Era la mañana del 13 de agosto de 1999 y Jaime Garzón, como de costumbre, iba en su camioneta para los estudios de Radionet, en Bogotá, cuando se le cruzaron dos sicarios en una moto, y lo mataron.

Se dice que Carlos Castaño lo mandó asesinar para hacerles un favor a unos «amigos militares», y que los autores materiales del crimen, enseguida, fueron ejecutados por el exjefe paramilitar.

Lo mataron, básicamente, porque negociaba con secuestrados.
Jaime Garzón era guerrillero.

La gente tiende a enlodar el buen nombre del DAS diciendo que este organismo, entre otros, estuvo siempre infiltrado de paramilitares.

Dicen, por ejemplo, que José Miguel Narváez, exideólogo de las AUC y exsubdirector del DAS, que está acusado de facilitar el secuestro de Piedad Córdoba, y, posteriormente, las interceptaciones ilegales, era uno de los «amigos militares» que le pidieron el favor a Castaño de que matara a Garzón, porque dizque el país debía paramilitarizarse y el humorista era la piedra más grande en el zapato de la mejora.

¡Mentira! José Miguel Narváez es un hombre de bien, amigo de Uribe Vélez; es un tipo excelentísimo, no es altamente peligroso, ni nada. Además el DAS no desvió la investigación sobre la muerte de Garzón con una testigo falsa.

Es más sencillo de lo que parece: Jaime se murió por chistoso y por mentiroso. Dizque Álvaro Uribe es un tipo peligrosísimo; lo único que es Álvaro Uribe es un ángel. Dizque era mediador de paz; lo único que mediaba era secuestros. Dizque usaba el humor para decir la verdad; lo único que decía era bobadas. Siempre le quedó grande interpretar la realidad de los colombianos, por eso lo mataron.

Hay quien dice que muchas de las cosas que han pasado en los últimos 13 años, pero sobre todo las que pasaron durante los ocho de mandato de Álvaro Uribe, se habrían podido evitar si Garzón no hubiera muerto, porque dizque ahora a los periodistas les da miedo llamar a las cosas por su nombre. Que ese era el objetivo, que por eso lo mataron. Por eso lo mataron.