Para dejar saldada la deuda con quienes definitivamente no alcanzaron a entrar al link de la conferencia que compartí en mi entrada anterior que dictó Vargas Llosa sobre los vínculos entre la literatura y la política intentaré abordar los aspectos más relevantes de esa magistral disertación.
La mayoría de las ideas a continuación son frases originales del autor que perderían su vigor de exponerse a demasiada interpretación. Simplemente no tiene sentido abrir comillas para citar al conferencista pues nunca podría cerrarlas:
Para Vargas Llosa la literatura posee la ventaja de no ser presa de la actualidad, lo que le da la posibilidad de influenciar sociedades distintas en tiempos futuros. De su carácter atemporal se deriva a su vez su inmortalidad, a diferencia de la política en donde lo que pesa es el aquí y el ahora.
Si la política se puede medir por resultados concretos, es muy complicado medir por ejemplo si la ficción ha mejorado la vida del ser humano. Es difícil encontrar pruebas concretas del impacto de la literatura en el comportamiento del ser por más que esta toque sensibilidades que se traduzcan en formas de acción. Pues la influencia de las ideas que se esconden entre líneas permean el pensamiento y se pierden como gotas de sereno en el mar.
La política es por naturaleza pragmática. Los efectos de la literatura son indirectos, solo llega hasta despertar resonancias y alertar a la inteligencia.
En sus facetas como escritor y candidato presidencial, Vargas Llosa pudo evidenciar la diferencia de los contextos en las que se dan estas particulares ciencias objeto de nuestro análisis. Pues mientras la literatura nace en la soledad, la política necesita del entramado social.
Por muchos años la política y la literatura estuvieron intrínsecamente asociadas. En los años 50 cuando escribir era actuar, se conjugaban en el mismo verbo la acción literaria y la acción política. En tiempos de revoluciones, escribir era una acción que descandenaba hechos históricos. Cuando las dictaduras aprovecharon las escasas democracias y se tomaron Latinoamérica, la literatura surgió para desenmascarar las injusticias, los mecanismos de explotación y la violencia disfrazada de poder.
Muchos escritores adhirieron al proyecto socialista que después fracasó en el mundo, por ejemplo cuando Francia tomó otro rumbo que el propuesto por Sartre se demostró que la teoría se queda corta frente a los vericuetos caprichosos de la política.
Para Vargas Llosa la relación entre estas dos fuerzas se debe situar en un punto medio. Si bien la literatura no puede limitarse a una agenda política, tampoco puede darse el lujo de solo entretener. Es decir, ni puede cambiar el mundo, ni puede tener miedo a intentarlo. Debe existir entre estas dos ciencias una intensa dialéctica, que las acerque en un intercambio dinámico y crítico. Esto enriquece a ambas y las defiende contra la inhumanidad.
La literatura también es un antídoto contra el conformismo. Pues el poder autoritario quiere siempre convencer de que el mundo es perfecto. La conclusión del cotejo exhibe la pequeñez y sordidez de la realidad. La vida real expuesta a la riqueza y diversidad del mundo de la ficción queda en perpetua exigencia de algo mejor.
Las novelas son mundos de ilusión deslumbrante. Es un género envenenado de humanidad donde el amor inevitablemente tiene que comparecer. Si la literatura purga de sus páginas la política se mutila y la experiencia humana queda tan parcial que se caricaturiza.
Cuando Vargas Llosa se refiere a Emma Bovary, uno comprende que es posible que una persona de carne y hueso pueda tener una relación profunda con un personaje de ficción (más allá de que ha releído la novela más de 6 veces). En esta conferencia señala que no existe un escritor del siglo XIX que odiara más la política que Gustave Flaubert. Paradójicamente, el contexto en que Flaubert recrea el drama de Madame Bovary que tanto conmueve a Vargas Llosa solo es posible por el contexto político de opresión en el que vive.
Cuando fue candidato presidencial lo descalificaron acusándolo de literato, incapaz de confiarle un gobierno a un soñador fantasioso y mentiroso. Pero si la política se vacunara completamente de la literatura quedaría despojada completamente de ideales. El lenguaje político necesita del lenguaje literario para no caer en una secuencia interminable de estereotipos y clichés. Por eso a manera de consejo propone a los políticos leer buena literatura como parte de su proceso de formación.
Al finalizar este soberbio recital, Vargas Llosa a manera de anécdota cuenta que cuando está firmando libros siempre se le acercan hombres para conseguir un autógrafo para su hija o para su mujer. Cuando él les pregunta desconcertado que si a ellos no le interesa una dedicatoria, que si no le interesan sus novelas, con desfachatez le responden: “Es que yo no tengo tiempo para esas cosas, yo soy un hombre muy ocupado.”
Twitter: @alfrecarbonell
Foto: Ilustración de Madame Bovary por Takahiro Kimura
Fuente: Conferencia Literatura y Política: dos visiones del mundo, Mario Vargas Llosa, Monterrey México, Cátedra Alfonso Reyes, 11 de Mayo del 2000