Me gusta ser bloguero porque cagarme en todo es una opción en medio de la situación actual en la que nos tienen la radio, la prensa y la televisión. Las ganas de cagarme en todo superan las de sobresalir entre los demás. Me importa más si lo que digo termina no gustándole a nadie. No volveré a decir que estoy bien cuando me preguntan cómo estoy, porque la verdad es que estoy mal, muy mal, tanto que si de repente las cosas empiezan a salirme bien no voy a saber qué hacer.
Yo no sé nada de nada, cuando asumo una posición frente a lo que sea, me estoy dejando llevar siempre por la intuición. La gente que comenta mis publicaciones lo sabe, y siempre me reprochan con insultos y burlas la ausencia de argumentos. Como si hiciera falta justificar lo evidente. Como si fuéramos felices como declara la nómina. Como si además de ser los más felices no fuéramos el país con más desapariciones forzadas. Como si no tuviéramos el deber de preocuparnos por tanta cosa rara. Como si fuera verdad que la corrupción no es el principal motor de la desigualdad y la impunidad en Colombia, como si la disolución de las guerrillas fuera la solución a tanto dolor y tanta masacre y tanta tristeza. Como si la vida fuera solo eso que asume la gente ingenua. Como si no hiciera falta gritar a todo pulmón que ser colombiano es una maldita maldición.
Yo no comparto las ideas de casi nadie, no soy de derecha, de izquierda ni del centro, para mí todo es la misma farsa. Yo no pretendo arreglar el mundo, mientras prevalezca la raza humana no es honesto pensar en soluciones. La verdad no existe. El porvenir es una bola de fuego, nadie con un poco de intuición se atreve a rebatir esta opinión. Nunca vamos a ponernos de acuerdo, al menos por las buenas. Porque somos humanos, porque somos el resultado de una generación mediocre, oportunista y perezosa, porque somos egoístas, perversos y orgullosos. Porque somos idiotas. Porque Popeye es un imbécil.
Encontrarle sentido a la vida es algo a lo que pocas personas llegan antes de la muerte. Desde hace mucho tiempo viene muriendo gente que ha vivido una vida silenciosamente desesperada, porque asumimos que la vida no es sino esto. La vida es más que todo este absurdo. Tiene que serlo. Lo que pasa es que ya es más fácil hacerse el bobo. Mundo de bobos este.
Me gusta ser bloguero. Me gusta cuando asumen que, dependiendo de mi posición sobre algún tema, de repente soy de las Farc, o a veces incluso defensor de la vergonzosa extrema derecha. Me gusta cuando me amenazan por Twitter, cuando le piden a El Tiempo que me ponga límites, cuando no me lee nadie. Cuando me confunden con otro que tiene mi nombre y apellido. Cuando crean cuentas falsas para decirme que cada vez que publico no hago más que hacer el oso. Cuando asumen que mi estilo basado en la oralidad no es deliberado. Cuando notan que no leo, que me dejo llevar por el consumo y la publicidad, cuando me imaginan gozando drogado los ritmos del reggaetón. Qué otra cosa le pueden pedir a un don nadie. Como sea, me cago en todo. Odio los halagos, los presentes, los regalos, no me gusta celebrar mi cumpleaños y si no es para acostarse conmigo todos ustedes pueden ahorrarse las llamadas, las cartas y los mensajes. Me cansé de fingir comodidad, todas las personas me incomodan. Esta es la verdad: desconfío de cada asomo de consciencia, bondad y nobleza.
Estoy mamado de Colombia. De la gente. ¿Y usted?
En Twitter @Vuelodeverdad