, conocido mundialmente por empresas gigantes como Lego, Vestas y Bang & Olufsen, indiscutiblemente es un país con una economía sólida y políticas claras hacia el emprendimiento. Sin embargo, en esta región andan consternados porque a pesar de que están creando una gran cantidad de startups, las empresas no sobreviven y en el mejor de los casos se estancan. Sienten que las políticas que estimulan la competencia no terminan de calar en una cultura con rezagos de la Ley de Jante que profesa que ningún Danés debe sentirse superior al otro. Así, aparentemente reina el conformismo en donde la ambición de crecer es cercenada por elevados impuestos para equilibrar las cargas. Lo llaman el síndrome de BMW, pues el empresario solo se esfuerza hasta que alcanza el nivel para comprarse uno. ¡Definitivamente que lejos estamos!

Sin embargo, en Colombia aunque escasos, también existen esfuerzos loables para crear ecosistemas de emprendimiento. En Medellín el proyecto Ruta-n se ha consolidado como un distrito tecnológico que promueve la economía del conocimiento y la innovación. En el eje cafetero se destaca el modelo de Manizales Más,  que ha creado en el territorio capacidades para el crecimiento de sus empresas. En Barranquilla, la articulación del gobierno local con la clase empresarial está arrojando  resultados positivos en este sentido. Pero falta mucho más. En primer lugar el país debe invertir cada vez en mayor cantidad y calidad recursos en ciencia, tecnología e innovación. Y en segundo lugar el gobierno debe perder el miedo a apostarle al crecimiento económico a través del emprendimiento basado en el crecimiento de las empresas.

Twitter: @alfrecarbonell

Foto: Ruta-n Medellín