De unos años para acá se alimentaba una intriga en mi mente. Durante mis años dedicados al trabajo social con comunidades vulnerables, me encontraba al visitar los barrios más pobres de la ciudad un inusual derroche de alegría en medio de tantas adversidades. Con cada nueva experiencia, las ideas me revoloteaban como asimétricas piezas de un rompecabezas. Me costaba trabajo entender como con tantos problemas en esas barriadas, nunca faltaba la cara risueña y la mirada optimista hacia el futuro. Pude constatar como las pavimentaciones de las vías frente a las casas (hechos que para mí daba por sentados) lograban producir en estas comunidades una desbordada felicidad. En medio de la escasez en lo material, se destacaba la belleza de las cualidades humanas.

En ese momento pensé que la explicación más lógica consistía en que es más fácil ser feliz cuando se tiene un techo limitado en las aspiraciones como puede ser tener un ingreso y una vivienda. En el caso contrario para una persona rica, las aspiraciones se pueden volver infinitas pues siempre va a haber una casa más grande o un carro más moderno que comprar.

La inquietud aumentaba en la medida en que se publicaban los resultados de las encuestas mundiales de felicidad en donde a pesar de tantos problemas de pobreza, violencia y corrupción, Colombia ocupaba los primeros lugares en el ranking. Asimismo, en rankings como el Barómetro Global de la Felicidad, Barranquilla aparecía catalogada como la ciudad más feliz del mundo.

Con el propósito de encontrar una explicación lo más científica posible a este interrogante decidí dedicar mi tesis de maestría a intentar descifrar este acertijo. Es así como me empeñé con rigor metodológico a tratar de descubrir que es lo que más le produce felicidad a quienes viven en la pobreza. Al revisar la literatura al respecto, logré identificar las explicaciones más recurrentes que encuentran los académicos en distintos contextos en el mundo a este fenómeno. Diversos estudios en comunidades vulnerables de Africa y Latinoamérica demuestran que las relaciones familiares, las relaciones sociales, los ingresos absolutos y relativos, el consumo, las aspiraciones y  las metas personales aparecen como los principales drivers de la felicidad.

Para probar la relación de estas variables para el caso Barranquilla, implementé un método cualitativo para codificar los resultados de 200 encuestas con preguntas abiertas sobre las causas de la felicidad en las comunidades vulnerables. Los resultados fueron sorprendentes. El 90% de los encuestados se consideraban personas felices. Las relaciones entre humanos y sobretodo las relaciones familiares aparecieron como la fuente más poderosa de la felicidad. Solo el 11% de las razones por las cuales se consideraban felices obedecían a referencias sobre el dinero y demás variables monetarias. Uno de los hallazgos apunta a que para los encuestados bastaba con que la familia estuviera viva para sentirse felices. Esto sin siquiera tener que entrar a indagar si las relaciones familiares eran buenas o malas. La mayoría de las personas manifestaron tener aspiraciones a algo mejor para ser felices, pero por lo general planteaban metas sencillas o simplemente la esperanza en que algo indeterminado iba a mejorar. Esta receta a su vez parece actuar como coraza para evitar grandes frustraciones.

La gran conclusión es que para estas comunidades la fuente más importante de la felicidad está en la familia. Definitivamente, no hay nada más hermoso que la más sencilla sabiduría. En lo personal, desarrollar este trabajo en medio de la muerte de mi hermano ha sido una experiencia estremecedora.

Twitter: @alfrecarbonell

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