Era 1996 cuando nos enganchamos con la historia de una joven estudiante que descubría una serie de asesinatos grabados en video, mientras investigaba para su tesis. Así el género del thriller daba un giro de la mano del director español Alejandro Amenábar, demostrando que en el país ibérico había mucho más que Almodóvar y De la Iglesia. Luego vendrían ya películas de culto como Abre los ojos, El espinazo del diablo, Los otrosEl orfanato, que visibilizaron mundialmente la producción española entre el final y comienzo del milenio. Sin embargo, lo logrado en el cine no se perpetuó con mayor impacto en Latinoamérica, donde el consumo de contenido de este país no ha sido mayoritario, a pesar de compartir la misma lengua.

Salvo los casos nombrados anteriormente, las películas españolas no tenían mayor impacto en la taquilla latinoamericana y muchos menos habría espacio para las series. De hecho no es un fenómeno que solo ocurra con España, el consumo de productos audiovisuales en español no suele traspasar las fronteras entre los países latinoamericanos, como si hubiera una resistencia con los acentos ajenos. Sin embargo, con las telenovelas esto no sucede así, quizás porque sus temáticas suelen ser más universales.

De este modo, había la sensación de un potencial desperdiciado frente a un producción española audiovisual que no llegaba más allá del consumo interno. Tuvo que llegar Netflix y las demás plataformas de streaming para que estas producciones de calidad fueran ampliamente difundidas y ahora hablamos de una explosión de contenidos. Lejos de verlos como un enemigo, en España han sabido encontrar en el streaming un aliado para convertir a su país en un epicentro de producción audiovisual.

Según la empresa de consultoría PwC, en 2015 se produjeron 38 series en España y en 2018 fueron ya 58. Se espera que para el 2022 este número llegue a más de 70, siendo esta la cifra que les permitirá hablar de un mercado consolidado. A esto han contribuido éxitos internacionales distribuidos por Netflix como La casa de papel  y Las chicas del cable. Pero los ejemplos abundan, podemos citar Patria de HBO, El ministerio del Tiempo de RTVE o La Peste de Movistar+, que con un nivel alto de calidad han puesto a las ficciones españolas en el centro de atención. El año pasado la serie Veneno se emitió en Estados Unidos por la plataforma HBO Max y llegó a ser elogiada por diversas celebridades de Hollywood.

Incluso, productos en lenguas autonómicas como el catalán han logrado meterse en las plataformas mundiales como la serie Merlí, que actualmente transmite Señal Colombia. Por señalar un caso más cercano, por estos días otra serie española ha llegado a estar entre los contenidos más vistos de Netflix, se trata de Sky rojo, del mismo creador de La casa de papel. Por su parte, Amazon prime estrenará este 26 de marzo La templanza, una serie de época donde incluso participan los actores colombianos Rafael Novoa y Juana Acosta.

Así en España han logrado ver el potencial para armar una industria audiovisual para mercado global. Por ejemplo, creando una oferta diversificada a costos menores que sus competidores, donde series españolas tienen un presupuesto medio de 0,6 millones de dólares por episodio mientras que cada episodio de The Crown y Vikings cuenta con un presupuesto medio de 13 millones y 4 millones de dólares, respectivamente. Esto hizo que (de nuevo Netflix) escogiera Madrid como el lugar de funcionamiento para su centro de producción europeo.

Como vuelve y recalca el estudio de PwC, el impacto de la producción ibérica en la industria audiovisual llegó para quedarse. Entre 2010 y 2016, del total de títulos difundidos en países de habla hispana (incluyendo España), el 10% eran contenidos de origen Español. Una cifra que solo aumentará con la masificación de plataformas como Disney+ o HBO MAX.  Incluso, el cine ha sido amplio en España, pues ahora su acceso es más amplio. En la actualidad en diversas plataformas ya se pueden ver las películas recientemente ganadoras de los premios Goya, lo cual al final acerca al público de manera pronta a las películas sin pensar tanto en tiempos de ventanas y reglas de exhibición.

Comparar siempre será odioso pero Colombia bien podría aprender de esta estrategia española, sobre todo cuando parece que ese arbolito naranja se ha quedado sin abono para crecer.

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