Sin proponérmelo, he leído dos novelas en lo que va corrido del año que comparten el mismo tema: la humanidad en los tiempos de guerra. Y aunque hubiera querido tener una historia para contar la fabulosa manera como los libros llegaron a mí, tengo que decir que sencillamente los compré. Bueno, los compré en la misma librería en donde mi padre me compró mi primer libro, en la misma librería en donde he comprado la mayoría de mis libros.
La primera que leí se llama Los últimos días de nuestros padres de Joël Dicker. Un autor hasta el momento para mi desconocido y un título poderoso, de esos que pretenden encerrar en las palabras justas toda la esencia de la novela. ¿Pero cuál es esa esencia? Aunque a simple vista abordar temas universales como la amistad puesta a prueba en el más revoltoso de los contextos puede parecer una receta ganadora, esta novela sí que lo sabe aprovechar. Cuando unos jóvenes de distintas nacionalidades deben confluir en la SOE, una especie de servicios secretos creados por Churchill en 1940, los entrenamientos brutales y labores de contraespionaje pueden parecer un juego de niños al lado de lo que parece la prueba más difícil para ellos, madurar. Así, la tarea más dura que deben enfrentar es crecer en medio de las vicisitudes del conflicto, aprender el significado de la amistad hostigados por enemigos y conocer el amor sin encontrar el procedimiento en ninguno de los manuales.
Desde que el protagonista deja su casa y se va para la guerra, el spotlight en esta novela se sitúa en el terreno de la paternidad. Y no solo desde la perspectiva del padre que infructuosamente no recibe noticias de su hijo. También desde la del hijo que nace de un padre que ha caído en combate y la de sus amigos que sienten la obligación de reemplazarlo.
La segunda novela que leí está inspirada en una noticia de un viejo ejemplar de 1941 del Paris-Soir en donde en una especie de sección de servicios sociales, se busca a una joven desaparecida de nombre Dora Bruder. Aviso que llamó la atención al autor, Patrick Modiano, cuyo padre también fue un judío perseguido por esa misma época en Paris. Así que al leer ese viejo periódico como una epifanía, Modiano se puso en la tarea de hurgar el pasado removiendo las pistas para conocer la historia que motivaba la búsqueda de la joven.
Que ambos libros tengan como telón de fondo la Segunda Guerra Mundial no es coincidencia para nadie, pues sobre esta temática se han escrito y se seguirán escribiendo infinidades de historias. Pero si tienen algo en común es que exploran las frustraciones de los padres cuando no conocen la suerte de sus hijos.
A Dora Bruder quienes la buscaban con desesperación eran sus padres. Y no era para menos pues corrían los tiempos en donde se agudizaba en Europa la persecución nazi contra los judíos. Al reconstruir la historia de Dora, el autor consigue dibujar uno de los tantos rostros de las víctimas de la guerra. Pero también encuentra el pretexto para emprender un viaje al pasado e iniciar su propia búsqueda para comprender su relación con su padre.
De esa manera consigue con un doble propósito regresar a lugares inamovibles de ese Paris que parece congelado en el tiempo en sus infinitos matices del gris. Para reconstruir la historia de la joven Dora decide seguir los pasos por los que ella transitó. Pero al tropezase con los parajes que también recorrió su padre su mente se distrae y se invade de recuerdos. Recuerdos que se tornan en frustración al no hallar respuestas en los elementos inamovibles que desde el silencio han sido testigos de la historia.
Después de leer estas dos novelas caí en cuenta que todos tenemos esos lugares a los que siempre regresamos a buscar respuestas y revivir viejas sensaciones. Así sea solo para corroborar que siguen ahí, que no han cambiado con el paso del tiempo. A veces volvemos involuntariamente, pero siempre volvemos. Y siempre encontramos un pretexto para regresar, así sea con la única excusa de comprar un libro.
Twitter: @alfrecarbonell
Foto: Imágen de la película La Vida es Bella, tomada de Google
P.D -La novela Del Amor y Otros Demonios también se inspiró en una noticia de una joven que después de sepultada le seguía creciendo una larga cabellera dorada. Suceso que le tocó cubrir en sus años de reportero a García Márquez. A la postre tanto Gabo como Modiano ganaron el Premio Nobel de Literatura.