Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas»
Umberto Eco

La frase levantó revuelo en su momento y critiqué lo dicho por el difunto semiólogo italiano. Creo en que el malo no es el cuchillo sino su uso y bueno, las redes sociales son tan grandes como la mano de quien las usa.

Sin embargo, el paso del tiempo me ha venido mostrando que Eco parecía estar en lo correcto. De los Indignados hemos llegado a los Pokemones Go. ¡Qué fácil cambian los motivos para movilizarse!

Entonces las redes sociales, supuestamente libres han sido cooptadas… sin darnos cuenta el poder político las ha amarrado y ahora somos los idiotas útiles de las fuerzas de siempre: hegemónicas, demagógas y polarizantes… ya ellos ni deben esforzarse. Es el paraíso de Goebbles… una mentira repetida (compartida, posteada, retuiteada) mil veces se convertirá en verdad.

Y nosotros los usuarios de redes sociales nos volvimos flojos, confundimos el estar bien informado con el estar más rápidamente informados y así como corrillo de colegio o costurero de barrio damos crédito instantáneo a lo primero que ven nuestros ojos en una red social.

De un momento a otro damos por sentado que si algo salió posteado ya es cierto… murió el Papa, el pollo vuelve marica a la gente, hay cartillas pornográficas que difunde un ministerio de educación, murió un habitante de calle ahogado… Y así sin más nos vamos indignando y compartiendo sin el más mínimo esfuerzo de corroborar.

Auscultamos al político en lo general pero si emite un trino desobligante ahí sí confiamos en que sea cierto lo que dice. Se nos olvida que allí hay una intención: agitar las masas. Nos movilizamos pero basados en el chisme y los medios, que deberían dar luz, solo amplifican el chisme porque su punto de base es un trino.

El periodismo de los trinos. Uno se burla de lo ocurrido con la transmisión radiofónica de Orson Welles y La guerra de los mundos pero nada tenemos que envidiarle a nuestra realidad semanal. Cada día al menos debe haber una información de gran impacto cuya origen viene de una falacia, mal amplificada por los medios, y que causó indignación y luego movilización, pero nunca tuvo corroboración.

Ojala aprendamos a ser más rigurosos con lo que leemos y compartimos en redes. Así como ya no le paramos bolas al ángel de la abundancia, al niño en Sudáfrica que recibirá dinero si compartimos su imagen o a la especia extinta; démosle un doble chequeo a lo que vemos en redes sociales. Seamos, si el término lo permite, socialmente responsables.

En un ambiente tan polarizado no se puede y no se debe ser tan crédulo. Hoy viralizar un contenido inexacto e incendiario nos iguala a los delatores de la cacería de brujas en Salem y los medios al amplificar ese tipo de mensajes le hacen un flaco favor para hacer de esta una mejor sociedad.