El auditorio está completamente lleno mientras el público vigila expectante los pasos del homenajeado mientras sube al estrado. El orador prueba el micrófono y un incómodo eco se apodera del salón. Los segundos antes de que comience el discurso, el público se contagia fugazmente de pánico escénico. Bastan unas palabras para confirmar que están frente a uno de los mejores oradores que ha parido España. La cadencia de sus palabras solo es alterada por los aplausos que elevan la euforia del acontecimiento. Con homenajes y pergaminos la gala transcurre con la solemnidad con que se corona la obra de los grandes héroes.
Esta escena que es más que un lugar común, representa cualquiera de los múltiples homenajes que se le rindieron en el viejo continente a Enric Marco. Claro está, mucho antes de que estallara el escándalo en el cual se reveló que sus proezas eran una gran mentira, que era un gran impostor. A partir de ese momento su nombre para los españoles se convirtió en sinónimo de engaño y de trampa. ¿Pero quién es Enric Marco? ¿Qué fue lo que tanto indignó a la gente?
Enric Marco es un personaje cargado de ficción, de esos que desesperadamente buscan guionistas de cine y escritores para salvar sus historias. De hecho su biografía le proporcionó al escritor catalán Javier Cercas material suficiente para escribir su última novela.
Marco se inventó un pasado heroico en donde incluyó haber sobrevivido los embates de la lucha antifranquista y hasta la deportación de un campo de concentración Nazi. Por años logró engañar a mucha gente con sus muy buenas mentiras que venían amasadas con interesantes verdades. Pues a Marco hay que abonarle que fue un férreo dirigente sindical y un excelente orador. Aprovechó estas cualidades para unir los sindicatos y coser el discurso de transición de la dictadura a la democracia en su país. Después se convirtió en el representante de las víctimas españolas de la guerra. Cuando hablaba, sonaba más convincente que los verdaderos deportados quienes eclipsados quedaban conmovidos con sus testimonios. Era una época en que tras 40 años de franquismo todos aprovecharon para reinventar su pasado y echar al traste el horror y la vergüenza del pasado. Sufrió la suerte de quienes fueron delatados mientras los más afortunados pasaron ilesos bajo el manto de la mentira colectiva. Otros podrán decir que fue víctima de la ambigüedad propia de una época de convulsión y transiciones. A fin de cuentas, de esta amalgama de pasiones parece haber surgido el carácter recio y tosco que caracteriza a los españoles.
Volvamos a Marco. Motivado por su afán de protagonismo, se dedicó a vivir de la industria de la memoria histórica a la que muchas falsas víctimas recurrieron como medio de supervivencia. Lo que nunca le perdonaron fue haber inventado que estuvo en el campo de concentración de Flossenbürg en Alemania adonde en la práctica nunca asomó el pie. Cuando fue desenmascarado cayó en desgracia, paradójicamente con el mismo estoicismo de su falso heroísmo.
El ejercicio del catalán Javier Cercas de escribir una novela basada en esta historia le salió muy bien y de paso lo redimió como persona. Lo que comenzó como un intento de salvar a Marco al enfrentarlo con la verdad terminó como un proyecto para salvarse como escritor al enfrentarlo con sus propios desengaños. Gracias a esta publicación y múltiples publicaciones en todo tipo de medios digitales e impresos, la impostura de Marco elevó su propio reconocimiento al estadio internacional. Situación que alimentó su obsesión por figurar, aunque esta vez ya no como héroe sino como el paradigma del antihéroe.
En todo caso hoy imagino a Marco en un cómodo sillón de su modesta casa sonriendo al constatar que siguen hablando y escribiendo sobre él. Así somos. Su vida no es más que una radiografía de los demonios y las pasiones que entraña nuestra silvestre humanidad.
Twitter: @alfrecarbonell