Con algunos miembros de la Red de Biodiverciudades

En la Asamblea del BID que se realizó en Barranquilla el año pasado se empezó a gestar una iniciativa de integración de ciudades de Latinoamérica alrededor de un compromiso con el desarrollo sostenible. Comenzando este año, con el liderazgo del alcalde Jaime Pumarejo y el director de la CAF Sergio Diazgranados nació a la vida con el Acuerdo de Barranquilla la Red de Biodiverciudades. Ya son más de 100 ciudades que comparten el valor de reconciliar las ciudades con su biodiversidad incluyendo nuevos aliados en las islas del caribe.

Hasta Ushuaia, en el polo opuesto de Suramérica, conocido célebremente como el fin del mundo, llegamos la semana pasada para el encuentro de Biodiverciudades organizado por la CAF. El Instituto Von Humboldt puso la nota desde lo técnico y los invitados compartieron estrategias de conservación de la diversidad desde la planificación territorial.

Ocho de cada diez habitantes de Latinoamérica viven hoy en ciudades y el cambio climático es una realidad cuyas repercusiones ya sufrimos de diversas maneras. Tomar acciones para mitigar sus efectos es un deber impajaritable.

Por eso, encontrar esa ecuación en donde gane la economía y gane el medioambiente es una de las tareas de esta convergencia de ciudades. Por ejemplo, concebir un parque no solo pensando en las personas que lo utilizan sino también en las aves que lo visitan, hacen de una ciudad más atractiva para visitantes que puedan mover su economía. No es un contrasentido entonces aumentar los ingresos de las ciudades exaltando al mismo tiempo su flora y su fauna.

Con esa visión, Barranquilla avanza en su principal apuesta de recuperar la Ciénaga de Mallorquín. Habilitando un gran ecoparque, la Alcaldía está recobrando un tesoro ambiental de 1,000 hectáreas que estaba perdido. Recuperando la calidad de su agua con microalgas, una solución basada en la sabiduría de la naturaleza y con senderos palafíticos en madera, la ciudad se está reconciliando con el corazón de su biodiversidad. Esto se suma a la recuperación de la playa de Puerto Mocho y su tren eléctrico, completando un complejo donde se vuelven a abrazar el río, el mar y la ciénaga. Todos alrededor de su majestad el manglar, la sala cuna de nuestra flora y de nuestra fauna.

Proyectos de este tipo iluminan el camino de preservación que deben asumir las ciudades de esta red. La agenda incluye también la transición energética responsable y la implementación de economías circulares en las que Barranquilla avanza a paso firme.

Ese es el rol que están asumiendo estas ciudades alrededor de este común denominador medioambiental en su tránsito hacia el desarrollo. Integración que además por fin podría llamar la atención de las potencias mas desarrollados en su deber de reducir su huella de carbono.

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